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La casa de campo de Alicia y nuestros juegos infantiles

martes, 24 de febrero de 2015 | 1 comentarios


¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente

Siempre me gustó tener amigos locos, y sobre todo maravillosos locos que les encantaba ser infantiles cuando había que serlo para disfrutar como verdaderos niños.
Me encantaba juntarme con ellos y pasarlo bien haciendo tonterías de niños a pesar de mis 22 años, pero me distraía de mis exigentes estudios de arquitectura que me absorbían todo el tiempo del mundo, por eso cuando Alicia, compañera de natación, me dijo de ir a su casa de campo con unos amigos un fin de semana ni me lo pensé. Necesitaba un asueto de la universidad, llevaba demasiado tiempo absorto en unos exámenes cada vez mas exigentes.

Alicia era la mas antigua del grupo de natación de la universidad, una bendita hippy que provenía de familia bien acomodaba y poseía una hacienda enorme en el campo, como a unas dos horas y media de la ciudad, era donde sus padres descansaban junto con toda la familia en los veranos.
La hacienda se mantenía sola durante todo el año con las cosechas de maíz y caña de azucar, pero según Alicia era una pena, porque casi nunca iban desde que se hicieron ella y sus hermanos mayores, pero a ella le encantaba pasar temporadas allí sola sobre todo para preparar exámenes. Estudiaba antropología social y además tenía pinta de ello, no como yo, que era el raro de la facultad de arquitectura... todos bien arregladitos, de buenas familias y yo un pseudohippy marihuanero que daba la impresión de "darme igual todo", aunque era una coraza, mi condición de homosexual no era muy bien aceptaba por entonces en los ámbitos de mi ciudad y lucir así me evadía de enfrentar a algún "mente cerrada" por mi condición.

Nos recibió doña Juana, asistenta encargada de cuidar la finca con su marido y sus tres hijos desde la infancia de Alicia, la cual ejercía de dueña de la casa mientras los "amos" no residían allí.
Los 8 amigos que fuimos con Alicia no cabíamos en nuestro asombro de ver la majestuosidad del valle que presidía la casa principal, una construcción grande pero rural y con un gusto exquisito en su decoración, aunque un poco descuidada por la falta de utilización.

De todos los que fuimos con nuestra amiga yo solo conocía a tres de ellos del grupo de natación: Jose Luis, un compañero de facultad inmerso en pensamientos tan dispares como el programa SETI de búsqueda de vida inteligente extraterrestre que lo tenía absorvido, Maria Jesús, una encantadora amante de los animales estudiante de veterinaria, y Adolfo, un renegado social que estudiaba historia e iba a la piscina solo porque le gustaba Alicia.
A los otros no los conocía, pero siendo amigos de Alicia seguro que serían otros "raros" divertidos como ella, no me preocupó no conocerlos, me gustaba mucho conocer gente nueva.

Repartidos en nuestras habitaciones (me tocó dormir en la misma habitación que Jose Luis) desde la cocina enorme que presidía la casa Alicia vociferaba para que nos apuraramos para ir a recoger la hacienda. Roberto, el hijo de doña Juana, nos esperaba para guiarnos en una caminata de reconocimiento por todas las plantaciones y por el riachuelo que cruzaba toda la finca de este a oeste.

Roberto no tendría mas de 17 años, un moreno de piel, fuerte, medio bruto y de mi estatura (unos 1,65 o por ahí) que ejercía de perfecto anfitrión para los "urbanos" amigos de la "ama", aunque a Alicia le cabreaba bastante que así la llamara. Ella no era como sus padres, le enojaba esas diferencias de clases y así se lo hacía entender a toda la familia de doña Juana, quería un trato de igual pues para ella eran como su propia familia.

Mi primer contacto visual con el muchacho me puso nervioso, era evidente que me encantó, pero su mirada hacia mi me dejó ardiendo de deseo, aunque no quería meter la pata y hice como si no me hubiese dado cuenta que yo a Roberto también le gusté. Fue una conexión rara, pues no asociaba a un chico tan joven y de vida rural ser tan descarado con alguien de su mismo sexo. Nadie se dio cuenta, excepto Alicia, a esa pícara no se le escapa ni una y con su sonrisa cómplice nos apremió a empezar a caminar para llegar a tiempo a la excelsa comida que la madre del muchacho nos obsequiaría a la vuelta.

Después de comer el exquisito guiso que se nos preparó Alicia decidió comenzar con los juegos. "El escondite" lo recibimos todos con júbilo y entre risas empezamos a echar a suertes quien era el primero que se "quedaría" para buscar a los demas. He de decir que me veía ridículo jugando a ese juego infantil, pero en el fondo me encantaba disfrutar inocentemente de los entretenimientos que Alicia siempre nos proponía.

- ¡Roberto quédate y juega con nosotros! !Será divertido, tu sabes muchos escondites en la casa!. Le ofreció Alicia al extrañado Roberto.

Bernardo fue el primero en tener que buscar a los demás, un amigo de Alicia que no conocía, pero unas cuantas palabras en la caminata me dio a entender que era una gran persona, pacífica, tranquila y muy culto.

Corrimos como posesos en busca de un escondite y por inercia todos miramos a Roberto para que nos indicara entre risas donde escondernos. Cuatro de nosotros le seguimos escaleras arriba hacia una habitación de "bartulos" pequeña que presentaba un gran armario donde con premura entramos con el nervio de no ser encontrados.
Me tocó entrar el primero y justo después de mi entró Roberto seguido de los tres mas que nos acompañaban. Ahí de pié, a oscuras y apretujados, las risas nerviosas no las podíamos silenciar mientras Santi, el primero de la fila nos obligaba a permanecer en silencio chistando a cada momento.
En el fondo del armario me apoyé en la pared del mismo esperando pacientemente nuestra salida cuando notaba como Roberto se echaba para atrás intentando despegarse de las personas de delante, su cuerpo se juntó con el mío poniéndome sus nalgas sin ningún reparo junto a mi paquete. Estuvimos así parados unos minutos hablando entre todos nosotros "bajito" para no ser escuchados fuera del armario.

Roberto comenzó a hacer pequeños movimientos al notar que mi erección empezaba a ser evidente con el roce de sus nalgas, lo que empezó a ponerme bastante nervioso por los acompañantes de juegos, pero a él no pareció importarle pues siguió y siguió hasta que decidimos salir del armario para conseguir no ser descubiertos.

Al salir me sonrió con la mirada aceptando el juego que empezó dentro, sin duda sería cuestión de continuar con el dejándome guiar para escondernos. Y así fue en la siguiente ronda, pero esta vez sólo fuimos tres los que volvimos al mismo escondite dónde me apresuré por entrar de nuevo el primero, asegurandome que Roberto entrara seguido a mí.
El roce continuó cada vez mas evidente y mis manos ya acariciaban sus nalgas disimuladamente por encima de su pantaloneta deportiva para que nuestro acompañante no notase nada del juego erótico que transcurría a sus espaldas.

En la siguiente escondida volvimos al mismo armario asegurándonos de que nadie nos siguiera, esta vez lo quería para nosotros solos y nada mas entrar continuó con su roce cuando sus manos dirigieron las mías hacia la parte delantera de su pantalón.
Entrando bajo su pantalón mi mano descubrió un tremendo regalo en forma de verga considerablemente grande que pedía ser masajeada fervientemente, mientras su cabeza se apoyaba en mi hombro suspirando el placer que le estaba proporcionando.

- ¿Te gusta así despacito?. Le susurré en el oído mientras sus nalgas no paraban de pelearse con mi erección.
- ¿Quieres que te haga correr en mi mano?. Parecía gustarle mucho que le hablara mientras le masturbaba, pues sus suspiros subían de frecuencia.

Un ruido en la habitación cortó nuestro éxtasis erótico. Uno de los amigos llegaba a esconderse de nuevo en el armario y salimos de el antes de que entrara. Mi erección no se podía disimular y tuve que ir rápido al baño para intentar rebajarla.

Roberto me cogió de la mano nada mas empezar la siguiente ronda para ir a otro escondite. Al lado de la cocina una especie de habitación-despensa lucía vacía y oscura, con un pequeño taburete donde me senté esperando su siguiente reacción. Cerró la puerta con llave y sentándose sobre mis muslos dijo susurrandome: ¿seguimos lo que hemos empezado?.

Mis manos volvieron dentro de su pantalón agarrando esa "vergota" que ya lucía húmeda y frotando sin descanso volvimos al mismo punto donde lo habíamos dejado. Mi otra mano sobaba sus apetitosos huevos mientras sus movimientos de caderas seguían haciendo explotar mi verga con sus roces de nalgas. Solo paró de moverse cuando mi mano izquierda bajó buscando un agujero que Roberto facilitaba abriendo las piernas. La entrada de mi dedo tan fácilmente en su ano me excitó sobremanera y mi frecuencia empezó a subir mientras en mi oído susurraba: házmelo con el dedo, házmelo con el dedo.

Apretando su verga con mi mano retuve todo el semen para que saliese despacito y pringar todo su tronco de un líquido ardiente que quería probar.

- ¡Levántate y ponte de frente, que te la voy a limpiar!. Le ordené sin dilación.

Mi boca se explayó saboreando tan rico líquido y aprisionando con mis labios una verga poderosa que no bajaba su guardia, cuando una vez limpia le dí la vuelta y con el mismo jugo humedecí sus nalgas produciendole un placer que no pudo disimular. 

Con el juego de las escondidas terminado Roberto me citó en la orilla del riachuelo que habíamos estado en la mañana y tuve que inventarme una necesidad de pasear solo antes de dormir para no levantar sospechas.

Roberto me esperaba puntualmente y sin dilación fue a recibirme bajando mi bragueta para chupar con ansiedad mi miembro aún dolorido por el roce de la tarde.

- Me he quedado esta tarde con ganas de meterme esto. Dijo en un descanso de su mamada.

Poniéndose boca abajo sobre el pasto bajó su pantaloneta negra deportiva ofreciendo un manjar difícil de desechar. Esas nalgotas estaban impacientes y con pequeños empujones entró a la primera a la misma vez que los suspiros de mi amante me ponían cada vez mas salvaje.

- ¡Como me gusta tu culo cabrón!. Ya no podía controlarme.
- Sigue follándome, sigueeeee así rápido. Roberto pedía que fuese cada vez mas violento en mis embestidas.

No pude aguantar mas, apretando todo lo que pude mientras el realizaba movimientos de sus nalgas con mi miembro dentro me exprimió todo lo que tenía acumulado de la tarde.

- No te salgas, quedémonos así un rato. Roberto parecía dormido mientras yo seguía dentro de el y comenzó a mover las nalgas de nuevo.
- Tengo que irme ya. Van a sospechar. Acerté a decir.
- Vale, pero mañana te espero aquí otra vez. ¿Dejarás que te la meta yo?
- Lo estoy deseando Roberto. Mañana a la misma hora nos vemos aquí otra vez.

No hace falta que os diga que cada vez que Alicia me invitó al campo jamas lo dudaba. Roberto me esperaba con la misma ansiedad que yo, y nuestros encuentros a la orilla del riachuelo siguen hasta ahora.

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente


 
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