Twitter Facebook Google Plus LinkedIn RSS Feed Email

El colmo del narcisismo

lunes, 31 de marzo de 2014 | 0 comentarios

En la Navidad del 99 me lo propuse al fin, voy a ir al gym a ponerme en forma de una vez. Todos mis amigos iban y yo estaba con la vaguería muchos años sin hacer nada de deporte.

Pasaron semanas para entablar conversación con alguien, se veían muy metidos en sus ejercicios y yo nunca quise molestar ante tanto esfuerzo. Cuando eres nuevo la gente te mira con escepticismo y expectación como preguntándose entre ellos cuanto durará éste aquí.
La verdad que fui muy constante y el respeto de los demás me lo gané en poco tiempo, no fallaba a una sola sesión que me tocaba, incluso había días que tenía síndrome de abstinencia por ir y me acercaba un par de horas aunque no fuese mi horario.

Toño fue de los primeros en ayudarme a realizar algunos ejercicios e incluso participaba activamente en mis ejercicios animándome a terminar todas mis series, obviamente yo hacía lo mismo con él, aunque sus ejercicios eran muchísimo mas exigentes que los míos. Participaba en competiciones de fittnes para aficionados y su cuerpo estaba realmente bien entrenado.

Llegué a acostumbrarme a ver normal las sesiones de espejo que la gran mayoría de compañeros de horario hacían, era algo que al principio no podía soportar, pero que hasta yo ya empezaba a mirarme comprobando después de cada ejercicio mis progresos.

Toño y yo siempre terminábamos al mismo ritmo nuestros ejercicios por lo que casi siempre coincidíamos en los vestuarios para la ducha en incluso alguna vez coincidimos en el spa para darnos unos baños de vapor.
Le gustaban que lo mirasen, eso estaba claro, pues era de los pocos que se duchaba con la puerta abierta regodeándose de su cuerpo cuando había alguien en el vestuario. Para mí era un síntoma inequívoco de que “entendía” y poco a poco fui ilusionándome en comerme a ese muchacho algún día.

El día a día fue creando una confianza en la que nos contábamos confidencias cada vez mas ocultas y mientras se duchaba empezó a ver normal que yo estuviese en frente cambiándome o preparándome para ducharme pues seguíamos con la charla como si tal, pero mis ojos no podían separarse de su hermoso cuerpo y sobre todo de un trasero tremendamente parado. Se dio cuenta muchas veces de mis miradas pero no hacía ningún ademán de ocultarse lo que alimentaba mi confirmación de que al chico yo le gustaba.

Ya cansado de tanta insinuación sin respuesta una de las tardes que quedamos, como muchas veces, solos en el vestuario y dentro de las conversaciones que teníamos le dije claramente que yo era homosexual y que si le importaba.

- Ya lo sabía desde el principio, no te preocupes, tus miradas te delatan.
- ¿Y no te sientes incómodo con las miradas?. Insistí para ver si la conversación llegaba hasta buen fin.
- Estoy acostumbrado, llevo muchos años en esto, al principio si me molestaba pero ahora es algo normal con lo que convivo, incluso ahora me gusta mucho que me miren… y que me toquen. Su explicación la tomé con un buen principio.
- ¿Qué te toquen también?, ¡haberlo dicho hombre! Ja, ja, ja. Porque ese cuerpo es para disfrutar tocándolo.

Entró en la ducha dejándome en mis lucubraciones y fantasías, si le gusta que lo toquen quiere decir que también es gay, quería auto-convencerme yo mismo.

- ¿Te molesta que te mire mientras te duchas?. Me atreví a proponerle.
- Claro que no, puedes mirar lo que quieras… y si te apetece me puedes enjabonar. Dúchate conmigo.

La boca se me hizo agua sólo de pensarlo y sin dilación me desnudé dispuesto a disfrutar una rica ducha que imaginaba como terminaría. Antes de entrar aseguré la puerta del vestuario que teníamos, pues aún cabían cuatro personas mas y no quería interrupciones.
Empecé por la espalda a llenarle de jabón con verdadero placer, él no parecía tener ninguna reacción fuera de lo normal, siguiendo por el cuello y masajeándole los hombros. Ahí si empezó a estirar su cuello hacia atrás disfrutando el masaje que le estaba haciendo cuando fui bajando hasta llegar al principio de ese trasero tan vicioso que me había imaginado mil veces.

- ¿Quieres también que te enjabone ahí? Refiriéndome al trasero.
- En todos sitios, no te cortes que me gusta. Esperaba esa confirmación y al fin llegó.

Mi erección era ya tan evidente que tenía que retirarme hacia atrás para no rozarle las nalgas que tanto estaba manoseándole, pero Toño no hacía ningún gesto que me indicara que iba a responder a mis toqueteos.

- ¿No te gusta?, si quieres lo dejo… Rezaba por que no lo dijese.
- Me gusta mucho, no pares, pero es que sólo me gusta que me toquen.

En mi foro interno estaba convencido de que en algún momento Toño respondería a mis provocantes jugueteos con mi dedo en su ano y proseguí esperando el momento en que lo hiciese. Le di la vuelta para comenzar por la parte delantera y su polla estaba en semierección todavía por lo que me perdí enjabonando sus gran pecho durísimo con unos pezones tremendamente parados.
Al llegar a sus ingles soltó una sonrisa de placer que me invitaron a sobar su buena verga sin ningún miramiento.
Producto de la paja disimulada que le estaba dando su verga se empalmo completamente e hice el gesto para bajarme y saborearla pero me frenó en seco agarrando mi cabeza.

- Sólo me gusta que me toquen. No me gusta tener sexo. Disculpa si te he confundido.
- ¿De verdad no quieres que te la chupe?. No daba crédito.
- No me gusta.
- Pues yo estoy súper caliente. Voy a tener que masturbarme para bajarme el calentón. Dije con mi mejor sonrisa.
- Pajeate, que no te de vergüenza.

Dentro de la ducha con un tío así fue muy fácil llegar al éxtasis, sólo mirándole el trasero mi polla explotaba, hasta que explotó. Toño me miró satisfecho y continuó con su aseo personal.

Repetimos infinidad de veces con la vaga esperanza de que algún día tendría algo mas, pero a lo máximo que pude llegar fue a masturbarme entre sus nalgas mientras yo lo masturbaba a él, y sí, se corrió con gran placer.

Tuve que dejar el gym porque empezaba a traumarme la situación, pero sigo acordándome frecuentemente del colmo del narcisismo que sufrí y disfruté.

Y vosotros, ¿habéis tenido alguna situación tan rara?.





Un cuartel bien pequeño

viernes, 28 de marzo de 2014 | 2 comentarios

El aburrimiento de estar un fin de semana sin nada que hacer y sin permiso me llevó a buscar conversación o al menos compañía con cualquiera de los escasos compañeros que quedaban en el cuartel totalmente desolado por la huída de los soldados, o bien de permiso, o bien por su salida de bares por Granada.

Fue difícil pues en un cuartel tan pequeño, hice el servicio militar en pleno centro de la ciudad donde habilitaron un palacio del XIX como sede y un pequeño edificio viejo que adhirieron después como barracón, apenas quedamos unas 15 personas entre soldados, mandos y personal civil de mantenimiento.
El centro financiero de la DIMT2 (así se denominaba) sólo ofrecía como entretenimiento un bar donde la estúpida señora Clara y su marido no daban ningunas ganas de pasar el tiempo allí.

Me voy dónde la caseta de los electricistas o “chipas”, como en nuestro argot los conocíamos, allí siempre suele haber alguien jugando cartas o fumando porros. Me dije a mi mismo como última esperanza de no pasar una tarde realmente cochambrosa.
Conforme llegaba los pequeños ruidos que se apreciaban desde dentro de la caseta me satisficieron… ¡por fin hay alguien para pasar un rato por aquí!
La puerta siempre pasaba abierta por lo que me extrañó no ver a nadie en el almacén, los ruidos venían del pequeño cubículo habilitado como oficina con una simple mesa y sillón sin  reposabrazos que ya estaba destrozado.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a Pepe Couto de espaldas “cabalgando” encima del animal de Gerardo, un chico catalán que era culturista sobrepasado ampliamente de anabolizantes pues estaba exageradamente hinchado y sus músculos estaban a punto de explotar.
Éste le comía los pezones con verdadero vicio mientras sus manos cogían las nalgas del amante incitándolo a no parar de moverse.
Me quedé paralizado delante de la puerta durante un momento ante tan maravilloso espectáculo y no pude evitar quedarme en un lado discretamente viendo el polvo que estaban echando. Sólo había visto el sexo completo en los vídeos porno que tanto consumía con mis amigos, pero nunca al natural, y fue realmente excitante. Tampoco había consumado nunca el sexo hasta el final, solo unos magreos más o menos intensos y unas mamadas con algún rollo temporal tan miedoso e inexperto como yo. Con 19 años se podría decir que era bastante ignorante con el sexo.

Coincidí en la noche con Couto en la ducha mientras me lavaba los dientes antes de ir a la cama y su sorpresa al verme le dio alegría:

- ¿Dónde te has metido toda la tarde?, Creí que no tenías dinero para salir. Sin mirarme y siguiendo con su ducha su tono se notaba alegre.
- Estuve por aquí, yo si te vi esta tarde pero estabas ocupado. Me atreví a decirle sin pensar.
-¿Cómo?, si he estado toda la tarde en la caseta. Su confusión se torno en pavor.
- Fui allí y estabas con el musculitos pasándotelo en grande. Le dije con una sonrisa complaciente para demostrarle que por mí no pasaba nada.

Su cara cambió de color y su mirada ya no aguantaba la mía…

- ¡Llevar cuidado la próxima vez porque os pueden pillar tío!

Fue la última frase que crucé con él durante tres días, me huía y esquivaba para no cruzarse conmigo, algo que me molestaba pues creí haberle demostrado que por mi no habría ningún problema, todo lo contrario me encantaba saber su secreto, sobre todo porque Couto era con los que no me importaría tener sexo dentro del cuartel.

El jueves me tocó mecanógrafo de guardia lo que es un día totalmente de vida perdido, metido en un cuchitril de cuatro metros cuadrados en uno de los rincones mas olvidados del cuartel donde sólo iba alguien para indicarte que tenías que hacer un escrito para cualquier mando, esto podría ocurrir una o dos veces durante todo el día, el resto tenías que estar allí sin poder salir.
Los pasos por el inicio del pasillo me despertaron del letargo en el que me encontraba, al fin alguien venía con algún encargo y estaría entretenido. La puerta se abrió y vi la cara colorada de Couto, me sobresalté y me levanté para recibirlo rápido pues no estaba permitido que entraran soldados sin un encargo para algún superior, y a Couto jamás se lo encargarían.

- ¿Aburrido no?. Rompió el hielo con algo obvio.
- Ya sabes lo que es esto… Me notó la molestia que tenía con él.
- ¿Perdona vale?
- ¿Por qué?
- Ya sabes, te he estado evitando, me daba vergüenza hablar contigo y sí, me gustan los tíos. De una Couto se atrevió a reconocérmelo.
- ¿Y que? A mi también me gustan y por eso no dejo de hablarte ni de avergonzarme.

Su cara sacó su expresión más sorpresiva y cambió su tono a un modo más amable y agradable.
No era a la primera persona que se lo confesaba pero nada mas decirlo me arrepentí, no quería que fuese algo normal de conversación entre los compañeros cuando caí que el también me lo había confesado y a parte lo pillé en pleno acto, no creo que abriera la boca para delatarme.

- ¿Y que vistes?. Retomó la conversación ya mas distendido.
- Todo lo que tenía que ver.
- ¿Y te gustó?
- ¡Mucho!. Tu cuerpo me gusta desde el principio que llegamos, pero no te iba a decir nada, la indiscreción y llamar la atención no es lo mío.

Su cara volvió a sorprenderse sin antes echarme una sonrisita de regusto pues lo estaba adulando y eso lo agradecía con su tierna mirada de muchacho introvertido que era lo que mas me excitaba de él.

- Además sentí envidia del musculitos, yo quería haber sido el que estuviese en su lugar. Nunca he penetrado a nadie y al ver como la hacías me entraron unas ganas terribles de hacerlo, tuve que masturbarme en los baños. Comenté sonriéndole medio avergonzado
- ¡No te creo! ¿Nunca de verdad?. Se sorprendió abriendo sus ojos enormemente.
- He hecho mis cosas, pero eso nunca y ya tengo ganas la verdad…

Sentándose sobre mi pierna rodeó mis hombros en plan complaciente y aprovechando de la texitura coloque mi mano en sus nalgas acariciándolas con cariño.

- Eso tenemos que arreglarlo y cuanto antes. Me beso los labios con ternura mientras su mano dirigía la mía desocupada hacia el interior de su mono verde para que tocara su paquete.

Se notaba que yo también le gustaba y ya no pude decir nada, estaba absorto tocando su empalmada polla con toda la paciencia que el momento me permitía y con la otra agarrando cada vez mas duro sus nalgas.

- Aquí no podemos, puede venir alguien, luego hablamos. Se despidió comprobando antes de irse mi erección que ya estaba deseando ser calmada.

A las 22,00 horas en punto terminó mi guardia de mecanógrafo, 24 horas de lo mas aburrido que una persona pueda experimentar, excepto por ese rato de visita con el que Couto me obsequió.
Antes de llegar al edificio que servía de nuestra habitación conjunta siempre había que pasar antes por el tablón de guardias para asegurarte que tu nombre no estaba. Sólo por costumbre pasé a mirar el cartelón para comprobarlo y la sorpresa me la llevé en forma de ¡“Imaginaria” (guardia de instalaciones) esta noche de una a tres de la mañana!.
Como un león fui directo a la oficina del “furriel”, quién ponía los servicios, para pedir explicaciones.

- Furri ¿que mierda pasa?. Acabo de salir de una guardia de mecanógrafo y ¿me pones otra sin descansar?. Mi humor era de autentico perro rabioso.
- Eh niño habla con el “chispas” gallego, él me pidió que os pusiera juntos a esa hora. Os queda una por hacer en ese turno y me ha pedido el favor de que os ponga esta noche a los dos juntos.

Por la rabia de ver mi nombre en ese maldito tablón no me paré a ver quien era mi acompañante de guardia… Couto lo había preparado todo y mi rabia empezó a convertirse en excitación.
Una ducha rápida y a la cama antes de levantarme a media noche era mi pensamiento cruzando el pequeño patio cuando la mirada Couto se cruzó en mi camino.

- ¡No me ha dado tiempo ha decírtelo! ¡El “furri” me acaba de decir que le has echado una bulla terrible!. Su sonrisa ocultaba sus ganas de que llegara la hora.

- Sí, me ha dado lástima, mañana le pido perdón. Algo me inventaré. Es que se me ha ido la olla viendo el poco tiempo que tenía para descansar.

- Verás como merece la pena. Guiño su ojo y se marchó hacia la caseta

A las 00,55 en punto estábamos los dos en el relevo de “imaginaria” recogiendo nuestras armas, una escopeta "Cetme" común en el ejercito por aquellos días y los complementos con municiones. Una pura formalidad para enseñarnos responsabilidad pues realmente las verdaderas guardias del cuartel las hacía la policía militar, verdaderos militares en una palabra.
Tras la primera vuelta por las instalaciones para presentarnos a los mandos ya no había nada que hacer, sólo sestear durante dos horas intentando que no te pillaran durmiendo y Couto me llevó a los interiores del caserío por varios pasillos que nunca había conocido en el cuartel, era normal, mi vida militar se limitaba a una oficina y mi compañero pasaba todo el día de un lado para otro arreglando cosas.

Me parecía todo un laberinto cuando llegamos a un pasillo angosto en el que no podíamos andar los dos al lado dónde en el final se veía un poco de luz que clareaba y dejaba apreciar un poco a la otra persona.

- Deja el “cetme” aquí. Señaló una pequeña hendidura en la pared.

Quitándose los cinturones y tirantes abrió su camisa para lanzarse hacia mí besándome ansiosamente, respondí con igual pasión correspondiéndole con mis manos tocándole todo lo que podía en muy poco tiempo.
Su respiración estaba aún mas acelerada que la mía y bajé directamente a desabrocharle el pantalón sin contemplaciones. Esa hermosa polla que tanto deseaba tocar ahora la tenía delante de mí y sin dudarlo la besé con desesperación chupando de una forma bastante salvaje que Couto tuvo que frenarme con su mano sobre mi frente.
Se dio la vuelta y bajó su pantalón dejando sus nalgas delante de mi cara, echándose hacia atrás aplastó sus nalgas contra mi boca acariciándome la cabeza ofreciéndome que se lo lubricara.
Mi lengua se volvió loca chupando esas nalgotas ricas mordisqueando de vez en cuando y llegando a su ano rápidamente. No sabía que mi lengua podría proporcionar tanto placer hasta que comprobé que mi amante no paraba de gemir silenciosamente presionándome la cabeza pidiéndome mas.

- Levántate y fóllame ahora. Su voz denotaba mucha pasión

Se apoyó contra la pared empinando su trasero bien abierto para que empezara mi trabajo. Su mano cogió mi polla y la colocó en el sitio justo para que comenzara a empujar.

- Despacio primero hasta que entre, después me das fuerte. Jadeando acertó a dirigir mis primeros pasos.

Apenas entró completa y mi cuerpo se fundió con su espalda solté todo lo que llevaba dentro sin poder controlarme. El placer me recorrió todo el cuerpo antes de pedirle perdón por mi precocidad a la hora de correrme.

- Sshhhh, no te preocupes es normal, a mi la primera vez ni me dio tiempo a meterla, estaba tan excitado que en cuanto vi mi polla entrando eyaculé. Descansamos un poco y volvemos a hacerlo, recién corrido duraras mas.

El descanso se convirtió en un festival de besos durante mas de 15 minutos que me puso de nuevo en acción. Sentados en el suelo mis manos volvieron a entrar en sus pantalones tocando su entrepierna y llegando al agujerito que me volvió loco anteriormente acariciándolo y metiendo mi dedo comprobando que estaba aún lubricado por mi corrida anterior.
Se ladeó bajando de nuevo su pantalón y con cuidado fue entrando de nuevo, aunque esta vez fue mucho mas fácil. El culeo fue infinito debido a mi tardanza y sus gemidos me ponían cada vez mas bruto poniéndolo a “cuatro patas”, posición que le encantó y no paraba de mirarme a los ojos mientras mis huevos chocaban una y otra vez contra sus nalgas.
Levantando sus manos del suelo se hizo hacia atrás y de rodillas estuvimos otro buen rato bombeando, pero esta vez era él el que llevaba el ritmo con su movimiento de caderas, yo me limitaba a masturbar su verga mientras las nalgas no paraban de moverse con mi polla dentro.

La corrida de Couto empapó mi mano de su líquido espeso y caliente dejando su cabeza apoyada sobre mi hombro mientras le besaba dulcemente el lóbulo de su oído.

- Ahora si he aguantado bastante, ¿has disfrutado?. Le pregunté esperando su aprobación.
- Tenemos que repetirlo mañana mismo, me has puesto muy loco y quiero volverlo a hacer. ¿Te ha gustado a ti?, quería que lo pasaras bien la primera vez que follaras.
- Maravilloso Couto ¿mañana a que hora y donde?
- Vente a la hora de comer al almacén, lo hacemos como me pillaste con el musculitos.

La mirada me dijo que era su forma de pedirme perdón.

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!La sorpresa gay del Masai Mara


Un cuarteto de tres*

miércoles, 26 de marzo de 2014 | 2 comentarios

Ya estaba funcionando nuestro cyber-bar un par de meses con más o menos éxito en Catamayo. Se convirtió en un lugar de reunión de unos cuantos hombres del pueblo, donde terminaban su jornada laboral tomando una cervecita con nosotros.
Nos gustaba el círculo diario de gente que estábamos consiguiendo, te hacía sentir bien que los demás vieran nuestro local como un sitio para relajarse charlando un rato.

Don Wilson, mi estimado amigo que me dio a probar sus "dulces andinos", seguía visitándonos frecuentemente y el fue quien nos llevó varia de la clientela, siempre le tendremos infinito aprecio por eso. Como bien dijo en su momento, había varios en el pueblo que querían hacer “amistad” con nosotros, igual que él, y poco a poco fueron dejándose ver la mayoría de nombres que nos comentó.
Tener en el pueblo a dos extranjeros que vivían juntos pero no eran pareja y uno de ellos era homosexual que no le daba ningún reparo en reconocerlo aunque no lo aparentaba, según los cánones que imperaban en esta ciudad, era un verdadero enganche para hacer nueva clientela.

Así llegó Don Rafael Quichimbo, hombre poderoso del pueblo, dueño de varios negocios no todos limpios, según las malas lenguas que en todo pueblo pequeño abundan, que con su gran corpulencia no musculada, la excelsa barriga y su ridículo bigote imponía en la primera presencia. No era nada guapo, pero su color de piel morena-dorada  y sobre todo sus grandes labios carnosos le hacían algo atractivo, tampoco mucho, no nos engañemos.
Hombre bonachón y bueno con los que le rodeaban no dudaba en pagar la cuenta de cuantos en nuestro local había pues a todos les conocía, y sinceramente una cuenta de 20 o 25 dólares en cerveza para él no suponía nada en absoluto.
Muy respetado y querido por la gran mayoría tenía algún que otro enemigo en la sombra que le hacía la vida imposible, pero jamás se le notaba. Sólo hasta esa noche que demostró su vulnerabilidad confesándonos su preocupación con Nuria y conmigo.

Una primera botella de Johnnie Walter nos tomamos entre los tres mientras se desahogaba contándonos toda clase de problemas de sus negocios, con sus hijos y sobre todo con su mujer… “el problema de haberme casado tan joven”, solía decir frecuentemente.
Cuando terminábamos la botella llegó Luchito y Rommel Correa ha unirse a la reunión, dos clientes bien conocidos que era rara la noche que no se dejaban caer por aquí a tomar su cervecita antes de llegar a casa.
Don Rommel sucumbía a la presencia de tan poderosa figura casi postrándose a sus pies, realmente daba vergüenza ajena el “peloteo” exagerado con el que lo trataba.
Ya se le notaban algunas copas como buen viernes que era y no dudó en intentar ponerse a la altura de don Rafael invitando a otra botella.

Nuria ya dijo que por ella era suficiente de trago, pero “quédate tú que este hombre nos interesa que sea amigo nuestro”, teníamos pensamientos de venderle a él nuestro cyber cuando pensáramos marcharnos para continuar con nuestro periplo andino, o al menos ser al primero en ofrecérselo.

El alcohol ya me empezaba a hacer efecto cuando el tema de conversación empezaba a tornarse sexual entre ellos y el final sabía cual sería. Se irían a cualquiera de los prostíbulos de la vía a Cariamanga, eran el lugar favorito de finalización de las borracheras de los viernes en la noche.

- Véngase don Nico, le invito a que descargue con una buena hembra. Don Rafael quería agradecerme a su manera mi paciencia en escuchar sus problemas.

Todos sabían de mi condición pero creo que el alcohol afectaba también su razonamiento o quisieron ponerme a prueba esperando expectantes mi respuesta:

- Le agradezco don, pero yo no pago por sexo, aunque me invite, en todo caso yo cobraría. Sentencié con una sonrisa picarona en mi rostro no sin antes ver que don Rommel y don Rafael se miraban cómplicemente.

Lo dije realmente convencido y dejé abierta la puerta a la ambigüedad para crear dudas en mis acompañantes. Nunca había hablado abiertamente de mi orientación sexual con nadie en el pueblo, pero eso no quería decir que no lo supiesen con certeza, de ahí su expectativa ante lo que respondería a la sincera invitación.

Ya con el local cerrado la segunda botella estaba agonizando cuando Luchito, el fiel escudero de don Wilson, cayó sobre la mesa con sus brazos haciendo de almohada ante la risa de los demás, aunque el nivel de borrachera ya estaba en el punto de “querer a todo el mundo” en los restantes miembros de la reunión, incluido yo.
Con disimulo fui dando tragos cortos y negándome a que rellenaran mi vaso, jamás me ha gustado llegar al punto de ponerme verdaderamente borracho, era una de las cosas a las que no conseguía acostumbrarme en Ecuador.
Don Rafael ya estaba en la etapa de cogernos a todos por el hombro y contarnos confidencias de ebrio, cuando me tocó a mi me resultó desagradable el escuchar cosas sin sentido que apenas entendía, pero lo único que entendí es que con sus tremendos labios rozando mi oreja y notando su respiración me estaba poniendo cachondo.
Con ciertos niveles de alcohol mi libido se dispara con cualquiera que me resulte algo atractivo, y los labios de ese magno hombre lo eran, aunque para nada acompañaba el resto.

Sentados los cuatro ante la tercera botella que volvió a pedir don Rafael, aunque con uno no se contaba pues Luchito seguía su sueño profundo, fue pasando la noche entre cualquier tema de conversación de borrachos poco interesante hasta que cada vez con mas frecuencia el pagador de la última botella se apoyaba en mi muslo para dirigirse a nuestro tercer tertuliano sentado a mi derecha.
En una de esas veces la mano se quedó a medio muslo mientras con la otra no soltaba el vaso de whisky. En cada uno de los momentos que se dirigía a don Rommel mi estimado iba subiendo más la mano y ahí se quedaba hasta la siguiente acometida.
Cuando su mano llegó cerca de la ingle mi verga ya empezaba a reaccionar posándose en los nudillos de éste, pero no hubo reacción por parte de mi acompañante de la izquierda. Parecía que lo hacía por inercia y no le daba ninguna importancia pues seguía la acalorada conversación sobre si a Catamayo le convenía o no la reciente ampliación de su aeropuerto.

Entre los mas disparatados y variopintos argumentos la mano de don Rafael comenzaba a moverse entre el final de mi muslo e ingle haciéndome perder por un momento el sentido de la cordura, quise cogerle la mano y colocarla directamente sobre mi polla, pero pensé que no sería buena idea. Estaba borracho y no podía imaginar como respondería, además don Rommel a mi derecha no parecía darse cuenta del toqueteo que éste  me estaba proporcionando y que estaba provocando una ya vistosa erección que me tenía realmente caliente a pesar de mi mareo debido al whisky.

En el mismo momento en que don Rafael empezó a juguetear con su dedo gordo sobre mi glande don Rommel apartó la mirada de su interlocutor y la fijó donde estaba la acción. No pudo evitar bajar su mano y tocar sus partes intentando acomodar la pequeña erección que experimentó.
Don Rafael seguía tomando whisky mientras sus dedos ya se posaban sin remilgos en  mi glande acariciándolo sin disimulo, a lo que reaccione con toda naturalidad pasándole mi brazo sobre su hombro y haciéndome hacia atrás presentándole todo mi aparato para su disfrute, y el mío claro, aunque reconozco que la borrachera no me dejaba disfrutar como yo hubiese querido.

Mi gesto hizo que su mano recorriera todo mi miembro con suavidad hasta mis huevos, que sobó muy lentamente, aunque él no le daba importancia pues seguía la conversación con don Rommel que sí estaba sin parar de dirigir su mirada a la mano de don Rafael.
Estaba confundido con la situación y por la indiferencia que mostraba mientras me tocaba cuando me dirigió su vaso de whisky hacia mi boca sin dejar de mirar a nuestro otro compañero.
Nada más comprobar que ya no quería mas apartó el vaso y sin dejarlo en la mesa se me acercó y con su lengua limpió el resto de bebida que quedaba en mis labios, no pude hacer otra cosa que abrirla y tocar su lengua con la mía hasta que definitivamente la amarró con sus hermosos labios. Mientras sentía que su mano ya quería entrar por debajo de mi pantalón abrí los ojos y observé que don Rafael no paraba de besarme pero con sus ojos entreabiertos miraba a don Rommel, no se lo que pretendía pero a mi me estaba poniendo tremendamente cachondo.
La situación se estaba convirtiendo en bastante morbosa y mi inercia empezó a funcionar sin que yo la dirigiese dado que instintivamente con mi mano derecha bajé mi pantalón dejando al descubierto todo mi paquete.

La mirada de don Rafael seguía fija en don Rommel mientras su mano bajaba lentamente por mi tronco dejando al descubierto mi glande en todo su esplendor. Éste atónito no perdía detalle de todo el espectáculo gratis que estaba presenciando cuando con una pequeña señal de don Rafael se acercó y también empezó a masturbar mi verga mientras él volvía a mordisquear mis labios y mi lengua.

- Apóyese en la mesa. Me dijo susurrando el oído.

En pié y apoyando mi trasero sobre la mesa le presentaba mi armamento apuntándole directamente a la cara cuando con sumo cuidado regó lo que quedaba del vaso de licor por toda la punta de la polla. Me estremecí cuando sentí sus labios succionando mi miembro tan suavemente y repitió la operación del whisky varias veces hasta que me dio la vuelta para comenzar a regarlo desde el principio de mi trasero lo que empapó todas mis nalgas.
Las fue secando con sus labios calientes rematando con su lengua en mi ano que ya hacía  estragos, movimientos tan rápidos me provocaban unos espasmos de placer que no creía que podría aguantar mucho tiempo mientras sus manos abrían mis nalgas con robustez.

Don Rommel ya había sacado su miembro y no paraba de masturbarse sin perder detalle de la excelsa comida de trasero que su compañero me realizaba. Una polla realmente larga con un glande a punto de eyacular, pero yo fui más rápido.
Me dio la vuelta para con su mano coger mi polla y masturbarla rápidamente sólo frotando la parte alta, apretando mi glande impidió que mi esperma saltara por los aires para caer por todo el miembro dejándolo empapado con todo mi esperma.
Lo observaba como el que observa un dulce antes de comérselo, con deseo y paciencia para que no se acabara nunca.
Agarró a don Rommel del brazo para colocarlo justo enfrente de el y los dos comenzaron a limpiar mi polla con sus labios, uno a cada lado.
Mis manos acariciaban sus cabezas como agradecimiento a la rica mamada que me estaban proporcionando mientras notaba como don Rommel se retiraba pues estaba acelerando el ritmo para eyacular. Fue cuando don Rafael tomo el relevo y devoró todo el resto de mi verga que desapareció entres sus labios a la misma vez que sus ojos miraban los míos y succionaba todo lo que quedaba.

El último trago de whisky fue entre don Rafael y yo, dado que don Rommel quedó después de eyacular apoyado en la mesa imitando a Luchito, cayó rendido con la borrachera y la corrida.

- ¿Usted no quiere correrse mi don?. Rompí el silencio.
- No don Nico, he tomado y se me hace imposible cuando estoy borracho, ya tengo una edad y mis excesos de juventud ya empezaron a pasarme factura.
- Pues otro día, cuando usted quiera le pago el favor, pero prefiero que estemos sobrios para hacerle disfrutar conscientemente. Mi sonrisa la agradeció correspondiéndome con la suya.
- Sí estoy sobrio jamás haría algo así mi amigo. No se me moleste. Sentenció.

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador





El rugby y yo. Íntimos amigos

domingo, 23 de marzo de 2014 | 0 comentarios

De Alicante a Las Palmas de Gran Canaria sólo hay dos horas y media de vuelo pero se me hicieron eternas, las turbulencias me aterrorizaban y mi miedo a volar me provocaba una sudoración enorme que una de las azafatas del avión estaba casi exclusivamente a mi servicio para lo que necesitase, pero al fin aterrizamos y muy atentamente la señorita fue a interesarse por mi estado.

- Ya pasó, muchas gracias, disculpe el viaje que le he dado.. Tocar suelo ya me había relajado.
- No se preocupe, le pasa a mas gente de la que se imagina. Tengan una buena estancia en las islas afortunadas. Su sonrisa complaciente me ayudó a pasar el mal trago.

Doy fe de que en esos momentos me arrepentí de haber invitado a mi madre a visitar a su prima Candela, ella vivía en Canarias desde que se separó hacía unos cuantos años huyendo de su pasado para empezar una nueva vida, pidió el traslado para que la recolocaran en otra tienda de la marca y la primera plaza que salió libre la cogió, pues no soportaba trabajar en el mismo sitio que su expareja.

Mi madre y ella a pesar de la distancia mantenían el contacto regularmente, desde niñas eran inseparables y recuerdo su preocupación cuando su prima pasó por todo el trauma de la separación, aunque siempre sospeché que lo pasó peor que su propia prima.
Candela era una mente abierta para su época, mi madre siempre le decía cariñosamente “la hippie” por su apertura mental, no entendía como vivió varios años con su pareja sin casarse pero aún así se adoraban.

La “tía Cande”, como yo siempre la llamaba, se presentó en la sala de llegadas con un verdadero mastodonte de compañero, sobre unos treinta y largos años, sobre el 1.80 de altura, de aspecto bruto pero tierno a la vez con una perilla que no se recortaba desde hace días.

- ¿Has venido con escolta?. Le comentó mi madre después de fundirse en un abrazo con ella.
- ¡No seas mala nada mas llegar!, es Pancho, un amigo del trabajo, compite en lucha canaria, así que lleva cuidado cuando lo saludes que te espachurra. La mirada de tía Cande le dejó entrever que luego le contaría más.
- Encantada Pancho, disculpa el comentario que le hice a Candela, soy muy bromista.
Mi madre, tan estupenda ella, se hizo con él a la primera.
Con una gran sonrisa la recibió entre sus brazos como si la conociese de siempre y dándome la mano a mí le comentó que Candela le había hablado mucho de ella.

-¡Joder David, estas guapote!, lo de la natación te está poniendo hecho un hombretón.

La tía Cande estaba puesta al día de mis logros deportivos en el equipo de natación de mi ciudad, a mis 17 años entrenaba cuatro horas diarias y mi cuerpo estaba muy fibrado.

- Ja ja tía, entreno mucho ahora por los campeonatos de verano, se me tiene que notar.

Noté que Pancho me repasaba atentamente mientras hablaba con mi tía pero no le di mucha importancia, yo estaba concentrado en ella. Hacía como cuatro años que no la veía y su aspecto era el mismo. Sin duda sabía mantenerse muy bien.
Recorrimos toda la cinta costera de Las Palmas hasta llegar a la pequeña propiedad donde nos alojaríamos por una semana, una casa vieja de ladrillo visto a medio arreglar, con una pequeña alberca adaptaba para servir como piscina en un rincón bastante coqueto que la tía había acomodado. Se veía muy acogedor y muy propio de ella, conociendo a la prima de mi madre me imaginaba la casa decorada muy en plan rural y por supuesto todo manual, como realmente era.

Descansar toda la tarde después del martirio de viaje que pase me cargó las pilas, pues a la mañana siguiente estaba totalmente recuperado y con ganas de hacer cosas.
Llegando a la cocina mi madre y tía Cande no paraban de ponerse al día hablando bien bajito por lo que esperé en el resquicio a que terminara esa confidencia que se contaban. Poniendo el oído me dí cuenta de que hablaban de Pancho, era de esperar, mi tía le explicaba esa amistad con derechos que mi madre jamás entendería y mas cuando oí que le decía “es un buen amigo, de los primeros que hice aquí, pasa conmigo mucho tiempo y duerme aquí la mayoría de días, nos lo pasamos muy bien juntos, pero no quiero nada de compromisos”.

La cara de mi madre era un puro poema, no lo lograba entender.

- ¡No vas a cambiar nunca!. Le dijo entre risas.
- Cariño, he aprendido a disfrutar mi vida, ahora estoy genial. Mi tía hablaba con sinceridad.
- Quien me iba a decir a mi que mi compañero con quien mejor estoy le da a los dos palos.

La confesión de mi tía me dejó helado a mi igual que a mi madre, ya sabía el porqué de su repaso a todo mi cuerpo en el aeropuerto. Pero empezaron a atacarme las dudas… ¿estaría bien entrarle siendo el compañero de mi tía?, ¿si nos pillaba se liaría la gorda en la casa?, y lo mas importante: ¿le gustaría yo a Pancho para que mi estancia todavía fuese mejor en la isla?.
No era mi tipo de hombre, pero podría adaptarme. Después de los entrenos, en los vestuarios, había tenido sexo con varios de los cursos abiertos de natación. Me gustaba mucho jugar en las duchas, siempre caía alguno… flacos, gordos, osos, jóvenes, viejos. Mi edad era para disfrutar y eso pensaba hacer.

- ¿David te gusta el rugby?

Panchito durante la comida empezó una pequeña conversación conmigo al ver el silencio que había. Realmente teníamos hambre y su forma de romper el hielo dejó sorprendidas a mi tía y a mi madre.

- Me gustan todos los deportes. El rugby no especialmente, no se las reglas y me cuesta trabajo seguirlo. Pero sí me gusta verlo… Lo que mas gustaba obviamente eran esos enormes tipos con ropa ajustada y sobándose los paquetes cuando hacían “meles”.

- Yo te lo explico, es fácil, cuando lo entiendes te apasiona. Esta tarde televisan el Gales-Irlanda del V Naciones.

- Sí David, interrumpió la tía Cande, quedaos y esta tarde me llevo a tu madre de compras, necesitamos pasar tiempo solas para ponernos al día. Mañana nos vamos todos y os enseñamos la ciudad. ¡Tarde de hombres! Pancho no hay mucha cerveza, compra si queréis para el partido.

Lógicamente no puse ningún impedimento, la idea de quedarme sólo con Pancho empezaba a gustarme. Lo tantearía para ver si habría posibilidades.

La mezcla del rugby y la cerveza empezaba a desinhibirme comentando el partido haciendo reír a Pancho varias veces al demostrar mi desconocimiento sobre el juego. Intentaba explicarlo pacientemente pero mi ojos solo se iban a esos cuellos gruesos y a esos pantalones tan apretados.
No pude callarme cuando uno de los jugadores apareció en primer plano con excesivos pelos en la espalda.

- Eso le afea mucho, el tío es guapo y ese vello lo jode. Por inercia daba por echo que Pancho no se extrañaría de mi comentario, aunque claro, yo jugaba con ventaja, ya sabía que le iban los tíos.

- ¿No te gusta el vello?. Siguió la conversación pues parecía haberle gustado lo que dije.
- Sí, claro que sí, pero en su debido sitio. Noté que ya no me cortaba al ver su interés.
- Tú parece que no tienes nada, estás limpito.
- Ahora sí, cuando empezamos a entrenar fuerte tenemos que depilarnos para poder deslizar mas fácilmente. Parece una tontería pero se mejoran las marcas.
- ¿Pero en todo el cuerpo?
- Yo sí, ya me he acostumbrado y se está cómodo sin vello.

Pancho puso cara de incomodidad al pensar en depilarse, soltó un risotada al imaginarse en una camilla puesto de espaldas depilandose.

- Uff, creo que jamás podría.
- Pero tú los tienes en su sitio, el vello exagerado es lo que me da asco. Asentí provocándole una sonrisa de agradecimiento.
- ¿Y dices que no hay nada de vello en tu cuerpo, ni en el culo tio? Suena morboso… su expresión cambió a una sonrisita picarona y se empinó el resto que le quedaba de la cerveza.

Al levantarme para ir a por otra cerveza observé como debajo de su bañador amarillo su polla empezaba a levantarse ligeramente. Mi risa condescendiente se cruzó con su mirada brillante.

- ¿Te importa?. A la vuelta de la cocina con dos cervezas en la mano comprobé que se había quitado la camiseta de tirantes que lucía.
- Para nada, estás en tu casa. Di mi aceptación sin dudarlo.

El partido continuaba y nuestro pulso por ver quien daba un primer paso se hacía cada vez mas largo para provocarme una erección debajo de mi chándal blanco que intentaba ocultar con un pequeño cojín forrado en seda.
Estaba claro que tenía que ser yo el que pusiese el pie para que surgiera algo, el no lo iba a hacer, no se si por respeto a mi tía, porque era menor o porque realmente era bastante corto. Me inclino mas por esta última opción.

- Pero pica mucho cuando empieza a salir el vello otra vez. Retomé la conversación metiéndome la mano bajo el pantalón rascándome sin disimular.

La sonrisa de Pancho ya se tornaba inquieta sin parar de mirar mi entrepierna.

- ¡A ver! Déjame ver todo eso lisito de pelo, tengo curiosidad. Al fin daba algún paso…

Bajé mi pantalón hasta donde justo empieza mi verga, dejando ver el comienzo del tronco. Reconozco que calzo bastante bien, al menos todos me lo dicen, 19 cm y no muy gruesa.

Los ojos de Pancho al ver el comienzo de mi polla se encendieron con su marrón intenso, notaba que esto estaba a punto y con una naturalidad pasmosa le cogí la mano y se la puse en el final de mi barriga.

- No ves, ya está saliendo el vello y por eso es lo que pica. Era ahora o nunca me dije.

Su mano fue acariciando y su dedo meñique como el que no quiera la cosa rozaba el principio de mi verga a lo que reaccionó con un movimiento instintivo de empezar a empalmarse.
Mirandome pidió su aprobación y su tremenda mano fue entrando bajo mi pantalón agarrando todo el tronco de mi verga. Sin abrir la boca estuvo bastante tiempo acariciándomela sin que fuese exactamente una masturbación, se le notaba disfrutando de ese momento pero su dulzura a mi me estaba provocando que me molestasen los pantalones. La erección ya era regia y dolía tenerla dentro del calzón.
Con un experto movimiento me ví con los pantalones quitados y con Pancho arrodillado frente a mi con su boca besándome el glande.

- ¡Que pedazo de polla gastas chico!

Su boca comenzó el trabajo muy dulcemente succionando en mis ingles, lo que me hacía jadear, recorría todo el tronco hasta terminar lamiendo mis huevos mientras con la mano hacía movimientos mas bruscos para masturbarme.
Después de diez minutos en éxtasis mis ojos se abrieron para comprobar que se levantaba del suelo y me levantó del sofá.

- No me entra entera tu polla en la boca, pero si sé de un sitio donde va a entrar completa. Su actitud ya era morbosa, los pezones los tenía como piedras, se le notaba con vicio.

La hamaca del porche se notaba reforzada para el peso de Pancho, no creo que bajara de 120 kg de hermosa carne bien maciza.
Se sentó a caballo sobre la hamaca ordenándome que me sentara detrás. Su bañador ya había desaparecido postrándose ante mí unas tremendas nalgotas con algo vello que me ofrecía ese lindo ano para follarlo.
Entró de una sin pausa, ese culo estaba dado por el uso y sus manos dirigían las mías por sus pezones y su abundante pelo del paquete.
Culeaba con fuerza, le mordía la espalda, pellizcaba sus pezones, besaba su nuca… un no parar de vicio me recorrió la espalda, me volví loco por momentos. Nunca me había follado un culo tan grande y duro.

- Estoy a punto, ¿me corro dentro?. Le susurré al oído.
- Que no se te escape ni una gota. Me dijo en plan paternal.

Me corrí con mi boca jadeando sobre su espalda y mis manos agarrando con ansiedad su verga y uno de sus pezones.

- ¡Sigue un poquito mas que ya me corro!

Apenas lo dijo sentí en mi mano su leche ardiendo de placer y fui masturbándolo suavemente rociando toda su polla de su propio esperma.

Nos anocheció sentados en la hamaca sin parar de sobarnos hasta que oímos la llegada de las mujeres de nuestra vida.

Ese día definitivamente el rugby y yo comenzamos un idilio.

Siempre hay una primera vez

sábado, 22 de marzo de 2014 | 1 comentarios




¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente

Ramón siempre venía a pasar el mes de julio con sus abuelos en el pueblo, vivía en la ciudad con su madre y para nosotros era como un semidios del futbol que nos visitaba en verano. Jugaba en las categorías inferiores del Real Murcia, y a sus 15 años tenía un cuerpo espectacular para su pequeña estatura.
Cuando jugábamos los partidillos de la pandilla yo lo hacía de portero y me pasaba todo el rato observando sus piernas y su trasero bien marcado por esos ridículos pantalones azules de la selección española del mundial del 82. Pero lo que mas me gustaba de esos partidos era cuando terminaban. Todos nos reuníamos en la orilla del huerto labrado para la ocasión a comentar los vaivenes del juego y a reírnos de los compañeros paquetes, que en todos los equipos siempre había.
Así pasábamos la mayoría de la tarde hasta que anochecía y poco a poco se iban marchando los amigos hasta que quedábamos unos tres o cuatro para terminar dentro de los arbustos del final del campo a tocarnos y mirar quien la tenía mas grande y con mas pelo.
Esos juegos a mis 13 o 14 años eran lo máximo de excitación que podía esperar y lo disfrutaba con una ansiedad preocupante para mi época.
Ramón era introvertido en su trato normal pero cuando llegaba ese momento se notaba que era el que mas experiencia tenía, o mejor dicho, el que mas vivido y lanzado era, pues nos proponía unas cosas que a los demás nos daba verdadera vergüenza, a lo que el respondía con unos aires de superioridad que de verdad me molestaba.

En una de esas reuniones tuve la gran suerte de que nos quedamos solo tres bastante temprano, Paco, uno de mis mejores amigos con los que había jugueteado varias veces a tocarnos y masturbarnos, Ramón y yo.
Extrañamente Ramón fue muy seco con Paco y se le notaba incomodo con él a lo que mi amigo se dio cuenta y se marchó de mal humor, pero sinceramente no me importó.

- ¿Porque has sido tan seco con el?, ¿es que no te cae bien Paco?
- Sí me cae bien, pero quería que nos quedáramos los dos solos. Me dijo sin titubear.
- ¿Y eso porque, que pasa?. Pregunté con curiosidad.
- Tú eres mejor que estos, son muy críos todavía, se asustan con nada.

No estaba de acuerdo con él pero mi autoestima subió en ese momento, sin duda sabía como hacerme sentir bien. Desde luego a mi me jodía que me trataran como a un niño, aunque lo era, pero oírle decir que no lo era me provocaba un sentimiento de que podía hacer cualquier cosa.

Acostados boca abajo en los arbustos abandonados no paraba de repasar con mi mirada el excelente trasero que tenía de hacer tanto deporte, y en una de esas miradas me pilló. Mi calor empezó a subir a mis mejillas y mi mirada saltó al suelo bruscamente. No quería ni mirarle la cara.

- Seguro que estas empalmado ya, ¿verdad?. Me dijo riéndose e intentando meterme la mano.
- Es por lo de antes cuando estábamos pajeandonos. Me resistí sin mucho convencimiento.
- Antes te la he mirado y la tienes más grande que la mía. ¡Déjame tocarla anda!.

Sabía convencerme para sentirme cómodo y accedí no sin antes advertirle que sólo un rato. No quería que pensara que yo era maricón.
Su mano se notaba experimentada en masturbar y poco a poco me fui relajando mientras intentaba meterme la mano por debajo del pantalón de deporte.

- Date la vuelta que te pajée bien. No te cortes que a mi me gusta tocártela, desde que te la he visto antes lo estaba deseando.

Dudando me di la vuelta y mi erección ya salía de los pantalones con lo que Ramón puso cara de satisfacción comprobando que realmente yo estaba bien excitado por el. Metió la mano bajo mi pantalón y la suave forma en que me lo hacía me hizo suspirar y cerrar los ojos dejándome hacer hasta que me sobresaltó cuando me plantó su boca en la mía y me encontré sin darme cuenta su lengua jugueteando dentro de mí. Nunca había besado con lengua y me resultó maravilloso.

- ¡Tócame el culo, que se que te gusta!. Su lengua descansó sólo para decirme eso y continuó.

Las cosas iban demasiado rápidas pero no iba a dejar que pensara que era un mojigato, aunque todo me estaba viniendo demasiado grande, todo era nuevo, pero de “perdidos al río”. Estaba dispuesto a llegar donde fuese. Recordaba mientras me besaba las veces que no podía dejar de mirarlo mientras jugábamos al fútbol y no iba dejar pasar la ocasión de sobetear ese culo que me parecía de otro mundo.

- Méteme las manos por dentro, no seas vergonzoso. Me gusta mucho como me lo tocas, se nota que tenías ganas de "cogerme por banda". Su lengua volvió a parar pero esta vez para ver como le metía las manos por debajo del pantalón.

Lo hice muy lentamente para disfrutar el momento, aunque cada vez apretaba sus nalgas con más ganas, ese culito blanco y duro estaba sin parar de moverse dirigiendo mis manos a los sitios donde él quería.

- Pajeate en mi culo, verás que rico.

Me puse encima de Ramón y rozando mi polla entre sus nalgas creí ver las estrellas. Su culo se empinaba mientras me frotaba para enseñarme su ano, pero me asustó al pensar en metérsela, nunca lo había hecho y además ya estaba a punto de eyacular. La corrida en su espalda le hizo estremecerse y empujarme con su mano para que me acostara encima de mi propio esperma sobre el. Mi polla seguía empalmada y con su mano la colocó rozando su agujero haciendo movimientos exquisitos que volvieron en un pequeño rato a ponerme de nuevo cachondo.

- ¿Quieres hacerlo tú?. No lo dije muy convencido, pero al ver lo que había disfrutado quise experimentarlo.

Revertimos nuestra posición y su pequeña verga empezó el mismo proceso que hice yo, realmente se disfrutaba mucho hasta que sentí su dedo humedecido en mi ano, me asusté y quise resistirme.

- ¿Probamos un poco y si no te entra lo dejamos vale?
- Ramón nunca lo he hecho, me da miedo. Acerté a decirle entre puros nervios y perdiendo el miedo a que me tomara por un flojo. A la vez lo deseaba.
- Duele un poco al principio, pero después verás que rico se siente, si no te gusta lo dejo, no te preocupes. Me convenció.

Para mi sorpresa su paciencia fue infinita y sentirlo encima de mí con su verga dentro bombeandome cada vez mas duro fue realmente excitante, sudaba y jadeaba junto a mi oído diciéndome si me gustaba como me follaba, si que quería que siguiese.
Yo no podía parar de gemir de placer, no quería que terminara nunca.

- ¡Me voy a correr, me voy a correr!

Sacó su polla y regó mi espalda igual que anteriormente yo lo hice, acostándose sobre su esperma en mi. No paró de besarme el cuello, la nuca, la oreja... No paraba de pasar su lengua por mi cuello lentamente lo que me activaba de nuevo y volvió a metérmela, ésta vez fue bombeambo mas suave un buen rato hasta que sentí una nueva corrida, pero esta vez dentro de mi. Eso me excitó terriblemente, sentir su leche dentro fue como darle ON a un botón y volver a sobre-excitarme.

Ya era de noche y tuvimos que irnos, el tiempo pasó muy rápido y no hubo tiempo de más. Sólo de otro beso donde Ramón mordió mi labio y volvió a coger mi polla empalmada y me dijo al oído:

- Mañana me la metes tú a mí. ¡Hasta mañana!

No dormí en toda la noche de la excitación por recordar todo lo que había pasado esa tarde, sólo quería que llegara la tarde siguiente para verlo de nuevo. Y lo vi. Vaya que si lo vi… y todo el verano nos estuvimos viendo, un verano inolvidable.

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente


Dulces Andinos (V)*

jueves, 20 de marzo de 2014 | 0 comentarios

Con la prueba superada y con una erección de mil demonios bajo mi pantaloneta adidas marrones me encaminé hacia el lugar que me indicó. Flores de mil colores, vegetación exuberante, árboles enormes que se veían mayores y descuidados, todo un compendio de nuevas imágenes que devoré delicadamente haciéndome olvidar por un momento de don Wilson y el buen rato que seguro iba a pasar con el.
Ya habían pasado como 30 minutos y había encontrado el pequeño estanque que me comentó. Realmente un lugar idílico, una laguna rodeada de esa pequeña baranda artesanal de diferentes trozos de madera deformada que todos hemos hecho alguna vez en nuestra niñez. El agua entraba por un pequeño resquicio subterráneo y salía con dulzura por un desagüe que se notaba hizo la mano humana, pues las paredes se veían muy rectas.

Apoyado en la baranda y absorto en mis pensamientos mirando el agua me percaté que don Wilson bajaba por la pequeña cuestecilla que desembocaba en su estanque. Venía adornado con un sombrero de estilo panameño para protegerse del sol y en su mano derecha una gorra que claramente era para mí, pues se me olvidó la maldita con las prisas al salir de Catamayo.
Conforme se iba acercando a donde me encontraba me fijaba en su pantaloneta, ya se marcaba una pequeña erección que no disimulaba y que me permitía comprobar por primera vez su poya. Parecía gorda pero no larga… pronto lo comprobaría.

Se apoyo en la baranda a mi lado rozándome con su brazo y me ofreció la gorra.

Póngasela que el sol está dando duro. La insolación es una enfermedad común aquí abajo.
- Gracias don, se me olvidó en casa la mía y la verdad es que lo estoy notando. Le agradecí.
- ¿Y entonces?, ¿qué le parece el sitio?
- Me encantó. Llevaba usted razón, es un lugar donde se puede uno relajar y olvidarse de todo.

Ya estaba notando que su mano empezaba de nuevo a acariciar mi espalda y tarde o temprano esperaba fuese bajando cuando un crujir de ramas me llamó la atención y me sobresaltó.

¿Viene alguien?. Dije asustado.
Seguro que no, cualquier perro, por aquí hay muchos. Me tranquilizó mientras su mano ya empezaba a sobetear mis nalgas de una forma mas descarada.
¿Le gustó?
- ¡Mucho!, y el estanque también. Fue el pistoletazo de salida.

Mientras me explicaba cualquier trivialidad sobre el estanque su mano entro entre mis nalgas accediendo delicadamente a tocar mi ano con un dedo juguetón de una forma que me hizo suspirar. Estaba realmente excitado pero no quería apresurar nada, me gustaba como iban marchando las cosas y me dejé hacer.
En el momento que se puso detrás mió y apretó su paquete contra mis nalgas pude comprobar lo gruesa de su poya colaborando con unos pequeños movimientos de cadera para dar mi aceptación al roce de su paquete. Lo estaba disfrutando tanto o más que yo, su respiración empezaba a agitarse sobre mi nuca, sus pezones arañaban mi espalda y sus manos comenzaron a recorrer mis muslos tan delicadamente que estuve por dirigirlas a mi entrepierna sin remilgos, pero como dije, me fui dejando hacer y esperé a que “el patrón” llevara el ritmo.
Al fin llegó a mis partes y no pude más que estirar mi cuello hacia atrás por el escalofrío de placer que me provocaba el ligero movimiento de su mano masturbando mi verga por encima de la pantaloneta.

El sol y la excitación empezaban a pasarnos factura al notar que desde su barbilla goteaba sudor que caía en el comienzo de mi espalda, lo que aún le daba un toque más de morbo a la situación.

Su culito me está poniendo muy bruto. Acertó a decirme suavemente y con la voz entrecortada.
Ya lo estoy notando patrón, mi poya va a explotar si sigue usted así. Le avisé.
Vamos a una sombra que aquí tomamos demasiado sol.

Me dirigió cogido a mi cintura hacia la zona arbolada de donde venía el sonido que escuché del quiebre de ramas. Un tronco partido enorme en medio de la arboleda se presentaba como zona perfecta para seguir con nuestros quehaceres, rodeado de hierba recién mojada del día anterior, pero no nos importó, el frescor de la hierba nos vendría bien.
Pillándolo de improviso me lancé hacia él amarrándolo con una mano su hermosa nalga y con la otra el paquete, los dulces andinos que tantas ganas tenía de probar.
No pude dejar pasar la oportunidad de mientras acariciaba este estruendoso manjar que no cabía en mi mano repasar con mi lengua unos de sus pezones tan carnosos y empinados que me provocaban morderlo sin parar. Don Wilson se dejó hacer, ahora le toca a él pensaría, y fui recorriendo el otro pezón sin dejar de empujarlo hacia mi con la mano que cacheteaba su nalgota redonda y dura.
Sus gemidos respondían a cada mordisquito que le daba en los pezones y a cada cachete en su nalga cuando otra vez el ruido del romper de ramas me molestaba.

No se preocupe, no vamos a dejar de oírlos. ¿Le gustan mis dulces?. Me preguntó para que olvidara el ruido tan molesto.
Espectaculares patrón. Sentémonos en el suelo, quiero disfrutarlos con paciencia. Le apremié.

Se sentó en la hierba y su espalda se apoyó sobre el gran tronco muerto, esperó a que yo hiciese lo mismo para con su mano izquierda bajar la parte delantera de la pantaloneta que me dejaba ver su gorda verga totalmente empalmada con ese par de dulces cargados de toda la adrenalina acumulada por nuestro juego de todo el día.
Sin dudarlo agarré la verga acariciándola suavemente destapando el fruto que escondía, un glande rojo-amoratado enorme que ya estaba húmedo y desprendía un olor inconfundible a excitación. No era una poya bonita, ni mucho menos, muy gorda e igualada pero de tamaño medio, unos 14 cm calculé y unas venas demasiado pronunciadas. Aún así para mí se veía muy apetitosa pero quise excitarlo aún más antes de comerme ese tesoro.
Estuve un ratito masturbándolo muy suavemente mientras miraba su expresión de placer que le impedía abrir los ojos y no paraba de relamerse hasta que directamente fui a besarle el rudo cuello.
Se estremeció de tal manera que pensaba que iba a correrse ya, pero con su mano intentando entrar en mi trasero por debajo de la pantaloneta me apretó hacia el y con una voz desgarbada susurró a mi oído; ¡cómetela papi!.

Me acomodé boca abajo perpendicular a su lado y frente a mi ya solo tenía esa bicha que me miraba llamándome impacientemente. Quería mantener el ritmo suave que don Wilson impuso al encuentro y con mi lengua fui saboreando lentamente el principio de una mamada que quería que mi anfitrión recordara siempre.
Chupar solo su glande y juguetearlo con mi lengua era mi comienzo hasta que pidiese más, y con un suave empujón de su mano, que tocaba dulcemente mi cabeza, bajé suavemente hacia el final.
Me cabía toda en la boca a pesar de su grosor, lo que a mi compañero le producía un placer indescriptible cuando mis labios tocaban la carne del comienzo de la verga. Cuando llegaba hasta el final jugueteaba con su escaso vello igual que su rudo dedo buceaba por mi ano con movimientos lentos y circulares como pretendiendo abrir el orificio, lo que me provocaba unos gemidos silenciosos que por inercia hacían empinar mis nalgas para facilitarle el trabajo.
Duré una eternidad besando y lamiendo sus huevos, me explayé con mi lengua recorriendo cada centímetro de esos hermosos óvalos morenos y grandotes que abarcaban toda mi boca.
Intenté volver hacia arriba buscando de nuevo su glande pero me frenó dulcemente con su mano y mirándolo directamente a lo ojos comprobé que estaba humedeciéndose los dedos para proseguir con su trabajo en mi culo.

- ¿Móntate encima y te culeo rico, ok?. Me pregunto mientras sus dedos ya estaban lubricándome.

Frente a frente nos observamos a los ojos con infinito placer e hizo ademán de intentar quitarse esa pantaloneta para estar más cómodo. Ascendí para facilitarle el trabajo no sin ponerle mas “guinda al pavo” rozando mi poya por toda su barriga y su pecho hasta que después de conseguir quitarse lo que le molestaba dirigió su boca directamente a mi poya tragándosela toda de una. Mientras estaba dentro su lengua no paraba de juguetear con mi glande cuando sus manos empujaron mis nalgas mas adentro, parecía que quería que entrara toda mi persona en su boca. Tuve que frenarle con una sonrisa pues si seguía así sería yo el que descargara antes de que mi culo probara ese dulce dentro de el.

Con maestría separó mis nalgas y mientras su poya iba rozando mi agujero creí venirme, pero rápidamente me levantaba haciéndole saber que estaba a punto.

- Yo estoy igual, me va a explotar enseguida, pero quiero sentirla dentro de ti. Quiero entrar hasta que mis huevos toquen tus nalgas.

Esa última frase me puso de un modo salvaje y me mentalicé para dirigir la operación yo mismo. Conforme su verga entraba la cara de don Wilson abría los ojos mas intensamente demostrando su placer, sus manos cacheteaban mis nalgas cada vez mas fuerte y a ese ritmo conseguí que entrara completamente sin apenas notarlo, pues mi excitación estaba a un nivel que ni yo recordaba.
No dio tiempo para mucho, apenas tres o cuatro bombeos y “el patrón” me apretó contra él por mi cintura y no pudo ni avisar. Una corriente de calor intenso sentí dentro de mí mientras hacía unos movimientos suaves para que disfrutara más su abundante corrida.

Durante al menos cinco minutos estuvimos abrazados e inmóviles con su cabeza en mi pecho y su verga dentro de mi, cuando de repente su cabeza se levantó y una mirada de agradecimiento apareció mirándome fijamente; gracias papito, ahora te toca a ti, ¡levántate!.

Yo estoy ya “patrón”, con poquito me vengo.

Mientras se lo comentaba ya tenía mi poya dentro de su boca haciendo movimientos bruscos y rápidos mientras sus manos seguían manoseando mis nalgas, y cuando me llegó el espasmo de correrme quise sacarla de su boca pero presionándome las nalgas no me dejó.
Llene su boca de mi esencia, pues yo también llevaba mucho acumulado, y por sus comisuras no dejaba de brotar mi esperma, una imagen que me sobreexcito y volví a soltar mas sin ni siquiera yo esperarlo. La carcajada de don Wilson le provocó el derrame de todo el contenido sobre su pecho y en vez de limpiarse como yo hubiese hecho se lo restregó por sus pezones con verdadera solemnidad e idolatría.

- Así me acuerdo todo el día de este rato don Nico.

Extrañamente su trato había vuelto a ser como antes de pasar nuestro ratito íntimo, algo que me descontroló por un momento pero me aclaró la conversación que tuvimos mientras volvíamos a la caseta donde seguramente ya estaría el almuerzo preparado.

- Don Nico estoy seguro que esto quedará entre usted y yo. El pueblo es muy pequeño y yo estoy casado.
- No lo dude, no me gusta propagar mis buenos ratos con nadie, despreocupese. Además si me gano su confianza con esto seguro algún día querrá que lo repitamos.

La cara de don Wilson no salió de su asombro al oír mis palabras.

¿Querría usted repetir conmigo? Me dijo asombrado.
Por supuesto que sí, usted me gusta físicamente y he disfrutado muchísimo. No le mentí.
En el momento que lo quiera vuelvo a ser su patrón.
- Y yo su papazote. Apostillé con la aceptación de mi compañero.

Me desconcertó la sorpresa que mostró al demostrarle que yo repetiría encantado y durante nuestra vuelta no dejaba de pensar en el porqué de esa sorpresa mientras el no paraba de indicarme sitios, plantas, árboles, frutos…

Don Wilson disculpe, pero antes de que lleguemos me gustaría saber porque se extraña tanto de que quiera volver a tener un buen rato como antes con usted. De una vez me atreví a tocar el tema.

Hombre don Nico, sinceramente creo que para usted yo soy uno mas de los muchos que puede conseguir culearse en el pueblo, pero usted a mi me atrajo desde el principio. Un extranjero aventurero, joven, bien parecido, homosexual aceptado y orgulloso… créame, es usted un gancho en el pueblo para muchos como yo. La gente desde que vinieron hablan don Nico, y al enterarme de ustedes quise entablar amistad para ver si habría posibilidad de alguna aventura pero al conocerlos les tomé bastante cariño aunque usted nunca daba ninguna señal que me diera esperanzas, por eso hoy le he disfrutado como si fuese el último.
No se equivoque conmigo don Nico, yo adoro a mi mujer, adoro a mis hijos, me gusta el sexo con mi mujer, pero sobre todo me gusta el sexo, con mujer o hombre me da igual, lo disfruto mucho en cuanto tengo la mínima oportunidad y usted me provocó mucha excitación desde que lo ví, pero lógicamente aquí no puedo demostrarlo y ha sido un gran placer conseguir que usted tuviese sexo conmigo. Es como una meta conseguida y si realmente quiere repetir conmigo estoy encantado.

Sinceramente me abrumó su elocuencia, aunque la última parte la ví innecesaria lo que me creó un sentimiento de compasión difícil de explicar. Yo jamás me he tenido en tan alta estima, todo lo contrario. Nuria era la que me levantaba la moral y me enseñó a quererme a mi mismo.

Cogiendo a mi acompañante sobre el hombro quise explicarle que a mi los hombres como el me encantaban sexualmente, pero el miedo a que lo tomara como algo sentimentalmente comprometedor me aterró. En eso si tenía claro que si algún día tuviese pareja jamás sería un hombre casado y con problemas de aceptación con su condición sexual.

Don Wilson me gustaría repetir con usted y cuanto antes. Esas ricas nalgotas también quiero probarlas.

Los ojos del “patrón” se iluminaron al oír mis palabras y me regaló una sonrisa de agradecimiento que no creía merecer. Lo decía con toda sinceridad, yo quería volver a estar con el.

Sólo tiene usted que decírmelo, siempre será un placer volver a verle degustar unos dulces andinos. Comentó volviendo a poner su mano sobre una de mis nalgas.

Ahí fuimos caminando en silencio hasta llegar al borde del arbolado, mi brazo seguía sobre su hombro y su mano seguía acariciando dulcemente mis dos nalgas uniformemente cuando un brusco chasquido de ramas rotas nos sobresalto.
Los dos nos separamos instintivamente buscando el motivo de dicho ruido y del centro de la arboleda apareció uno de los muchachos que nos ayudó a cargar cuando llegamos.

Don, estaba buscándolos para que vinieran a almorzar, los muchachos ya descansaron y están esperándolos.

El muchacho de tez bien morena por el sol durante el trabajo venía con la camiseta quitada y recogida en un hombro, con la respiración agitada y sin mirarnos a la cara, su mirada se dirigía al camino de vuelta para que nos apresuráramos.

Mi estómago empezó a revolverse de nervios y vergüenza. Don Wilson me leyó el pensamiento; seguro que no nos vio, y si lo ha hecho disfrutó mas que nosotros, créame. 

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador




 
Copyright © -2012 Relatos Gay de Paca Oros All Rights Reserved | Template Design by Favorite Blogger Templates | Blogger Tips and Tricks