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Dulces Andinos (y VI)*

miércoles, 9 de abril de 2014 | 0 comentarios



Dormíamos los dos en la única cama de la cabaña que Don Wilson me había enseñado, Nuria estaba rendida con la recogida del maíz y yo de haber probado los ricos “DulcesAndinos” que tan gustosamente me habían ofrecido por la mañana cuando nuestro anfitrión con cara de malas pulgas irrumpió en el porche maldiciendo al encargado de moler el maíz en Opoluca, donde pensaba trasladarlo en la tarde para terminar entregándolo en Loja previamente vendido.
Nuestra pequeña siesta fue muy reparadora a pesar del despertar a base de chillidos de don Wilson, nos acostamos recién almorzados cuando los demás se fueron a seguir con la labor de la recogida. Doña Teresa había preparado en nuestro honor una fritada realmente exquisita que entre el cansancio de la mañana y el empacho de comida con cerveza nos dejo fuera de combate.

- Se jodió la planificación Lucho, ahora veremos si da tiempo a entregarlo mañana. Tendré que llamarlos para que no cuenten con ello para curarnos en salud.,  Nuestro anfitrión hablaba con su ayudante todavía con un humor de perros.

Cambiando el tono a más amable se dirigió a nosotros, que ya nos levantamos por la bulla, para explicarnos lo que pasaba, aunque ya habíamos oído todo.

- Como ya no hay prisa por la entrega, si quieren y no tienen prisa por llegar a Catamayo podemos quedarnos aquí a pasar la noche y mañana temprano salir, pues hasta las nueve el señor de la moledora no va a estar.

- Por nosotros no hay problemas Don Wilson, por un día mas que no trabajemos en la obra no pasa nada, nos viene bien este par de días de desconectarnos. Nuria ni pidió mi aprobación, sabía que iba a estar de acuerdo, y realmente lo estaba, más oportunidad de volver a verme a solas con nuestro amigo pensé.

Ya mas distendidos y con los ánimos calmados nos reunimos en el pórtico con una charla bastante amena sobre como era el proceso de molido, aunque hablamos de todo un poco. Anochecía lentamente y los muchachos que recogían el maíz comenzaron a llegar a cuentagotas a la cabaña con su tarea terminaba, doña Teresa fue de las primeras en llegar para preparar un excelente reconstituyente a base de humitas y bolón de queso, regado con café y horchata con limón.
El grupo de muchachos no pasaba de los 20 años, pero la mayoría parecían aún mas joven por la constitución de su físico, era una verdadera visión de efebos caminando hacia nosotros. Casi todos, según me explicó don Wilson, eran de Lauro Guerrero y Yamana, chicos que terminaron en algunos casos el bachiller y empezaban a trabajar, y otros que dejaban los estudios temporalmente para sacarse el sustento.
Entre ellos el hijo de doña Teresa, quien fue a avisarnos en la mañana a don Wilson y a mí para ir a almorzar. Estaba totalmente convencido de que nos había visto en nuestro “affaire” pues jamás me miraba a la cara y muy pocas veces se dirigió a mí para nada, a pesar de que se veía dicharachero y de los que más hablaban durante la cena.

- Vayan a bañarse al río después de cenar, es rico después del día de trabajo, se relaja uno muy bien para poder dormir, aunque con lo cansada que estoy no creo mi que me haga falta. La señora nos invitó dando por hecho que los muchachos irían y sería rico acompañarlos.

- Yo si voy a ir, vente conmigo Nico. Nuria adoraba todas esas pequeñas aventuras.

Con dos humitas y un bolón de queso en mi estomago no me agradaba mucho la idea de ir al río pero al ver que todos los muchachos nos acompañarían me animé. Ya de camino los chicos departían amistosamente con nosotros sobre el duro día de trabajo cuando Aron, el hijo de doña Teresa, llegó apresurado al grupo para directamente dirigirse hacia Nuria y a mi e indicarnos que durante el baño nos mantuviésemos siempre al lado de ellos, pues el río tenía unas corrientes traicioneras y ellos se limitaban a darse el baño en una pequeña poza que hacía el meandro mas adelante de la curva de entrada a la hacienda.

- Ok Aron, no nos retiraremos de ahí. Eran las primeras palabras que cruzaba con el y su voz sonaba a responsable del grupo.

Aron no tendría mas de 18 años, pero su carácter se advertía muy extrovertido con todos. Vivía con su madre en la hacienda de don Wilson desde que éste la heredó, lo que ya iba para tres años y casi era él, mas que su madre, el que se encargaba del mantenimiento y el cuidado de todo.
Se veía fuerte por el trabajo de campo, con una piel trigueña sin vello que realmente apetecía probar, pero lo que más resaltaba eran sus labios grandes y carnosos que seguro traerían a más de una por la calle de la amargura. El calzón que traía no paraba de imaginármelo mojado cuando estuviésemos bañándonos y mi impaciencia me hizo acelerar el paso…

- ¡Es aquí! El guía nos frenó con sus manos por la oscuridad que reinaba, estaba nublado y las nubes apenas dejaban pasar un pequeño hilo de luz lunar.

Nuria sentada dentro de la poza no paraba de repetirme que era un autentico lujo, y en verdad lo era. Disfrutamos del baño durante más de media hora totalmente aislados de los muchachos en silencio, eran esas cosas que nos hacía ser tan amigos, nos gustaba lo mismo y no nos importaba lo que los demás pensaran, nos regocijamos en el momento todo lo que pudimos.
Varios de los muchachos ya iban saliendo del río para regresar y esperaban en la orilla sentados sobre la hierba, de verlos me dio frío, pero la temperatura era verdaderamente sofocante a pesar de estar de noche, según nos dijo Luchito mas adentrada la oscuridad la temperatura baja y se puede dormir bien, a eso de las once de la noche se mueve una brisa muy agradable, pero aún eran como las nueve de la noche aunque se apreciaba ya una noche cerrada.

- Nosotros nos quedamos, gritó Aron a los compañeros, está el agua muy rica como para irse ya, comentó mientras su mirada se dirigía hacia nosotros.

- Yo me voy con ellos Nico, ya tengo bastante de agua para dormir en la gloria. ¿Te quedas?. La mirada de Nuria sabía la respuesta, aún así quería mi confirmación que con un gesto afirmativo de mi cabeza apareció.

Ella ya sabía de mis intenciones, vio que no paraba de observar a Aron durante todo su baño y con su claridad meridiana de siempre junto a mi oído se expresó: Ya puede salir la zorra que llevas dentro.

Aron y Kevin se quedaron acompañándome y sin dejar de mirar como la oscuridad hacía perder de vista al grupo que se retiraba cuando se acercaron a mí para sentarse justo enfrente iniciando conversación.

- Estamos acostumbrados a bañarnos sin ropa don Nico, ¿a usted le importa?. Aron fue directo y sin dudas.
- No hombre, todo lo contrario. Estoy acostumbrado a ver hombres desnudos. Mi promiscuidad siempre ponía las palabras exactas en mi boca.

La sonrisa de Kevin, el compañero que se quedó con nosotros, era muy esclarecedora lo que me hizo empezar a ver que realmente podría pasar algo grande esta noche. Sin espera los dos quitaron su calzón por debajo del agua dejándome chafado con las esperanzas de verlos totalmente desnudos y tirándolos hacia la hierba se veían aliviados.

- ¡Así se está mejor! Aron estaba sentado estirando sus manos hacía atrás mirando a Kevin.

Durante unos pocos minutos el silencio se hizo incómodo pero de sólo imaginarme lo que había debajo del agua hizo que mi miembro empezara a despertar. No tuve reparos en quitarme yo también el bañador, pero lo hice de una manera que me permitiría comprobar si realmente había posibilidad de algo.
Poniéndome en pié, lo que dejaba sólo hasta mis muslos dentro del agua, bajé mi calzón dejando a la vista mis 17cm semierectos delante de ellos mientras mi mirada repasaba sus movimientos.

- Si que se está rico desnudo en el agua, comenté con total naturalidad para romper el hielo de la impresión que mis acompañantes habían experimentado. Los dos quedaron boquiabiertos al verme desnudo, y no por mi tamaño ni mucho menos, sino por la erección que no me dio ninguna vergüenza en mostrar. Era hora de avanzar y si no iba a pasar nada mejor irnos a dormir.

- El agua es que me excita mucho y más por la noche, a mí se me pone dura enseguida. ¿A vosotros no? Solté una risa nerviosa al ver que mis acompañantes continuaban mudos.

Aron se levantó y sonriendo dejó ver su esplendida verga bien erecta.

- Yo llevo un rato ya así.
- Vaya! Es bien grande Aron, déjame que la toque. No pensaba dar marcha atrás, ya se estaba haciendo tarde y la situación no avanzaba nada por lo que iba directo al grano.

Aron avanzó hacia mí y cogiendo su verga la llevé directamente hacia mi boca, no opuso ninguna resistencia, todo lo contrario, sus manos se apoyaron en mi cabeza mientras la suya se dirigía a Kevin invitándole a adelantarse y ponerse de pié.
A las dos pollas, una en cada mano, iba masturbándolas y jugueteando con ellas, juntándolas y metiéndolas en mi boca uniformemente.
Las caras de placer de los muchachos se cortaron en seco cuando oímos un brazear de agua más abajo del río. Venía don Wilson nadando desde la oscuridad hacia nosotros. Los muchachos instintivamente habían vuelto a sentarse dentro del agua pero su mirada se relajó cuando vieron que era el patrón, quien nadaba torpemente llegando desde la otra entrada a la pozeta donde nos encontrábamos.

- ¿Todavía están aquí? Ya es tarde muchachos, mañana hay que trabajar de nuevo.

La frase fue efectiva para que los chicos se levantaran y se fuesen a descansar refunfuñando entre ellos, se habían perdido un buen rato con el extranjero, el patrón había aparecido en el momento justo.

- ¿Se los estaba trabajando? La sonrisa de don Wilson mientras se sentaba a mi lado jadeando del esfuerzo natatorio era evidente.
- Se hacía lo que se puede patrón. No hay que desaprovechar las oportunidades.
- Le dije que el muchacho seguramente disfrutó más que nosotros…pero a usted lo quiero disfrutar yo. La mirada de mi “patrón” ya era irresistible.

Su brazo pasó por mi hombro y los labios se dirigieron hacia los míos con su boca entreabierta dejándome ver el blanco de sus dientes. Nos fundimos en unos besos largos y morbosos con su lengua muy activa dentro de mi boca.
Mis manos ya no podían estar quietas y entraron bajo la pantaloneta sobando sus testículos dulcemente cuando me agarró la mano bajándola directamente hacia sus nalgas.

- Házmelo con el dedo. Su voz sonaba apasionada y dulce, no era como en la mañana con esa ansiedad tan a flor de piel.

Mientras mi mano iba destapando ese gran trasero besaba su pecho con verdadera dulzura, el “patrón” entre gemidos mordisqueaba mi lóbulo y jugueteaba con su lengua en mi cuello. Mi boca después de un gran recorrido se detuvo en su oído susurrándole obscenidades que lo ponían aún más cachondo mientras ya eran dos los dedos que no paraban de entrar y salir del orificio cada vez mas dilatado.

- ¡Cógeme suave papazote¡ que ya estoy a punto de venirme. Reconozco que me gustaba mucho cuando me llamaba así.

Con sus piernas sobre mis caderas fue entrado mientras las manos en mis nalgas iban marcando la intensidad que quería. Su boca no paraba de jadear a la vez que chupaba mi lengua con una dulzura extrema pidiéndome con la  mirada que fuésemos despacio.

- No puedo mas “patrón” ¡voy a correrme!.

Mientras me corría dentro de él su verga escupió semen tan fuerte que traspaso el agua y no pudimos mas que reírnos al ver que la salpicadura llegó a mi rostro.

- No salgas, quédate un rato así. Me abrazó contra el y durante mas de 10 minutos estuvimos inmóviles disfrutando el momento.

Ya se levantaba la suave brisa que Luchito me comentó en la tarde, el frío dentro del agua se notaba mucho cuando estabas quieto pero el patrón parecía inmune.

- Vamos rápidos que va a coger frío, nos quedamos en la caseta de los víveres. De nuevo su trato volvía a ser como antes de haber tenido sexo.

Una fina manta tirada en el suelo nos serviría como cama durante toda la noche pero lo que mas calentaría sería dormir pegados por la estrechez del habitáculo.

- Apóyese en mi si tiene frío don Nico, no le de vergüenza después de todo lo que hemos hecho. La amabilidad de don Wilson no tenía parangón.

Directamente me eché sobre su barriga con mi boca al lado de la suya, no pudimos reprimirnos y comenzamos de nuevo a besarnos, aunque esta vez no era para iniciar el cortejo sexual, había algo mas que me ponía nervioso.

Entre beso y beso sus manos acariciaban mi espalda dándome calor y lo siguiente que recuerdo fue abrir los ojos ya de mañana con sus ojos clavados en mí. ¡Que buen despertar!

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!: La pandilla adolescente de juegos no tan inocentes

Un cuarteto de tres*

miércoles, 26 de marzo de 2014 | 2 comentarios

Ya estaba funcionando nuestro cyber-bar un par de meses con más o menos éxito en Catamayo. Se convirtió en un lugar de reunión de unos cuantos hombres del pueblo, donde terminaban su jornada laboral tomando una cervecita con nosotros.
Nos gustaba el círculo diario de gente que estábamos consiguiendo, te hacía sentir bien que los demás vieran nuestro local como un sitio para relajarse charlando un rato.

Don Wilson, mi estimado amigo que me dio a probar sus "dulces andinos", seguía visitándonos frecuentemente y el fue quien nos llevó varia de la clientela, siempre le tendremos infinito aprecio por eso. Como bien dijo en su momento, había varios en el pueblo que querían hacer “amistad” con nosotros, igual que él, y poco a poco fueron dejándose ver la mayoría de nombres que nos comentó.
Tener en el pueblo a dos extranjeros que vivían juntos pero no eran pareja y uno de ellos era homosexual que no le daba ningún reparo en reconocerlo aunque no lo aparentaba, según los cánones que imperaban en esta ciudad, era un verdadero enganche para hacer nueva clientela.

Así llegó Don Rafael Quichimbo, hombre poderoso del pueblo, dueño de varios negocios no todos limpios, según las malas lenguas que en todo pueblo pequeño abundan, que con su gran corpulencia no musculada, la excelsa barriga y su ridículo bigote imponía en la primera presencia. No era nada guapo, pero su color de piel morena-dorada  y sobre todo sus grandes labios carnosos le hacían algo atractivo, tampoco mucho, no nos engañemos.
Hombre bonachón y bueno con los que le rodeaban no dudaba en pagar la cuenta de cuantos en nuestro local había pues a todos les conocía, y sinceramente una cuenta de 20 o 25 dólares en cerveza para él no suponía nada en absoluto.
Muy respetado y querido por la gran mayoría tenía algún que otro enemigo en la sombra que le hacía la vida imposible, pero jamás se le notaba. Sólo hasta esa noche que demostró su vulnerabilidad confesándonos su preocupación con Nuria y conmigo.

Una primera botella de Johnnie Walter nos tomamos entre los tres mientras se desahogaba contándonos toda clase de problemas de sus negocios, con sus hijos y sobre todo con su mujer… “el problema de haberme casado tan joven”, solía decir frecuentemente.
Cuando terminábamos la botella llegó Luchito y Rommel Correa ha unirse a la reunión, dos clientes bien conocidos que era rara la noche que no se dejaban caer por aquí a tomar su cervecita antes de llegar a casa.
Don Rommel sucumbía a la presencia de tan poderosa figura casi postrándose a sus pies, realmente daba vergüenza ajena el “peloteo” exagerado con el que lo trataba.
Ya se le notaban algunas copas como buen viernes que era y no dudó en intentar ponerse a la altura de don Rafael invitando a otra botella.

Nuria ya dijo que por ella era suficiente de trago, pero “quédate tú que este hombre nos interesa que sea amigo nuestro”, teníamos pensamientos de venderle a él nuestro cyber cuando pensáramos marcharnos para continuar con nuestro periplo andino, o al menos ser al primero en ofrecérselo.

El alcohol ya me empezaba a hacer efecto cuando el tema de conversación empezaba a tornarse sexual entre ellos y el final sabía cual sería. Se irían a cualquiera de los prostíbulos de la vía a Cariamanga, eran el lugar favorito de finalización de las borracheras de los viernes en la noche.

- Véngase don Nico, le invito a que descargue con una buena hembra. Don Rafael quería agradecerme a su manera mi paciencia en escuchar sus problemas.

Todos sabían de mi condición pero creo que el alcohol afectaba también su razonamiento o quisieron ponerme a prueba esperando expectantes mi respuesta:

- Le agradezco don, pero yo no pago por sexo, aunque me invite, en todo caso yo cobraría. Sentencié con una sonrisa picarona en mi rostro no sin antes ver que don Rommel y don Rafael se miraban cómplicemente.

Lo dije realmente convencido y dejé abierta la puerta a la ambigüedad para crear dudas en mis acompañantes. Nunca había hablado abiertamente de mi orientación sexual con nadie en el pueblo, pero eso no quería decir que no lo supiesen con certeza, de ahí su expectativa ante lo que respondería a la sincera invitación.

Ya con el local cerrado la segunda botella estaba agonizando cuando Luchito, el fiel escudero de don Wilson, cayó sobre la mesa con sus brazos haciendo de almohada ante la risa de los demás, aunque el nivel de borrachera ya estaba en el punto de “querer a todo el mundo” en los restantes miembros de la reunión, incluido yo.
Con disimulo fui dando tragos cortos y negándome a que rellenaran mi vaso, jamás me ha gustado llegar al punto de ponerme verdaderamente borracho, era una de las cosas a las que no conseguía acostumbrarme en Ecuador.
Don Rafael ya estaba en la etapa de cogernos a todos por el hombro y contarnos confidencias de ebrio, cuando me tocó a mi me resultó desagradable el escuchar cosas sin sentido que apenas entendía, pero lo único que entendí es que con sus tremendos labios rozando mi oreja y notando su respiración me estaba poniendo cachondo.
Con ciertos niveles de alcohol mi libido se dispara con cualquiera que me resulte algo atractivo, y los labios de ese magno hombre lo eran, aunque para nada acompañaba el resto.

Sentados los cuatro ante la tercera botella que volvió a pedir don Rafael, aunque con uno no se contaba pues Luchito seguía su sueño profundo, fue pasando la noche entre cualquier tema de conversación de borrachos poco interesante hasta que cada vez con mas frecuencia el pagador de la última botella se apoyaba en mi muslo para dirigirse a nuestro tercer tertuliano sentado a mi derecha.
En una de esas veces la mano se quedó a medio muslo mientras con la otra no soltaba el vaso de whisky. En cada uno de los momentos que se dirigía a don Rommel mi estimado iba subiendo más la mano y ahí se quedaba hasta la siguiente acometida.
Cuando su mano llegó cerca de la ingle mi verga ya empezaba a reaccionar posándose en los nudillos de éste, pero no hubo reacción por parte de mi acompañante de la izquierda. Parecía que lo hacía por inercia y no le daba ninguna importancia pues seguía la acalorada conversación sobre si a Catamayo le convenía o no la reciente ampliación de su aeropuerto.

Entre los mas disparatados y variopintos argumentos la mano de don Rafael comenzaba a moverse entre el final de mi muslo e ingle haciéndome perder por un momento el sentido de la cordura, quise cogerle la mano y colocarla directamente sobre mi polla, pero pensé que no sería buena idea. Estaba borracho y no podía imaginar como respondería, además don Rommel a mi derecha no parecía darse cuenta del toqueteo que éste  me estaba proporcionando y que estaba provocando una ya vistosa erección que me tenía realmente caliente a pesar de mi mareo debido al whisky.

En el mismo momento en que don Rafael empezó a juguetear con su dedo gordo sobre mi glande don Rommel apartó la mirada de su interlocutor y la fijó donde estaba la acción. No pudo evitar bajar su mano y tocar sus partes intentando acomodar la pequeña erección que experimentó.
Don Rafael seguía tomando whisky mientras sus dedos ya se posaban sin remilgos en  mi glande acariciándolo sin disimulo, a lo que reaccione con toda naturalidad pasándole mi brazo sobre su hombro y haciéndome hacia atrás presentándole todo mi aparato para su disfrute, y el mío claro, aunque reconozco que la borrachera no me dejaba disfrutar como yo hubiese querido.

Mi gesto hizo que su mano recorriera todo mi miembro con suavidad hasta mis huevos, que sobó muy lentamente, aunque él no le daba importancia pues seguía la conversación con don Rommel que sí estaba sin parar de dirigir su mirada a la mano de don Rafael.
Estaba confundido con la situación y por la indiferencia que mostraba mientras me tocaba cuando me dirigió su vaso de whisky hacia mi boca sin dejar de mirar a nuestro otro compañero.
Nada más comprobar que ya no quería mas apartó el vaso y sin dejarlo en la mesa se me acercó y con su lengua limpió el resto de bebida que quedaba en mis labios, no pude hacer otra cosa que abrirla y tocar su lengua con la mía hasta que definitivamente la amarró con sus hermosos labios. Mientras sentía que su mano ya quería entrar por debajo de mi pantalón abrí los ojos y observé que don Rafael no paraba de besarme pero con sus ojos entreabiertos miraba a don Rommel, no se lo que pretendía pero a mi me estaba poniendo tremendamente cachondo.
La situación se estaba convirtiendo en bastante morbosa y mi inercia empezó a funcionar sin que yo la dirigiese dado que instintivamente con mi mano derecha bajé mi pantalón dejando al descubierto todo mi paquete.

La mirada de don Rafael seguía fija en don Rommel mientras su mano bajaba lentamente por mi tronco dejando al descubierto mi glande en todo su esplendor. Éste atónito no perdía detalle de todo el espectáculo gratis que estaba presenciando cuando con una pequeña señal de don Rafael se acercó y también empezó a masturbar mi verga mientras él volvía a mordisquear mis labios y mi lengua.

- Apóyese en la mesa. Me dijo susurrando el oído.

En pié y apoyando mi trasero sobre la mesa le presentaba mi armamento apuntándole directamente a la cara cuando con sumo cuidado regó lo que quedaba del vaso de licor por toda la punta de la polla. Me estremecí cuando sentí sus labios succionando mi miembro tan suavemente y repitió la operación del whisky varias veces hasta que me dio la vuelta para comenzar a regarlo desde el principio de mi trasero lo que empapó todas mis nalgas.
Las fue secando con sus labios calientes rematando con su lengua en mi ano que ya hacía  estragos, movimientos tan rápidos me provocaban unos espasmos de placer que no creía que podría aguantar mucho tiempo mientras sus manos abrían mis nalgas con robustez.

Don Rommel ya había sacado su miembro y no paraba de masturbarse sin perder detalle de la excelsa comida de trasero que su compañero me realizaba. Una polla realmente larga con un glande a punto de eyacular, pero yo fui más rápido.
Me dio la vuelta para con su mano coger mi polla y masturbarla rápidamente sólo frotando la parte alta, apretando mi glande impidió que mi esperma saltara por los aires para caer por todo el miembro dejándolo empapado con todo mi esperma.
Lo observaba como el que observa un dulce antes de comérselo, con deseo y paciencia para que no se acabara nunca.
Agarró a don Rommel del brazo para colocarlo justo enfrente de el y los dos comenzaron a limpiar mi polla con sus labios, uno a cada lado.
Mis manos acariciaban sus cabezas como agradecimiento a la rica mamada que me estaban proporcionando mientras notaba como don Rommel se retiraba pues estaba acelerando el ritmo para eyacular. Fue cuando don Rafael tomo el relevo y devoró todo el resto de mi verga que desapareció entres sus labios a la misma vez que sus ojos miraban los míos y succionaba todo lo que quedaba.

El último trago de whisky fue entre don Rafael y yo, dado que don Rommel quedó después de eyacular apoyado en la mesa imitando a Luchito, cayó rendido con la borrachera y la corrida.

- ¿Usted no quiere correrse mi don?. Rompí el silencio.
- No don Nico, he tomado y se me hace imposible cuando estoy borracho, ya tengo una edad y mis excesos de juventud ya empezaron a pasarme factura.
- Pues otro día, cuando usted quiera le pago el favor, pero prefiero que estemos sobrios para hacerle disfrutar conscientemente. Mi sonrisa la agradeció correspondiéndome con la suya.
- Sí estoy sobrio jamás haría algo así mi amigo. No se me moleste. Sentenció.

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador





Dulces Andinos (V)*

jueves, 20 de marzo de 2014 | 0 comentarios

Con la prueba superada y con una erección de mil demonios bajo mi pantaloneta adidas marrones me encaminé hacia el lugar que me indicó. Flores de mil colores, vegetación exuberante, árboles enormes que se veían mayores y descuidados, todo un compendio de nuevas imágenes que devoré delicadamente haciéndome olvidar por un momento de don Wilson y el buen rato que seguro iba a pasar con el.
Ya habían pasado como 30 minutos y había encontrado el pequeño estanque que me comentó. Realmente un lugar idílico, una laguna rodeada de esa pequeña baranda artesanal de diferentes trozos de madera deformada que todos hemos hecho alguna vez en nuestra niñez. El agua entraba por un pequeño resquicio subterráneo y salía con dulzura por un desagüe que se notaba hizo la mano humana, pues las paredes se veían muy rectas.

Apoyado en la baranda y absorto en mis pensamientos mirando el agua me percaté que don Wilson bajaba por la pequeña cuestecilla que desembocaba en su estanque. Venía adornado con un sombrero de estilo panameño para protegerse del sol y en su mano derecha una gorra que claramente era para mí, pues se me olvidó la maldita con las prisas al salir de Catamayo.
Conforme se iba acercando a donde me encontraba me fijaba en su pantaloneta, ya se marcaba una pequeña erección que no disimulaba y que me permitía comprobar por primera vez su poya. Parecía gorda pero no larga… pronto lo comprobaría.

Se apoyo en la baranda a mi lado rozándome con su brazo y me ofreció la gorra.

Póngasela que el sol está dando duro. La insolación es una enfermedad común aquí abajo.
- Gracias don, se me olvidó en casa la mía y la verdad es que lo estoy notando. Le agradecí.
- ¿Y entonces?, ¿qué le parece el sitio?
- Me encantó. Llevaba usted razón, es un lugar donde se puede uno relajar y olvidarse de todo.

Ya estaba notando que su mano empezaba de nuevo a acariciar mi espalda y tarde o temprano esperaba fuese bajando cuando un crujir de ramas me llamó la atención y me sobresaltó.

¿Viene alguien?. Dije asustado.
Seguro que no, cualquier perro, por aquí hay muchos. Me tranquilizó mientras su mano ya empezaba a sobetear mis nalgas de una forma mas descarada.
¿Le gustó?
- ¡Mucho!, y el estanque también. Fue el pistoletazo de salida.

Mientras me explicaba cualquier trivialidad sobre el estanque su mano entro entre mis nalgas accediendo delicadamente a tocar mi ano con un dedo juguetón de una forma que me hizo suspirar. Estaba realmente excitado pero no quería apresurar nada, me gustaba como iban marchando las cosas y me dejé hacer.
En el momento que se puso detrás mió y apretó su paquete contra mis nalgas pude comprobar lo gruesa de su poya colaborando con unos pequeños movimientos de cadera para dar mi aceptación al roce de su paquete. Lo estaba disfrutando tanto o más que yo, su respiración empezaba a agitarse sobre mi nuca, sus pezones arañaban mi espalda y sus manos comenzaron a recorrer mis muslos tan delicadamente que estuve por dirigirlas a mi entrepierna sin remilgos, pero como dije, me fui dejando hacer y esperé a que “el patrón” llevara el ritmo.
Al fin llegó a mis partes y no pude más que estirar mi cuello hacia atrás por el escalofrío de placer que me provocaba el ligero movimiento de su mano masturbando mi verga por encima de la pantaloneta.

El sol y la excitación empezaban a pasarnos factura al notar que desde su barbilla goteaba sudor que caía en el comienzo de mi espalda, lo que aún le daba un toque más de morbo a la situación.

Su culito me está poniendo muy bruto. Acertó a decirme suavemente y con la voz entrecortada.
Ya lo estoy notando patrón, mi poya va a explotar si sigue usted así. Le avisé.
Vamos a una sombra que aquí tomamos demasiado sol.

Me dirigió cogido a mi cintura hacia la zona arbolada de donde venía el sonido que escuché del quiebre de ramas. Un tronco partido enorme en medio de la arboleda se presentaba como zona perfecta para seguir con nuestros quehaceres, rodeado de hierba recién mojada del día anterior, pero no nos importó, el frescor de la hierba nos vendría bien.
Pillándolo de improviso me lancé hacia él amarrándolo con una mano su hermosa nalga y con la otra el paquete, los dulces andinos que tantas ganas tenía de probar.
No pude dejar pasar la oportunidad de mientras acariciaba este estruendoso manjar que no cabía en mi mano repasar con mi lengua unos de sus pezones tan carnosos y empinados que me provocaban morderlo sin parar. Don Wilson se dejó hacer, ahora le toca a él pensaría, y fui recorriendo el otro pezón sin dejar de empujarlo hacia mi con la mano que cacheteaba su nalgota redonda y dura.
Sus gemidos respondían a cada mordisquito que le daba en los pezones y a cada cachete en su nalga cuando otra vez el ruido del romper de ramas me molestaba.

No se preocupe, no vamos a dejar de oírlos. ¿Le gustan mis dulces?. Me preguntó para que olvidara el ruido tan molesto.
Espectaculares patrón. Sentémonos en el suelo, quiero disfrutarlos con paciencia. Le apremié.

Se sentó en la hierba y su espalda se apoyó sobre el gran tronco muerto, esperó a que yo hiciese lo mismo para con su mano izquierda bajar la parte delantera de la pantaloneta que me dejaba ver su gorda verga totalmente empalmada con ese par de dulces cargados de toda la adrenalina acumulada por nuestro juego de todo el día.
Sin dudarlo agarré la verga acariciándola suavemente destapando el fruto que escondía, un glande rojo-amoratado enorme que ya estaba húmedo y desprendía un olor inconfundible a excitación. No era una poya bonita, ni mucho menos, muy gorda e igualada pero de tamaño medio, unos 14 cm calculé y unas venas demasiado pronunciadas. Aún así para mí se veía muy apetitosa pero quise excitarlo aún más antes de comerme ese tesoro.
Estuve un ratito masturbándolo muy suavemente mientras miraba su expresión de placer que le impedía abrir los ojos y no paraba de relamerse hasta que directamente fui a besarle el rudo cuello.
Se estremeció de tal manera que pensaba que iba a correrse ya, pero con su mano intentando entrar en mi trasero por debajo de la pantaloneta me apretó hacia el y con una voz desgarbada susurró a mi oído; ¡cómetela papi!.

Me acomodé boca abajo perpendicular a su lado y frente a mi ya solo tenía esa bicha que me miraba llamándome impacientemente. Quería mantener el ritmo suave que don Wilson impuso al encuentro y con mi lengua fui saboreando lentamente el principio de una mamada que quería que mi anfitrión recordara siempre.
Chupar solo su glande y juguetearlo con mi lengua era mi comienzo hasta que pidiese más, y con un suave empujón de su mano, que tocaba dulcemente mi cabeza, bajé suavemente hacia el final.
Me cabía toda en la boca a pesar de su grosor, lo que a mi compañero le producía un placer indescriptible cuando mis labios tocaban la carne del comienzo de la verga. Cuando llegaba hasta el final jugueteaba con su escaso vello igual que su rudo dedo buceaba por mi ano con movimientos lentos y circulares como pretendiendo abrir el orificio, lo que me provocaba unos gemidos silenciosos que por inercia hacían empinar mis nalgas para facilitarle el trabajo.
Duré una eternidad besando y lamiendo sus huevos, me explayé con mi lengua recorriendo cada centímetro de esos hermosos óvalos morenos y grandotes que abarcaban toda mi boca.
Intenté volver hacia arriba buscando de nuevo su glande pero me frenó dulcemente con su mano y mirándolo directamente a lo ojos comprobé que estaba humedeciéndose los dedos para proseguir con su trabajo en mi culo.

- ¿Móntate encima y te culeo rico, ok?. Me pregunto mientras sus dedos ya estaban lubricándome.

Frente a frente nos observamos a los ojos con infinito placer e hizo ademán de intentar quitarse esa pantaloneta para estar más cómodo. Ascendí para facilitarle el trabajo no sin ponerle mas “guinda al pavo” rozando mi poya por toda su barriga y su pecho hasta que después de conseguir quitarse lo que le molestaba dirigió su boca directamente a mi poya tragándosela toda de una. Mientras estaba dentro su lengua no paraba de juguetear con mi glande cuando sus manos empujaron mis nalgas mas adentro, parecía que quería que entrara toda mi persona en su boca. Tuve que frenarle con una sonrisa pues si seguía así sería yo el que descargara antes de que mi culo probara ese dulce dentro de el.

Con maestría separó mis nalgas y mientras su poya iba rozando mi agujero creí venirme, pero rápidamente me levantaba haciéndole saber que estaba a punto.

- Yo estoy igual, me va a explotar enseguida, pero quiero sentirla dentro de ti. Quiero entrar hasta que mis huevos toquen tus nalgas.

Esa última frase me puso de un modo salvaje y me mentalicé para dirigir la operación yo mismo. Conforme su verga entraba la cara de don Wilson abría los ojos mas intensamente demostrando su placer, sus manos cacheteaban mis nalgas cada vez mas fuerte y a ese ritmo conseguí que entrara completamente sin apenas notarlo, pues mi excitación estaba a un nivel que ni yo recordaba.
No dio tiempo para mucho, apenas tres o cuatro bombeos y “el patrón” me apretó contra él por mi cintura y no pudo ni avisar. Una corriente de calor intenso sentí dentro de mí mientras hacía unos movimientos suaves para que disfrutara más su abundante corrida.

Durante al menos cinco minutos estuvimos abrazados e inmóviles con su cabeza en mi pecho y su verga dentro de mi, cuando de repente su cabeza se levantó y una mirada de agradecimiento apareció mirándome fijamente; gracias papito, ahora te toca a ti, ¡levántate!.

Yo estoy ya “patrón”, con poquito me vengo.

Mientras se lo comentaba ya tenía mi poya dentro de su boca haciendo movimientos bruscos y rápidos mientras sus manos seguían manoseando mis nalgas, y cuando me llegó el espasmo de correrme quise sacarla de su boca pero presionándome las nalgas no me dejó.
Llene su boca de mi esencia, pues yo también llevaba mucho acumulado, y por sus comisuras no dejaba de brotar mi esperma, una imagen que me sobreexcito y volví a soltar mas sin ni siquiera yo esperarlo. La carcajada de don Wilson le provocó el derrame de todo el contenido sobre su pecho y en vez de limpiarse como yo hubiese hecho se lo restregó por sus pezones con verdadera solemnidad e idolatría.

- Así me acuerdo todo el día de este rato don Nico.

Extrañamente su trato había vuelto a ser como antes de pasar nuestro ratito íntimo, algo que me descontroló por un momento pero me aclaró la conversación que tuvimos mientras volvíamos a la caseta donde seguramente ya estaría el almuerzo preparado.

- Don Nico estoy seguro que esto quedará entre usted y yo. El pueblo es muy pequeño y yo estoy casado.
- No lo dude, no me gusta propagar mis buenos ratos con nadie, despreocupese. Además si me gano su confianza con esto seguro algún día querrá que lo repitamos.

La cara de don Wilson no salió de su asombro al oír mis palabras.

¿Querría usted repetir conmigo? Me dijo asombrado.
Por supuesto que sí, usted me gusta físicamente y he disfrutado muchísimo. No le mentí.
En el momento que lo quiera vuelvo a ser su patrón.
- Y yo su papazote. Apostillé con la aceptación de mi compañero.

Me desconcertó la sorpresa que mostró al demostrarle que yo repetiría encantado y durante nuestra vuelta no dejaba de pensar en el porqué de esa sorpresa mientras el no paraba de indicarme sitios, plantas, árboles, frutos…

Don Wilson disculpe, pero antes de que lleguemos me gustaría saber porque se extraña tanto de que quiera volver a tener un buen rato como antes con usted. De una vez me atreví a tocar el tema.

Hombre don Nico, sinceramente creo que para usted yo soy uno mas de los muchos que puede conseguir culearse en el pueblo, pero usted a mi me atrajo desde el principio. Un extranjero aventurero, joven, bien parecido, homosexual aceptado y orgulloso… créame, es usted un gancho en el pueblo para muchos como yo. La gente desde que vinieron hablan don Nico, y al enterarme de ustedes quise entablar amistad para ver si habría posibilidad de alguna aventura pero al conocerlos les tomé bastante cariño aunque usted nunca daba ninguna señal que me diera esperanzas, por eso hoy le he disfrutado como si fuese el último.
No se equivoque conmigo don Nico, yo adoro a mi mujer, adoro a mis hijos, me gusta el sexo con mi mujer, pero sobre todo me gusta el sexo, con mujer o hombre me da igual, lo disfruto mucho en cuanto tengo la mínima oportunidad y usted me provocó mucha excitación desde que lo ví, pero lógicamente aquí no puedo demostrarlo y ha sido un gran placer conseguir que usted tuviese sexo conmigo. Es como una meta conseguida y si realmente quiere repetir conmigo estoy encantado.

Sinceramente me abrumó su elocuencia, aunque la última parte la ví innecesaria lo que me creó un sentimiento de compasión difícil de explicar. Yo jamás me he tenido en tan alta estima, todo lo contrario. Nuria era la que me levantaba la moral y me enseñó a quererme a mi mismo.

Cogiendo a mi acompañante sobre el hombro quise explicarle que a mi los hombres como el me encantaban sexualmente, pero el miedo a que lo tomara como algo sentimentalmente comprometedor me aterró. En eso si tenía claro que si algún día tuviese pareja jamás sería un hombre casado y con problemas de aceptación con su condición sexual.

Don Wilson me gustaría repetir con usted y cuanto antes. Esas ricas nalgotas también quiero probarlas.

Los ojos del “patrón” se iluminaron al oír mis palabras y me regaló una sonrisa de agradecimiento que no creía merecer. Lo decía con toda sinceridad, yo quería volver a estar con el.

Sólo tiene usted que decírmelo, siempre será un placer volver a verle degustar unos dulces andinos. Comentó volviendo a poner su mano sobre una de mis nalgas.

Ahí fuimos caminando en silencio hasta llegar al borde del arbolado, mi brazo seguía sobre su hombro y su mano seguía acariciando dulcemente mis dos nalgas uniformemente cuando un brusco chasquido de ramas rotas nos sobresalto.
Los dos nos separamos instintivamente buscando el motivo de dicho ruido y del centro de la arboleda apareció uno de los muchachos que nos ayudó a cargar cuando llegamos.

Don, estaba buscándolos para que vinieran a almorzar, los muchachos ya descansaron y están esperándolos.

El muchacho de tez bien morena por el sol durante el trabajo venía con la camiseta quitada y recogida en un hombro, con la respiración agitada y sin mirarnos a la cara, su mirada se dirigía al camino de vuelta para que nos apresuráramos.

Mi estómago empezó a revolverse de nervios y vergüenza. Don Wilson me leyó el pensamiento; seguro que no nos vio, y si lo ha hecho disfrutó mas que nosotros, créame. 

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador




Dulces Andinos (IV)*

Como a unos doscientos metros se veía como las ramas del maíz iban desapareciendo, los trabajadores iban rápidos y en poco mas de unas horas ya llegarían recolectando hasta la caseta donde nos encontrábamos. Nuria quiso ir cuanto antes a participar en la recogida por lo que siguió a los muchachos que cargaron pues ya se habían ido a proseguir con su labor.

¿Nurita cuando llegues puedes decirle a doña Teresa que venga para hacer el almuerzo?.Don Wilson quiso aprovechar la iniciativa de “Nu” para avisarla pues según se veía no tenía ninguna intención de ir hacia donde se producía la recogida, para eso estaba Luchito.

Luchito necesito para llevarnos veinticinco quintales. Fue la forma de decirle claramente que se fuese a encargar de la supervisión del trabajo.

¿Usted no quiere ir donde los muchachos?. Se dirigió a mí con la esperanza de que dijese que no, lo quise interpretar así.

No patrón. Me tomé la libertad de llamarlo así. Prefiero coger la cámara de fotos e irme a inspeccionar el terreno, esto parece muy grande y bonito. No quiero desaprovechar la oportunidad, yo no soy como Nuria, me parece muy pesado eso de recoger maíz.

Mi contestación pareció agradarle pues surgió una sonrisa de su cara bastante esclarecedora y raudo se levantó de la silla destrozada de madera en la que terminaba de recuperase del esfuerzo anterior para indicarme que la mejor parte y mas bonita era en la zona de la orilla del río, en los terrenos que había detrás de la casa dónde, me explicó brevemente, estaba haciendo desde hace tiempo una especie de estanque desde una entrada que se había hecho de forma natural que recogía agua del caudal del río y por ahora lo utilizaba como abrevadero de los animales que de vez en cuando traía para su engorde.

¿Por este camino tan estrecho?. Le formulé mi duda señalándole el único sendero que se apreciaba.

Sí, luego de un ratito se hace mas ancho y se expande casi al llegar. Cuidado con las ramas del suelo, algunas tienen espinas muy traicioneras. Me advirtió.

- Llevo buen calzado. Ya tenemos experiencia con estos caminos. Le señalé las zapatillas de gran suela que compré en un mercado callejero de Loja.

- ¡Perfecto!. Ahora en cuanto venga doña Teresa y le deje todo arreglado lo acompaño, hay muchas cosas que ver. ¿Llevará sus dulces andinos verdad?, porque yo los míos los llevo. Dijo enseñándome su mejor sonrisa y cogiendose la pantaloneta haciendo el ademán de volver a enseñármelos.

- Estoy deseando probar los suyos, los de mi fundita ya me hostigaron. Si don Wilson pensaba que me iba a avergonzar estaba bastante equivocado, en esos casos tengo salidas para todo.

Cuando ya preparaba mis cosas para empezar mi excursión nuestro anfitrión me dijo que dejara mi bolsa de enseres personales en la casa.

Venga, déjela aquí dentro, así también mira la casa, que con el esfuerzo he sido un malcriado y no les enseñé la sala.

Por supuesto acepté la invitación, sobre todo porque sería la primera oportunidad de quedarme a solas con el en un lugar donde nadie nos podía observar. A ver como actúa. Será una prueba me dije.
Cogiendome de los hombros me dirigió hacia la pequeña sala donde había relativamente poco que ver. Una sola habitación de unos 20 metros cuadrados donde nada mas entrar a la derecha se veía una cama grande y justo al lado un frigorífico de los años 70 que milagrosamente funcionaba, al frente un sofá hecho con troncos viejos y cubierto de las mas variopintas telas de colores donde se asentaba un televisor antiguo de unas 20 pulgadas. Las paredes estaban repletas de ropa vieja que claramente se utilizaban para trabajar.
Mientras me explicaba y señalando las reformas que quería hacer para pasar más tiempo allí su mano había bajado a mi cintura e iba acariciándome suavemente, lo que realmente estaba empezando a excitarme.
En un momento que se adelantó para enseñarme un cuadro antiguo que con orgullo mostraba en la pared se fijó que bajo mi pantalón algo empezaba a despertar, yo no lo disimulé, ya era hora también de mostrar mis cartas.
Sin apenas darle importancia volvió a mi lado pero esta vez su mano sin ningún miramiento fue directo a sobarme una de mis nalgas de una forma dulce pero firme.

- Váyase ya, doña Teresa está a punto de llegar. Ahora seguimos con lo nuestro papazote. Su voz ya se notaba ansiosa y su mano me dio un cachete en la nalga a modo de despedida.

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador




 
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