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La sorpresa gay del Masai Mara

jueves, 6 de julio de 2023 | 0 comentarios


¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente



Mis conocimientos de fotografía se complementaban muy bien en mi trabajo en televisión con mi carrera de Biología y un afición enfermiza por la vida silvestre natural, lo que en la redacción del ente público les venía muy bien para ahorrar costes a la hora de hacer cualquier tipo de reportaje enfocado en la naturaleza, pues me encargaba de filmar y de redactar. Fue así como durante una mañana de lluvia copiosa mi jefe de documentales me mandó llamar recién llegado a la oficina, donde iba dispuesto a editar el último trabajo que realicé sobre los linces ibéricos en el Parque Nacional de Doñana.

- Siéntate Juan. Te tengo una propuesta que sé que te va a gustar. - Santiago, mi jefe, sabía de mi pasión por esos documentales donde me dejaba ir a mi aire.

Con toda solemnidad, lo que me puso algo nervioso, Santiago miró a mis ojos y con cara de satisfacción dijo que quería ver si expresión cuando me comunicara mi próximo trabajo.

- Te vas al Masai Mara 20 días, a documentar una familia de leones que un equipo británico de la BBC siguió en el 96. Estarás en una casa con una familia Masai. Quiero que hagas algo muy especial con tu visión. ¡Total libertad!.

Entiendo que solemnizara tanto la noticia porque sabía que una de mis ilusiones era visitar África y sumergirme en la vida primitiva, es algo que me fascina desde que empecé a estudiar botánica y continué con antropología, aunque esta última nunca pude llegar a terminarla pues me salió trabajo en el ente público cuando hice una prueba sin ningún tipo de pretensión, y ante mi sorpresa me llamaron para trabajar redactando pequeños reportajes de naturaleza salvaje.

Recién llegado a Nairobi, me estaba esperando la agencia que mi empresa había contratado para darme un Jeep con el que tenía que hacerme el trayecto hasta la reserva. Me esperaban 12 horas de coche, aunque la idea de llevar un conductor reconozco que me alivió. Aunque me gusta hacerlo todo sólo, el viaje en avión había sido realmente incomodo, no se si por la emoción de ir allá o por un avión de demasiados años deseoso de una retirada digna. Kanau, trabajaba en el mercado en el puesto de su familia vendiendo verdura, pero no dudaba cuando le salía un trabajo de chofer para completar un mísero sueldo que me detalló durante todo el trayecto, quizás esperando una buena propina para cuando llegásemos. 

Su piel negrazulada contrastaba con un blanco de ojos atractivo, aunque él no lo era para mí, pues su altura y el ser tan espigado no era mi ideal de atracción, aunque reconozco que su trato advertía que podría ser alguien de quien me atrevería a enamorarme perdidamente. Me ha atraído siempre la excelsa educación, y Kanau era verdaderamente un señor, a pesar de no llegar a los 30 años. Su madurez en el trato y la conversación me engañaban con su perfecto inglés.

- En esta aldea es donde usted se hospedeará los 20 días, es una muy buena familia humilde que ya hospeda a gente para Safaris, están acostumbrados a los extranjeros y Abayomi, el jefe de la casa le guiará por todo la reserva durante su estancia. 

Llegamos a una pequeña casa de adobe rodeada de otras que conformaban la aldea, la visión fue bucólica dada la hora de amanecer que era, pues viajamos durante toda la noche desde Nairobi, y el conjunto poblacional parecía desierto a esas horas. Antes de bajarnos del coche ya estaba mi anfitrión en la puerta para recibirnos, lo que hizo con un efusivo saludo a Kanau, lo cual me dio a entender que no era la primera vez que se vieron. Abayomi extendió su mano a modo de saludo hacia mi a la misma vez que me hacía una reverencia y diciéndome: toda mi familia y yo nos sentimos honrados de que se hospede con nosotros. Sé que no era una pura formalidad porque ya había leído de la extremada hospitalidad de la tribu Masai con los visitantes.

Un pequeño desayuno a base de masa de harina con verduras fue suficiente para tomar confianza con el jefe de la casa, así le llamaba el chofer que parecía con prisa para volver a la capital. Después de los pertinentes saludos y agradecimientos Kanau subió al Jeep y se perdió entre el polvo de la carretera. Abayomi me acomodó en una habitación que se notaba preparada exproceso para un extranjero, pues después de un tiempo vi que ellos así realmente no vivían, mientras yo estuve todos dormían en la misma habitación, el jefe de la casa con su mujer y dos niñas de ojos inquietantes.

Durante mis conversaciones con Abayomi explicándole la idea que tenía para hacer el reportaje constaté que su cultura era muy superior a lo que se podía esperar, aunque de carácter reservado, pude saber el porqué. Vivió desde joven en la tribu, pero de adolescente se tuvo que enfrentar a su padre porque quería estudiar, lo que no sin esfuerzo consiguió viajando a la capital para estar cuatro años estudiando turismo, y volviendo al terminar como le prometió a su padre para casarse y tener descendencia, pero como el dice "me occidentalicé", aunque reconocía que vivía felizmente donde siempre quiso, integrado y orgulloso en su tribu Masai por respeto a sus ancestros.

La conexión con mi anfitrión fue a más conforme pasaban los días entre grabaciones de recurso y persiguiendo a la familia de leones, que estaban acostumbrados a nuestra presencia, aunque nunca dejamos de lado la precaución en ningún momento. Nuestras conversaciones nada tenían de especial durante las grabaciones, pero sí después, donde fui abriendo mi mente hacia un sentido de la vida mucho mas sencillo comprobando la alegría de vivir de mi compañero de trabajo. Abayomi "el que trae alegría", no podía creer lo acertado de su nombre cuando me indicó su significado. Esa misma noche mientras decidimos no volver a casa para aprovechar la noche de luna llena para filmar, la confianza me jugó una mala pasada. Por mucho que me avisaba tuve la tonta idea de acercarme mas y mas a la familia de leones con mi cámara, quería tener buenos primeros planos, pero una de las leonas se levanto bruscamente para avisarme que no debía acercarme mas con un rugido ensordecedor.

Mi reacción fue quedarme paralizado sin mover ni un sólo músculo de mi cuerpo, el miedo me impedía hasta pestañear, cuando después de unos minutos eternos sentí como Abayomi rodeaba mi cintura y me retiraba con paso muy lento hacia detrás mientras al oído me decía: no gire la cámara ni haga movimientos bruscos, sólo vaya retirándose conforme yo le agarro. Al llegar al Jeep de mi guía sólo me salió un gracias como nunca lo había dado y rodear su robusto cuerpo con un abrazo de agradecimiento que no sabía que era capaz de dar. ¡Ahí noté la química!.

A mi me había gustado desde el inicio el jefe de la casa, sin duda. Un papazote moreno, sobre 40 años, robusto, de mi estatura sobre 1.70, vestido de camuflaje con ropa de talla menor a la suya... para mi era un dulce, pero obviamente ni me planteé nada. Estaba trabajando en un entorno que no controlaba, y no iba a joder un reportaje por mis deseos incontrolables. Siempre separé muy bien el trabajo del placer. Pero si es cierto que noté después de ese abrazo como Abayomi se sonrojaba y me retiraba con sonrisa pícara. ¡No puede ser!, me dije.¿Sería posible que tuviese esperanzas con este especimen tan apetecible?.

La vuelta a la aldea en plena noche se tornó en una retahíla de agradecimiento hacia mi anfitrión, realmente me había asustado, aunque reconozco que era muy frecuente tomar riesgo por mi parte en los documentales, lo que algunas veces había terminado en buenos sustos y perder oportunidades por tener exceso de confianza.

- No debe de ser usted tan inconsciente, amigo. Los animales no dejan de ser salvajes. Me dijo con una sonrisa de preocupación.

- Peco muchas veces de ser demasiado confiado, pero he aprendido a que le haré caso en todo lo que me diga para tomar precauciones. Disculpe si le he hecho pasar un mal rato por mi descuido. Le comenté con total sinceridad, por nada quería que desconfiara de mí.

- No se preocupe, es usted muy valiente, así es como se consiguen las cosas imposibles. Su sonrisa parecía inquietante, pero no pude descifrarla.

Llegamos a casa cuando aún no había amanecido, pero la mujer de mi guía ya estaba en la puerta machacando unas semillas. Nos miró, nos dedicó una sonrisa y siguió con sus labores como si no existiésemos. Sentados en la puerta antes de entrar a descansar comentamos de nuevo la tonta ocurrencia que tuve en la aventura, y ya mas distendidos nos reímos del susto.

- Tiene usted que pensar por los que se preocuparían por su ausencia, es lo mas importante en la vida, la familia. Dijo a modo de advertencia.

- Lleva razón Don Abayomi, aunque a mi no me espera nadie, soy hijo único y mis padres fallecieron cuando yo sólo tenía 25 años, hace ya 12 años que mi vida es en soledad, pues ni pareja soy capaz de mantener. ¿Cómo cree si no que podría llevar este tipo de vida?. Comenté con total desazón. Fui consciente mientras observaba como mi interlocutor abría sus ojos de sorpresa.

- ¿No tiene esposa ni hijos que lo esperen?.

- No, mi vida es bastante solitaria, aunque no me quejo pues me permite viajar y vivir como me gusta, sin ataduras. He intentado echar raíces pero no consigo retenerlas. Empezaba a sincerarme con mi guía de una forma bastante natural.

- Eso es que no llegó a la adecuada, amigo.

- ¡El adecuado!, dije sin pensar. 

Cuando me di cuenta de lo dicho miré al conversador para ver su reacción. ¡Maldita la hora!, me dije. Cuando me relajo pienso que todo el mundo entiende mi condición de homosexual.

- Mi amigo, dije con total sinceridad y serenidad, ¿hay algún problema con eso?.

- Cada uno sabe de sus gustos, ¿quien soy yo para juzgarle?. Vamos a descansar que mañana el día también será largo y hay que aprovechar que hay buen tiempo.

Confieso que esperaba una charla espiritual y me sorprendió su naturalidad ante temas tan escabrosos, sobre todo en zonas rurales de países donde incluso está penado el ser gay. Me maldecí por tal imprudencia, pero era muy común el que me pasase, por lo que asentí como otro error en mi vida. Uno mas...

Recostado sobre la cama de paja, que realmente me parecía muy cómoda, me costó esa noche coger el sueño y mis movimientos no paraban de oírse en toda la casa, cuando sin previo aviso vi en la puerta que separa la habitación la figura de mi guía a contraluz. Ninguna noche había entrado a mi sala y desde la puerta con voz sigilosa me pregunto: ¿Está usted inquieto?, no se preocupe por lo que me ha dicho. Estudié en ciudad grande y aprendí a respetar. No tiene usted porque preocuparse. Su cuerpo moreno y robusto sólo estaba tapado por un slip de algodón blanco muy usado, que remarcaba un tremendo bulto que aprovechando la oscuridad no dejé de mirar. Se acercó a los pies de la cama y confesó que en su juventud había tenido escarceos de "ese tipo"... ¡Todo son experiencias que nos hacen coger experiencia en la vida!. No supe si lo hacía para tranquilizarme, pero agradecí enormemente su coloquio pues parece que me quitó el sentido de culpa de haber cometido el error de hablar de mi vida privada. 

- ¡Puedo hacerle una entrevista a usted!. Me levanté con nuevas ideas para el reportaje después de haber dormido unas cuantas horas.

Mi guía, sorprendido, comentó: ¿que puedo yo aportar a un documento de leones?.

- He tenido una idea de relacionar el como viven los humanos tan cerca de estos animales salvajes. La verdad es que se me ocurrió, pero no sabía si en montaje final me serviría, pero estaba dispuesto a hacerlo.

Abayomi aceptó gustosamente mientras echábamos en el Jeep todos los utensilios que siempre me acompañaban para grabar, eran las 11 de la mañana y la mujer ya nos había dejado preparada la comida para llevarnos. Durante el viaje hacia la reserva noté a mi guía diferente a los días anteriores, no paraba de moverse en el sitio del conductor como si no estuviese cómodo en ningún momento. No pude dejar de pensar que sería por mi descuido de la noche anterior, tanto con los leones, como por haberme ido de la lengua con mi condición sexual.

Una vez en la explanada que siempre nos parábamos, bajamos los utensilios y coloqué la cámara buscando un fondo extenso y puse una silla alta para entrevistar a Abayomi. 

- Aquí mismo, amigo. Vamos a grabar la entrevista lo primero, me gusta la luz que hay aquí. Le dije sin dejarlo pensar.

Se sentó mientras intentaba enfocar y medir la luz. Por el objetivo seguía viendo a mi anfitrión inquieto, sin parar de moverse e incomodo.

- ¿Está usted bien, amigo?. Le dije preocupado.

Su cara sonrojada y sus manos bajo la pequeña barriga prieta intentaban ocultar algo en los bolsillos, pensé.

-¿Que esconde ahí?, dije entre inquieto y sorprendido.

- ¡Mire!

Quitó sus manos y su pantalón de camuflaje color beig dejó ver una erección que intentaba ocultar mientras su sonrisa de dientes blancos impolutos hacía lo imposible porque no le juzgara.

- ¡Discúlpeme señor Juan!, pero desde que anoche me habló de sus inclinaciones no he podido dormir y no consigo bajar esto. Dijo señalándose a su paquete sin remilgos.

- ¡Pero!, dije sin saber lo que decir.

- Desde anoche no he dejado de pensar en las ganas que tengo de besarle. Aunque no se si está usted interesado. Si no es así, por favor, dígalo sin problemas, porque así dejaré de estar ansioso. Su elocuencia me desarbolo y no pude mas que acercarme para coger sus cachetes con mis manos y besar sus labios carnosos con una dulzura que hacía tiempo no encontraba.

Después del primer impacto, su boca comenzó a jugar con mi lengua mientras sus manos comenzaban a acariciar mi espalda estrechándome hacia él. No recuerdo la cantidad de tiempo que estuvimos así de pie, uno frente a otro, disfrutando de nuestros labios y comiéndonos nuestras lenguas con ansiedad, pero ya notaba dolor de pies cuando su mano cogió la mía y la dirigió hacia un paquete que realmente parecía explotar. Su mano fue dirigiendo la mía acariciando esa hermosa poya de un grosor considerable, cuando parándonos de besar y frente con frente mirando ambos hacia su paquete fui desabrochando su pantalón para sacar de la jaula un precioso conjunto de huevos y poya que acariciaba con mis dos manos mientras sus ojos agradecidos me miraban pidiendo que no parara de masturbarlo.

La excitación de mi amante era palpable pues sin previo aviso comenzó a dar espasmos de placer y su eyaculación fue soberana mientras rodeaba mi cuello, tirando una cantidad de esperma que rebosó toda mi mano dejándola pringada de su esencia. Su sonrisa de agradecimiento me cautivó cuando cogió mi mano ejecutora y la limpió con besos sin dejar de mirarme fijamente.

Recién terminados mi amante se incorporó y sin hablar me dirigió hacia el balde vacío de la camioneta, sentándome frente a él con sus manos fue desabrochando mi pantalón hasta quitármelo magistralmente, lo que dejó mi excitación en todo su esplendor. Con supina delicadeza su lengua fue jugando con mi glande hasta que mi sollozo de placer indicó el momento de que toda mi poya entrara en su boca. Hacía mucho tiempo que no me la chupaban con tanta delicadeza mientras sus manos acariciaban mis pezones duros como cristales, los que después besó produciéndome un placer que me obligó a gemir sin remisión. Conforme subía a mi cuello su paquete de nuevo erecto empezó a chocar contra mí, mis piernas instintivamente ser abrieron pidiendo que ese paquete entrara en mi sin preámbulos, lo que mi amante notó y con sólo una pequeña mojada de saliva con los dedos hizo mientas con la otra mano sacaba su poya de un pantalón que volvía a quedarse pequeño.

Lentamente bombeaba mi guía mientras mis manos apretaban sus nalgas ansiosamente pidiéndole que no parara, lo que gracias a su anterior eyaculación fue haciendo de una forma muy extensa en el tiempo entrando y saliendo con diferentes ritmos.

- ¡Échemelo dentro Abayomi!, su excitación al oírme le hizo acelerar el ritmo con brusquedad mientras yo no paraba de gemir y gritar sin miedo a que me oigan.

No podía dejar de acariciarle la espalda cuando una vez eyaculado dentro dejó todo su peso sobre mí demandando descanso por las acometidas. Su cabeza sobre mi hombro descansaba y su boca al lado de mi oído no paraba de decir susurrando: está usted muy sabroso don Juan. Cuando descansemos quiero que me penetre.

No pude mas que besarle intensamente al oírle decirlo, jamás pensé que un hombre como él quisiera que yo lo penetrara. Normalmente solía ser activo en mis relaciones, pero con la edad aprendí a que todo depende de con la persona que estás en cada momento.

- Grabamos la entrevista primero y después seguimos, así descansamos y nos recuperamos. Dije yo profesionalmente.

Nunca he tenido tantas ganas de terminar una entrevista, pero he de decir que la hice muy seriamente, el trabajo para mi siempre ha sido algo muy serio y no dejaba que se interpusieran razones externas para no realizarlo como a mi me gustaba. En cuanto dije que por mi bastaba para lo que quería, hemos terminado, la sonrisa de Abayomi aparecía mientras se recostaba en la pequeña pradera que teníamos delante sin esperar a quitar los utensilios de grabación. ¡Ahí quedaron!, mi amante ya se quitó el pantalón y acostado boca abajo me ofrecía unas nalgas prietas que mi lengua dieron fe de ellas mientras apretaba con ganas abriéndolas.

- ¡Échese encima de mi!, ¡mastúrbese con mis nalgas antes!. Abayomi se retorcía mirándome a los ojos pidiéndome un roce que yo deseaba mas que nada en el mundo.

Poniendo mi erección entre sus nalgas frotaba mientras mi amante no paraba de hacer movimientos que ayudaban a la masturbación, pero fue cuando su cintura empinó el objetivo que mi poya entró sin esperas, haciendo que Abayomi gimiera mientras me obligaba a echarme sobre su espalda para bombear a la misma vez que sus nalgas no paraban de facilitarme el trabajo. No hubo mucho tiempo para mas, mi eyaculación fue tan satisfactoria que no pude mas que besar su nuca agradecido.

La vuelta a casa en ese atardecer es difícil de explicar, casi imposible expresar las sensaciones de un atardecer bello como pocos con la sensación de felicidad del momento. Sabía que no iría a mas, que fue un placer efímero, pero es algo que me llevaría siempre en  mi memoria.

Los días sucesivos siguieron siendo de sexo hasta mi partida, por la noche, por el dia, por la mañana, por la tarde, contra un árbol, en la camioneta, en el balde, en el suelo...  pero siempre cuando estábamos fuera los dos solos, jamás en la casa. Nunca le saqué el tema, siempre lo tomé como algo bonito que pasó en unos de mis viajes de trabajo y cuando nos despedimos no hubo dramas. Yo que soy muy dado al drama, me enorgullecí de ver que no me quedé colgado por mi anfitrión, sino que disfrute el momento que surgió por arte de magia con una sorpresa difícil de olvidar. 

¡Viva África y el Masái Mara!

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente


 
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