¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!: Reencuentro con mi amor adolescente
Guernica, Pablo Picasso. Imagen Museo Reina Sofía |
Me comía la emoción de por fin ir al Museo “Reina Sofía” para poder ver en vivo “El Guernica” de Pablo Picasso y no pude estar centrado en la diversión cuando fuimos a pasar la noche al famoso barrio gay de Chueca.
Llevaba mucho
tiempo queriendo ir a Madrid pero la economía no me lo permitía, el trabajo en
mi ciudad poniendo copas apenas me daba para subsistir con los gastos de la
carrera de Bellas Artes, dado que la beca era bastante irrisoria, sólo me cubría
para las matrículas de algunas asignaturas.
Había estado mucho
tiempo ahorrando dinero para el gran viaje a la ciudad de los museos y el
sábado visitamos el del Prado para pasar el domingo en el residente de mi
cuadro favorito. Estudiaba tanto sobre ese cuadro que lo tenía totalmente
mitificado y mi expectativa era ver como reaccionaría estando delante de el.
La noche del sábado
de bares por Chueca se presentaba idónea para relajarnos del día tan completo
que pasamos en el Museo del Prado, lo recorrimos completo parándonos en todos
los detalles que podíamos sobre todo con Velásquez, acabábamos de terminar un
trabajo sobre el pintor sevillano y lo teníamos todo aún muy fresco en nuestra
memoria.
Quedamos con un
pequeño rollete que Jorge tenía desde hace tiempo en Madrid y él sería nuestro
guía por la zona gay por excelencia de la ciudad. Realmente cumplió con creces
lo de enseñarnos toda la zona, recorrimos durante mas de una hora casi todo el
barrio comprobando la cantidad de bares, tiendas y negocios dedicados a un
público minoritario en donde nos encontrábamos encantados.
No queríamos
acostarnos tarde y estar frescos para nuestro propósito del día siguiente,
teníamos que aprovechar el tiempo visitando lo que realmente vinimos a ver, por
lo que unas copas rápidas en un par de garitos y para el hotel nos dijimos, y
así fue, un par de bares de moda, un picoteo rápido en plena calle con hotdog
observando el bullicio y la última visita al bar “Bear” donde el género oso era
mayoritario para el gozo de Diego y mío, pues nos encantaban los hombres rudos
y grandes a diferencia de nuestros otros dos compañeros.
Entrar en un local
donde la mayoría de hombres me gustaría me tenía excitado toda la noche, esperé
la visita como agua de mayo por eso la dejamos para el final y nada mas entrar
supe que ese sitio era para mí.
Tremendos hombres,
masculinos, grandes, peludos, la mayoría sin camiseta se exhibían
despreocupadamente con sus copas en la mano llenando el estrecho pasillo que
daba al comienzo de la barra donde dos magníficos representantes de la raza
osuna se ocupaban de atender a la tranquila clientela.
- ¡Yo pido las
copas! Mi advertencia sonó amenazadora para mis amigos
que soltaran una risa al unísono.
Apoyado en la barra
esperando mi turno examiné esos hermosos cuerpos grandes y peludos de
auténticos hombres que me tenían ensimismado.
- Dime príncipe
¿Qué te pongo?
No pude responder a
la primera, mis ojos se clavaron en los suyos de un color azul intenso que me
tenían hipnotizado. El pecho desnudo solo tapando los pezones con unos tirantes
lucía imponente y el cuello tan grueso llamaba la atención de mi ansiedad por
estar con un hombre como esos.
- ¡Chico que
estas atontado! Me dices que quieres…
- Disculpa, me
he quedado abducido contigo. Ya se que te lo dirán mucho, pero es que estas
demasiado bueno. De una me lancé sin remisión, no
tenía nada que perder.
- Menos de lo
que crees, pero siempre es bonito que te adulen. Su
encantadora sonrisa parecía sincera aunque no creí lo que decía.
- Tres cervezas,
un ron con cola y ojalá pudiese pedirte a ti. Estaba
lanzado y el parecía encantado de mi adulación.
- Puedes, pero a
partir de las 3 de la mañana, no salgo hasta esa hora.
Mi mirada le dijo
que no podía ser, era nuestro último sitio de copas y teníamos que levantarnos
bien temprano. A las ocho de la mañana queríamos estar en marcha para entrar de
los primeros al museo, otra vez sería, pero fue la primera vez que un osazo
mostraba un real interés por mí aunque seguramente lo haría con muchos, pero
fue un subidón tremendo para mi ego.
El gran domingo
A las siete en
punto de la mañana abrí mis ojos sin quitarme de la cabeza esa atrayente mirada
de ojos profundos que me marcó la noche anterior. Podía haberme quedado, pero
eso hubiese conllevado no haber podido ir al museo y eso no entraba en mis
planes, no había estado tanto tiempo esperando la visita para echarla a perder
por un rato de sexo, por mucho que me gustara el hombre.
Eran las 8,30 en
punto cuando ya estábamos en la fila para sacar nuestras entradas y al ser
domingo había demasiada gente para mi gusto, me hubiese gustado tener mas
intimidad para saborear todo pero no era posible.
La primera visita
era obligada. Directamente a la primera planta donde residía en una gran pared
en solitario mi cuadro fetiche, “El Guernica” me impresionó, no por su magnitud
sino por la solemnidad de su exposición, dos guardias, uno a cada lado, daban
la real importancia que tenía el rey del museo en la gran sala mas visitada.
Creo que fue más de
hora y media la que estuve delante del cuadro destripando y tomando notas de
todos los detalles que pude observar en mi estudio para confeccionar el trabajo
de fin de carrera que empecé desde el comienzo de la misma. Sabía que sería
sobre ese cuadro en concreto y lo llevaba bastante avanzado.
Mis amigos
recorrían las salas del museo tranquilamente cuando los encontré, teníamos
intereses diferentes dentro de la galería y decidimos separarnos desde el
principio.
Les ofrecí bajar a
la planta de abajo donde había una exposición temporal de un artista plástico
danés de nombre impronunciable que había leído a la entrada. Ninguno de ellos
quiso acompañarme y bajé sólo a la sala totalmente despoblada de visitantes,
apenas un par de grupos de escasos componentes pude comprobar.
La sensación en la
sala temporal fue que estaba a medio terminar, con techos aún destapados donde
se podían comprobar el enjambre de cables que lucían al aire y varios operarios
vestidos con monos grises recogiendo y limpiando algunas zonas de la
exposición.
Uno de los
operarios llamó mi atención, embutido en su indumentaria reglamentaria del
museo como operario de mantenimiento parecía más apático que los demás, pero lo
que realmente me hizo fijarme fue en cómo lucía su mono excesivamente ajustado
en su cuerpo grande y robusto.
Al darse la vuelta
quedé boquiabierto, era mi sueño de hombre de ojos intensos y cuerpo morboso de
anoche. Él igualmente quedó sorprendido al verme para después dedicarme una
sonrisa y dirigirse a mi muy educadamente para saludarme con su mano extendida
que apretó la mía notando que la química entre los dos echaba chispas.
- Hola, que
sorpresa, ¿es que trabajas aquí? Acerté a decir entre
nervios.
- Sí, este es mi
trabajo, el otro sólo es un complemento de fines de semana. Su mirada se clavó en la mía como la noche anterior y no podía soltarle
la mano.
- Esto de vernos
dos veces en tan poco tiempo en una ciudad tan grande seguro que es una señal… Le dije sin perder la oportunidad de ver su reacción.
- ¡Seguro!
Acompáñame que me cambie y te invito a una cerveza. Se
dio cuenta de mis intenciones a la primera y parecía complacido.
Caminando hacia un
cuarto en medio de uno de los pasillos comentábamos mi afición casi enfermiza
por el “Guernica” que le producía satisfacción y risa.
- Entra, me
cambio rápido y subimos al bar. Abriéndome la puerta
me apremió para que no nos viesen.
El cuarto muy
pequeño sólo tenía una taquilla, una silla de madera muy usada y varias
estanterías llenas de material eléctrico.
Sentado sobre la
silla observé como frente a la taquilla que guardaba su ropa Juanjo bajaba la
parte superior del mono de trabajo, dejando al descubierto su majestuoso pecho
velludo donde sobresalían unos pezones grandes y alzados que no pude dejar de
mirar mientras seguíamos comentando cualquier cosa, pues mis nervios me
impedían dejar de hablar.
Bajó su pantalón de
frente a mí dirigiéndome una pícara sonrisa al quedarse en boxer que marcaban
su paquete de una forma excesivamente provocadora cuando se acercó invitándome
con su mirada.
No hubo espera ni
vacilación, mi cara fue directa hacia esa gruesa verga saboreándola por encima
del calzón mientras mis manos recorrían ansiosas sus testículos y sus nalgas.
Al bajar su boxer no
pude mas que admirarme del estruendoso vello que lucía su entrepierna rodeando
el manjar que mi boca no pudo reprimir chupar sin cesar, haciendo que mi amigo
recibiera espasmos que le hacían doblar las rodillas por mi poca delicadeza.
Me sentó sobre sus
muslos a horcajadas para posar sus manos en mis nalgas sobándolas bruscamente
mientras sus labios no dejaban en paz mis pezones disparados por el placer que
estaba proporcionándole una lengua experta.
Levantándome por mi
cintura puso mi polla justo a la altura de su boca besando con mucha delicadeza
mi pantalón que iba sacando lentamente mientras sus labios ya degustaban una
verga que se presentaba en todo su esplendor.
Sus manos en mi
cintura me dirigían hacia su pecho para con mi glande rozar una y otra vez sus
pezones, algo que le producía un placer tan brutal que sus dos dedos infringían
un severo castigo dentro de mi ano que estaba provocándome estar cerca del
éxtasis.
- ¡Avísame
cuando vayas a correrte! Su voz sonaba a vicio puro y
duro, lo que aún me gustó más.
La frecuencia del movimiento de sus dedos
dentro de mí incrementó hasta tal punto que mis alaridos se sentían excesivos
mientras susurraba en mi oído que disfrutara, que quería verme disfrutar…
Nada mas notar que
iba a correrme sus manos me bajaron bruscamente en dirección a su esplendorosa verga
que apuntaba directamente al muy trabajado y lubricado agujero el cual fue
penetrado de una vez sin descanso y hasta el final, incitando magistralmente la
salida efusiva de mi esperma directa a su estomago y pecho.
Fue tal el placer
que me hizo sentir que no me di cuenta cuando descargó dentro de mi toda su
esencia, estaba totalmente absorto besando su boca y disfrutando de una lengua
que no cesaba en enroscarse con la mía mientras su verga continuaba dentro.
- Me ha
encantado verte chillar de placer. Fueron las primeras
palabras que salieron después de terminar.
- Es que me lo
has hecho como nadie. Le agradecí
- Apunta mi
teléfono, ni se te ocurra volver a Madrid y no avisarme para vernos.
Su última frase me
dejó en las nubes y salí del cuarto dispuesto a buscar a mis compañeros de
visita que insistían de nuevo con el Guernica.
- ¿Como ha
estado la exposición de abajo? Jorge me interrogaba
para ver si merecía la pena ir.
- No la he
entendido, demasiada complicada para mi simple mente.
- Pues has tardado
un montón para no gustarte.
- Es que ha
habido un imprevisto sexual que me lo ha impedido. Dije
acompañando la frase con una sonrisa de satisfacción.
Las caras de mis
tres acompañantes quedaron pasmadas de envidia sana dando resultado a un
interrogatorio que el gran cuadro parecía no aprobar y dejamos el museo, no sin
antes plantarme delante de la gran entrada con su ascensor de cristal para
saborear lo productiva de mi visita, sin duda algún día volveré, lo que no
sabía es que iba a ser tan pronto.
¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!: Reencuentro con mi amor adolescente
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