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El Guernica y el oso

lunes, 19 de mayo de 2014


¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente

Guernica, Pablo Picasso. Imagen Museo Reina Sofía

Me comía la emoción de por fin ir al Museo “Reina Sofía” para poder ver en vivo “El Guernica” de Pablo Picasso y no pude estar centrado en la diversión cuando fuimos a pasar la noche al famoso barrio gay de Chueca.
Llevaba mucho tiempo queriendo ir a Madrid pero la economía no me lo permitía, el trabajo en mi ciudad poniendo copas apenas me daba para subsistir con los gastos de la carrera de Bellas Artes, dado que la beca era bastante irrisoria, sólo me cubría para las matrículas de algunas asignaturas.

Había estado mucho tiempo ahorrando dinero para el gran viaje a la ciudad de los museos y el sábado visitamos el del Prado para pasar el domingo en el residente de mi cuadro favorito. Estudiaba tanto sobre ese cuadro que lo tenía totalmente mitificado y mi expectativa era ver como reaccionaría estando delante de el.

La noche del sábado de bares por Chueca se presentaba idónea para relajarnos del día tan completo que pasamos en el Museo del Prado, lo recorrimos completo parándonos en todos los detalles que podíamos sobre todo con Velásquez, acabábamos de terminar un trabajo sobre el pintor sevillano y lo teníamos todo aún muy fresco en nuestra memoria.
Quedamos con un pequeño rollete que Jorge tenía desde hace tiempo en Madrid y él sería nuestro guía por la zona gay por excelencia de la ciudad. Realmente cumplió con creces lo de enseñarnos toda la zona, recorrimos durante mas de una hora casi todo el barrio comprobando la cantidad de bares, tiendas y negocios dedicados a un público minoritario en donde nos encontrábamos encantados.

No queríamos acostarnos tarde y estar frescos para nuestro propósito del día siguiente, teníamos que aprovechar el tiempo visitando lo que realmente vinimos a ver, por lo que unas copas rápidas en un par de garitos y para el hotel nos dijimos, y así fue, un par de bares de moda, un picoteo rápido en plena calle con hotdog observando el bullicio y la última visita al bar “Bear” donde el género oso era mayoritario para el gozo de Diego y mío, pues nos encantaban los hombres rudos y grandes a diferencia de nuestros otros dos compañeros.

Entrar en un local donde la mayoría de hombres me gustaría me tenía excitado toda la noche, esperé la visita como agua de mayo por eso la dejamos para el final y nada mas entrar supe que ese sitio era para mí.
Tremendos hombres, masculinos, grandes, peludos, la mayoría sin camiseta se exhibían despreocupadamente con sus copas en la mano llenando el estrecho pasillo que daba al comienzo de la barra donde dos magníficos representantes de la raza osuna se ocupaban de atender a la tranquila clientela.

- ¡Yo pido las copas! Mi advertencia sonó amenazadora para mis amigos que soltaran una risa al unísono.

Apoyado en la barra esperando mi turno examiné esos hermosos cuerpos grandes y peludos de auténticos hombres que me tenían ensimismado.

- Dime príncipe ¿Qué te pongo?

No pude responder a la primera, mis ojos se clavaron en los suyos de un color azul intenso que me tenían hipnotizado. El pecho desnudo solo tapando los pezones con unos tirantes lucía imponente y el cuello tan grueso llamaba la atención de mi ansiedad por estar con un hombre como esos.

- ¡Chico que estas atontado! Me dices que quieres…
- Disculpa, me he quedado abducido contigo. Ya se que te lo dirán mucho, pero es que estas demasiado bueno. De una me lancé sin remisión, no tenía nada que perder.
- Menos de lo que crees, pero siempre es bonito que te adulen. Su encantadora sonrisa parecía sincera aunque no creí lo que decía.
- Tres cervezas, un ron con cola y ojalá pudiese pedirte a ti. Estaba lanzado y el parecía encantado de mi adulación.
- Puedes, pero a partir de las 3 de la mañana, no salgo hasta esa hora.

Mi mirada le dijo que no podía ser, era nuestro último sitio de copas y teníamos que levantarnos bien temprano. A las ocho de la mañana queríamos estar en marcha para entrar de los primeros al museo, otra vez sería, pero fue la primera vez que un osazo mostraba un real interés por mí aunque seguramente lo haría con muchos, pero fue un subidón tremendo para mi ego.

El gran domingo

A las siete en punto de la mañana abrí mis ojos sin quitarme de la cabeza esa atrayente mirada de ojos profundos que me marcó la noche anterior. Podía haberme quedado, pero eso hubiese conllevado no haber podido ir al museo y eso no entraba en mis planes, no había estado tanto tiempo esperando la visita para echarla a perder por un rato de sexo, por mucho que me gustara el hombre.

Eran las 8,30 en punto cuando ya estábamos en la fila para sacar nuestras entradas y al ser domingo había demasiada gente para mi gusto, me hubiese gustado tener mas intimidad para saborear todo pero no era posible.
La primera visita era obligada. Directamente a la primera planta donde residía en una gran pared en solitario mi cuadro fetiche, “El Guernica” me impresionó, no por su magnitud sino por la solemnidad de su exposición, dos guardias, uno a cada lado, daban la real importancia que tenía el rey del museo en la gran sala mas visitada.

Creo que fue más de hora y media la que estuve delante del cuadro destripando y tomando notas de todos los detalles que pude observar en mi estudio para confeccionar el trabajo de fin de carrera que empecé desde el comienzo de la misma. Sabía que sería sobre ese cuadro en concreto y lo llevaba bastante avanzado.

Mis amigos recorrían las salas del museo tranquilamente cuando los encontré, teníamos intereses diferentes dentro de la galería y decidimos separarnos desde el principio.
Les ofrecí bajar a la planta de abajo donde había una exposición temporal de un artista plástico danés de nombre impronunciable que había leído a la entrada. Ninguno de ellos quiso acompañarme y bajé sólo a la sala totalmente despoblada de visitantes, apenas un par de grupos de escasos componentes pude comprobar.

La sensación en la sala temporal fue que estaba a medio terminar, con techos aún destapados donde se podían comprobar el enjambre de cables que lucían al aire y varios operarios vestidos con monos grises recogiendo y limpiando algunas zonas de la exposición.

Uno de los operarios llamó mi atención, embutido en su indumentaria reglamentaria del museo como operario de mantenimiento parecía más apático que los demás, pero lo que realmente me hizo fijarme fue en cómo lucía su mono excesivamente ajustado en su cuerpo grande y robusto.
Al darse la vuelta quedé boquiabierto, era mi sueño de hombre de ojos intensos y cuerpo morboso de anoche. Él igualmente quedó sorprendido al verme para después dedicarme una sonrisa y dirigirse a mi muy educadamente para saludarme con su mano extendida que apretó la mía notando que la química entre los dos echaba chispas.

- Hola, que sorpresa, ¿es que trabajas aquí? Acerté a decir entre nervios.
- Sí, este es mi trabajo, el otro sólo es un complemento de fines de semana. Su mirada se clavó en la mía como la noche anterior y no podía soltarle la mano.
- Esto de vernos dos veces en tan poco tiempo en una ciudad tan grande seguro que es una señal… Le dije sin perder la oportunidad de ver su reacción.
- ¡Seguro! Acompáñame que me cambie y te invito a una cerveza. Se dio cuenta de mis intenciones a la primera y parecía complacido.

Caminando hacia un cuarto en medio de uno de los pasillos comentábamos mi afición casi enfermiza por el “Guernica” que le producía satisfacción y risa.

- Entra, me cambio rápido y subimos al bar. Abriéndome la puerta me apremió para que no nos viesen.

El cuarto muy pequeño sólo tenía una taquilla, una silla de madera muy usada y varias estanterías llenas de material eléctrico.
Sentado sobre la silla observé como frente a la taquilla que guardaba su ropa Juanjo bajaba la parte superior del mono de trabajo, dejando al descubierto su majestuoso pecho velludo donde sobresalían unos pezones grandes y alzados que no pude dejar de mirar mientras seguíamos comentando cualquier cosa, pues mis nervios me impedían dejar de hablar.
Bajó su pantalón de frente a mí dirigiéndome una pícara sonrisa al quedarse en boxer que marcaban su paquete de una forma excesivamente provocadora cuando se acercó invitándome con su mirada.
No hubo espera ni vacilación, mi cara fue directa hacia esa gruesa verga saboreándola por encima del calzón mientras mis manos recorrían ansiosas sus testículos y sus nalgas.

Al bajar su boxer no pude mas que admirarme del estruendoso vello que lucía su entrepierna rodeando el manjar que mi boca no pudo reprimir chupar sin cesar, haciendo que mi amigo recibiera espasmos que le hacían doblar las rodillas por mi poca delicadeza.
Me sentó sobre sus muslos a horcajadas para posar sus manos en mis nalgas sobándolas bruscamente mientras sus labios no dejaban en paz mis pezones disparados por el placer que estaba proporcionándole una lengua experta.
Levantándome por mi cintura puso mi polla justo a la altura de su boca besando con mucha delicadeza mi pantalón que iba sacando lentamente mientras sus labios ya degustaban una verga que se presentaba en todo su esplendor.

Sus manos en mi cintura me dirigían hacia su pecho para con mi glande rozar una y otra vez sus pezones, algo que le producía un placer tan brutal que sus dos dedos infringían un severo castigo dentro de mi ano que estaba provocándome estar cerca del éxtasis.

- ¡Avísame cuando vayas a correrte! Su voz sonaba a vicio puro y duro, lo que aún me gustó más.

 La frecuencia del movimiento de sus dedos dentro de mí incrementó hasta tal punto que mis alaridos se sentían excesivos mientras susurraba en mi oído que disfrutara, que quería verme disfrutar…
Nada mas notar que iba a correrme sus manos me bajaron bruscamente en dirección a su esplendorosa verga que apuntaba directamente al muy trabajado y lubricado agujero el cual fue penetrado de una vez sin descanso y hasta el final, incitando magistralmente la salida efusiva de mi esperma directa a su estomago y pecho.

Fue tal el placer que me hizo sentir que no me di cuenta cuando descargó dentro de mi toda su esencia, estaba totalmente absorto besando su boca y disfrutando de una lengua que no cesaba en enroscarse con la mía mientras su verga continuaba dentro.

- Me ha encantado verte chillar de placer. Fueron las primeras palabras que salieron después de terminar.
- Es que me lo has hecho como nadie. Le agradecí
- Apunta mi teléfono, ni se te ocurra volver a Madrid y no avisarme para vernos.

Su última frase me dejó en las nubes y salí del cuarto dispuesto a buscar a mis compañeros de visita que insistían de nuevo con el Guernica.

- ¿Como ha estado la exposición de abajo? Jorge me interrogaba para ver si merecía la pena ir.
- No la he entendido, demasiada complicada para mi simple mente.
- Pues has tardado un montón para no gustarte.
- Es que ha habido un imprevisto sexual que me lo ha impedido. Dije acompañando la frase con una sonrisa de satisfacción.

Las caras de mis tres acompañantes quedaron pasmadas de envidia sana dando resultado a un interrogatorio que el gran cuadro parecía no aprobar y dejamos el museo, no sin antes plantarme delante de la gran entrada con su ascensor de cristal para saborear lo productiva de mi visita, sin duda algún día volveré, lo que no sabía es que iba a ser tan pronto.

¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!Reencuentro con mi amor adolescente



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