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Locura de carnaval

sábado, 5 de abril de 2014



Llevaba poco tiempo en la ciudad de Panamá estudiando en la Universidad Nacional y mis amistades se limitaban a los tres compañeros de departamento de la Calle 50 con los que tenía muy poco en común, y a Luis Alfredo, compañero de universidad con el que había tenido unos encuentros esporádicos sexuales nada importantes ni para él ni para mí, pero teníamos afinidad de gustos, sobre todo por los hombres.

Ni me pensé aceptar su invitación para ir a casa de su hermana a pasar carnaval en “Las Tablas”, había oído mucho de ese carnaval del sur del istmo y no iba a desaprovechar la oportunidad, aunque mi carácter reservado surgió:

- Me da un poco de vergüenza Luis, ¿no habrá problemas ni malas caras porque lleves a un amigo?
- Para nada, no te preocupes. Mi hermana es una tipa genial, y su marido te va a volver loco a ti que te gustan los osos brutotes, es un hombre muy cariñoso y cordial. Te vas a sentir como en tu casa, creéme.

Bordeando la costa viajaba anonadado por el paisaje que veía, esa parte de mi país nunca la había visto y todo era nuevo, jamás había salido de la provincia de Chiriqui hasta comenzar la universidad en la capital. Luis me dejaba en mi descubrimiento mientras mataba las siete horas del viaje en autobús con un molesto juego del celular que lo tenía totalmente abstraído desde que salimos.

- ¿Y tu cuñado que es un bestia? Lo interrumpí del maldito juego.
- Sí, jaja, ya verás, es muy tierno. Pero tiene un cuerpo de bruto que según lo que tú me dices va a ser de los que te gustan. Afirmó sin dejar de pulsar el dichoso celular.
- Ya me puede gustar todo lo que quiera, pero es el marido de tu hermana. Refunfuñé.
- Quien sabe. En carnaval puede pasar cualquier cosa…

Me tomé la respuesta de mi amigo como una manera de crearme una expectación para estar con un objetivo en Las Tablas, nada más. Pensar en entrarle a mi anfitrión, que no conocía, y que encima era familia del que me invitaba me parecía algo obsceno.
De todas formas a los carnavales donde iba eran famosos por su ambiente gay, la mayoría de los que vivían en Panamá City acudían a la festividad en Las Tablas, seguro que habría alguna posibilidad de tener alguna aventura y poder decir que yo también tuve sexo en el famoso carnaval.

Maty nos esperaba con los dos niños donde el autobús descargaba el pasaje y con un efusivo abrazo saludó a su hermano, hacía más de siete meses que no se veían y no dejó de repasarlo de arriba abajo.

- ¡Estás gordo Lucho! ¡Tienes que culear más para adelgazar! Jajaja. Maty mostró su carácter abierto y desenfrenado en el primer momento.

- No seas bruta, que vas a asustar a mi amigo. Este es Amir, es un compañero de la uni. Nunca ha venido al carnaval.

Me dirigí cortésmente hacia ella cuando me apretó entre sus brazos de una forma que parecía quererme traspasar toda su energía.

- Vas a disfrutar mucho, esto está hecho para vosotros. Mi anfitriona daba por hecho que yo también era homosexual.

Dirigiéndose a Luis comentó que su marido estaba haciendo la cena para que en cuanto llegásemos sentarnos a la mesa para comer algo y a descansar, porque estaréis rendidos del viaje, esta noche no hay nada importante que ver y mañana bien temprano hay que salir para los “culecos” a coger un buen sitio.

En plena Bolivar, cuna de la comparsa de “Calle Arriba” asomaba la casa de la hermana de “Lucho”, una construcción bastante vieja que por dentro estaba muy bien acondicionada para vivir durante todo el año. Maty durante la cena me comentó que Juan, su marido, pasaba mucho tiempo fuera haciendo rutas en el camión y vivir sola con los niños le daba miedo en la ciudad, en el pueblo la vida era muy tranquila exceptuando los cinco días salvajes de carnaval.
Mi sorpresa cuando apareció Juan se me notó al instante, venía con un delantal de cocina que tapaba un corto traje de baño a cuadros y su camiseta blanca de tirantes. Dio un repaso a primera vista del invitado y fue directo a abrazar a su cuñado con tanta efusividad que Luis no paraba de reír.
Maty me presentó a su marido y mi boca se hacía agua, 1,80 al menos, unos 40 años, robusto, fuerte, con unos ojos color miel que desmayaban y una barbita medio canosa perfectamente recortada. Su voz al saludarme contrastaba con su cuerpo pues sonaba dulce y muy amable.

- Encantado Amir, estás en tu casa. Su apretón de mano me produjo una química que difícilmente olvidaré.

A primera hora ya estábamos en la Plaza Central, justo enfrente de la iglesia, para no perdernos la entrada de la reina de Calle Arriba al parque. Una autentica locura lo que se vivió al ver la carroza alegórica asomar por el final de la calle. El agua, la música, la gente poseída aclamando a su soberana, los apretones… no creo que cupiese más gente en esa plaza tan desproporcionadamente poblada.
Juan no paraba de hacer viajes al kiosko a traer cerveza y nuestra cordura ya empezaba a flaquear desinhibiéndonos por completo e integrándonos en esa locura colectiva que parecía no tener fin.
Igualmente chillábamos disparates a la rival de Calle Abajo, esa muchacha tendría pesadillas durante mucho tiempo con todo lo que esas bocas le lanzaban en calidad de insultos y despropósitos.
Realmente divertido mí primer “culeco” en Las Tablas, pero las piernas ya me fallaban, los ojos totalmente irritados de tanta agua y tanta cerveza…

- Vamos a comer algo por aquí y nosotros nos vamos a casa, que hay que recoger a los niños, quedaos por aquí a pasar la tarde por las tabernas que seguro que pilláis algo. La sonrisa de Juan daba a entender que la hora del jugueteo más gay empezaba por los bares.

Sólo pude aguantar una cerveza mas en la primera taberna que fuimos, un antro realmente cutre pero con un ambiente muy distendido y divertido, efectivamente la pluma era el común denominador en la mayoría de asistentes que contrastaban con señores mayores oriundos del lugar que se divertían con las locuras de alguno de los muchachos pasado en copas.

- No aguanto más Luis, me duele todo, prefiero irme a la casa a descansar un poco. Mi cara le pedía compasión.
- ¿Sabes llegar?, yo me quiero quedar un rato. ¿Te importa?
- No hay problema, quédate, pero de verdad es que estoy muy cansado.

La sonrisa de Juan me recibió a la puerta de la casa, no llevaba camiseta y su bañador mojado se comprimía en un bulto entre sus piernas que no podía dejar de mirar. ¡Tremendo paquete se come esta Maty! me dije mientras frotaba mis ojos por la irritación del agua.

- ¿No viene Lucho? Juan me interrogó sobre su cuñado.
- No, se quedó un rato mas, yo es que estoy muy cansado. Ha sido una locura lo de esta mañana. Intenté justificarme.
- Esa perra vendrá bien culeadito. Dijo sonriéndome.

Nos sentamos en el pequeño porche de detrás de la casa y Maty sin pedirlo nos obsequió con una limonada reparadora recién hecha, contenía mucho hielo para contrarrestar el sofoco que aún sentía por el calor y el cansancio, lo cual agradecí con una mirada de autentico fervor hacia mi anfitriona.
La pequeña balsa acondicionada como piscina me invitaba a darme un baño pero mi cuerpo realmente no tenía ganas de moverse de allí, el agua estaba aún removida del reciente baño de Juan, de ahí que su bañador luciera todavía mojado.

- El agua está muy rica, date un baño, verás que bien te sienta. Dijo mi acompañante
- No puedo, las piernas no me responden y las plantas de los pies no puedo ni apoyarlas en el suelo. Fui sincero al responderle.
- Pon los pies aquí arriba un rato y veras como se va pasando. Juan me acercó un taburete de plástico y le puso un pequeño cojín que suavizaba el tacto de la silleta.

Maty se unió a la pequeña mesa de camping en la que estábamos sentados y pasamos un buen rato conversando de mi carrera de computación, de mi no relación con Luis, y sobre todo de la fiesta del carnaval, cuando ella decidió sin venir a cuento que iba a dejar a los niños en casa de la “abuela”, una vecina a la cual le encantaba cuidar a los niños de la pareja. Así estamos tranquilos esta noche y hacemos una cenita en el jardín los cuatro, bueno, siempre que la “perra” de mi hermano venga a tiempo.

Juan no paraba de recordarle a su mujer todo lo que tenía que llevar para dejar a los niños mientras ella chillaba desde dentro de la casa un “lo llevo” a todo lo que él iba diciéndole. Se notaba un padre comprometido en el cuidado de los niños muy activamente. Y Maty cargada con los dos niños junto con dos bolsas repletas de utensilios de los bebes salió hacia la casa de “la abuela”.

- A ver cuando viene ésta ahora, porque cada vez que los lleva se pasa toda la tarde de conversa con la vieja…
- ¿Está lejos? Pregunté curioso.
- No, a dos cuadras apenas, pero es que las dos se lían a hablar y se olvidan del tiempo. ¿Se te pasa lo de los pies?. Preguntó informalmente.
- Las plantas me arden.
- Ponlas en mi bañador que aún está mojado. Me ofreció sinceramente, pero yo me resistí.
Me agarró uno de los pies y lo colocó sobre su muslo encima del bañador mojado lo que me provocó una sensación de alivio que mi expresión de la cara agradeció.

- Ves, así se alivia un poco. Afirmó mientras su mano dirigía mi pié frotándolo con el bañador.
- Que rico, la verdad que sí.
- ¡Mira que buena almohada ha encontrado! Juan sin ningún reparo puso la planta de mi pié en su enorme paquete moviéndolo suavemente.

Mi sonrisa nerviosa le mostraba claramente mi ansiedad por seguir pero la situación me vino un poco de sorpresa hasta reaccionar.

- ¿Y tu eres tan perra como mi cuñado? La sonrisa no se le iba de la cara.
- Si hay que serlo, se es. Mi pié ya lo dominaba yo frotándolo con mas intensidad y metiéndolo por debajo de sus huevos.
- ¿Te gustan los brutos no? ¿A esas nalgitas mulatas les va lo grande verdad? Dijo sin dejar de repasar mi piel morena.

Mi pié ya estaba entrando entre el muslo y su bañador cuando llegó a una tremenda polla ya erecta que mi planta no paró de disfrutarla hasta un buen rato, Juan bajó mi pié para colocárselo sobre su ano animándome a jugar con el dedo gordo entre sus nalgas.
Su cara empezaba a cambiar esa expresión de amabilidad y ternura por una viciosa que abría sus ojos con cada envite de mi dedo.
Me levanté directo a meter mi boca en sus ingles. Mientras su polla descansaba en mi cara besaba con locura ese bello rizado que bordeaba sus huevos a la vez que acariciaba esa durísima verga.
Sus manos dirigieron mi cabeza directamente a su glande rojo para succionarlo provocándole gemidos intensos que no disimulaba e intentaba empujar mi cabeza hacia abajo para tragar toda su verga.
Mis arcadas por no poder meter toda su polla en mi boca cortaron el momento mágico pero Juan amarrándome por la cintura me llevó dentro de la casa.

- Ven que quiero probar esas nalgotas ricas.

En la habitación donde dormiríamos había tres camas de media altura y en una de ellas me colocó “en cuatro” no sin antes quitarme mi pantaloneta mordiendo mis nalgas mientras los bajaba.
Sus manos abrieron mi culo y su lengua me mareó de placer mientras con mi mano le empujaba la cabeza para que entrara más y mas. Creí desmayarme de gusto cuando el glande de esa verga enorme no paraba de pasearse por mi agujero haciendo el ademán de entrar, pero Juan magistralmente iba masturbándose entre mis nalgas para crearme la necesidad de pedirle más.
Encima de mis nalgas y con su mano en mi boca para que no chillara su polla entro sin descanso de una sola batida. Creí romperme por dentro pero el placer me impedía decir que parara de bombearme tan brutalmente, el sonido de sus huevos contra mis nalgas todavía me excitaba más y más con sus manos presionando mi cintura hacia el.

Miré hacia atrás para ver la cara de mi amante mientras me culeaba y me sorprendí al ver a Luis apoyado en el resquicio de la puerta mirando con total naturalidad como su cuñado se culeaba a su amigo. No puede hacer nada para reaccionar, Juan seguía rompiéndome el trasero bruscamente y el placer que estaba sintiendo no quería que terminara.

- Correte en su agujero, ¡le encanta!. Luís aconsejó a su cuñado.

Efectivamente así hizo y sentir todo su semen caliente sobre mis nalgas me hizo gemir escandalosamente. Me levantó y me beso apasionadamente agradeciéndome el rato que le había hecho pasar.

- Tenía muchas ganas de culearme a un mulato, cuando te vi llegar tenía las esperanzas de hacértelo. Juan limpió mis nalgas con varias servilletas de papel y su actitud volvió a ser la de siempre, amable y muy cordial.
- ¡Luis estaba mirándonos!. Le dije alarmado, sobre todo por él.
- No te preocupes, seguro que va borracho y le gusta verme cuando me culeo a alguien. No es la primera vez.

Bañándonos los tres en la pequeña piscina a mi no se me iba la sonrisa de la boca, había tenido sexo con uno de los hombres que mas me habían gustado físicamente y del que fácilmente podría haberme enamorado, pero por suerte, el carnaval solo duró 4 días.



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