Twitter Facebook Google Plus LinkedIn RSS Feed Email

Dulces Andinos (V)*

jueves, 20 de marzo de 2014

Con la prueba superada y con una erección de mil demonios bajo mi pantaloneta adidas marrones me encaminé hacia el lugar que me indicó. Flores de mil colores, vegetación exuberante, árboles enormes que se veían mayores y descuidados, todo un compendio de nuevas imágenes que devoré delicadamente haciéndome olvidar por un momento de don Wilson y el buen rato que seguro iba a pasar con el.
Ya habían pasado como 30 minutos y había encontrado el pequeño estanque que me comentó. Realmente un lugar idílico, una laguna rodeada de esa pequeña baranda artesanal de diferentes trozos de madera deformada que todos hemos hecho alguna vez en nuestra niñez. El agua entraba por un pequeño resquicio subterráneo y salía con dulzura por un desagüe que se notaba hizo la mano humana, pues las paredes se veían muy rectas.

Apoyado en la baranda y absorto en mis pensamientos mirando el agua me percaté que don Wilson bajaba por la pequeña cuestecilla que desembocaba en su estanque. Venía adornado con un sombrero de estilo panameño para protegerse del sol y en su mano derecha una gorra que claramente era para mí, pues se me olvidó la maldita con las prisas al salir de Catamayo.
Conforme se iba acercando a donde me encontraba me fijaba en su pantaloneta, ya se marcaba una pequeña erección que no disimulaba y que me permitía comprobar por primera vez su poya. Parecía gorda pero no larga… pronto lo comprobaría.

Se apoyo en la baranda a mi lado rozándome con su brazo y me ofreció la gorra.

Póngasela que el sol está dando duro. La insolación es una enfermedad común aquí abajo.
- Gracias don, se me olvidó en casa la mía y la verdad es que lo estoy notando. Le agradecí.
- ¿Y entonces?, ¿qué le parece el sitio?
- Me encantó. Llevaba usted razón, es un lugar donde se puede uno relajar y olvidarse de todo.

Ya estaba notando que su mano empezaba de nuevo a acariciar mi espalda y tarde o temprano esperaba fuese bajando cuando un crujir de ramas me llamó la atención y me sobresaltó.

¿Viene alguien?. Dije asustado.
Seguro que no, cualquier perro, por aquí hay muchos. Me tranquilizó mientras su mano ya empezaba a sobetear mis nalgas de una forma mas descarada.
¿Le gustó?
- ¡Mucho!, y el estanque también. Fue el pistoletazo de salida.

Mientras me explicaba cualquier trivialidad sobre el estanque su mano entro entre mis nalgas accediendo delicadamente a tocar mi ano con un dedo juguetón de una forma que me hizo suspirar. Estaba realmente excitado pero no quería apresurar nada, me gustaba como iban marchando las cosas y me dejé hacer.
En el momento que se puso detrás mió y apretó su paquete contra mis nalgas pude comprobar lo gruesa de su poya colaborando con unos pequeños movimientos de cadera para dar mi aceptación al roce de su paquete. Lo estaba disfrutando tanto o más que yo, su respiración empezaba a agitarse sobre mi nuca, sus pezones arañaban mi espalda y sus manos comenzaron a recorrer mis muslos tan delicadamente que estuve por dirigirlas a mi entrepierna sin remilgos, pero como dije, me fui dejando hacer y esperé a que “el patrón” llevara el ritmo.
Al fin llegó a mis partes y no pude más que estirar mi cuello hacia atrás por el escalofrío de placer que me provocaba el ligero movimiento de su mano masturbando mi verga por encima de la pantaloneta.

El sol y la excitación empezaban a pasarnos factura al notar que desde su barbilla goteaba sudor que caía en el comienzo de mi espalda, lo que aún le daba un toque más de morbo a la situación.

Su culito me está poniendo muy bruto. Acertó a decirme suavemente y con la voz entrecortada.
Ya lo estoy notando patrón, mi poya va a explotar si sigue usted así. Le avisé.
Vamos a una sombra que aquí tomamos demasiado sol.

Me dirigió cogido a mi cintura hacia la zona arbolada de donde venía el sonido que escuché del quiebre de ramas. Un tronco partido enorme en medio de la arboleda se presentaba como zona perfecta para seguir con nuestros quehaceres, rodeado de hierba recién mojada del día anterior, pero no nos importó, el frescor de la hierba nos vendría bien.
Pillándolo de improviso me lancé hacia él amarrándolo con una mano su hermosa nalga y con la otra el paquete, los dulces andinos que tantas ganas tenía de probar.
No pude dejar pasar la oportunidad de mientras acariciaba este estruendoso manjar que no cabía en mi mano repasar con mi lengua unos de sus pezones tan carnosos y empinados que me provocaban morderlo sin parar. Don Wilson se dejó hacer, ahora le toca a él pensaría, y fui recorriendo el otro pezón sin dejar de empujarlo hacia mi con la mano que cacheteaba su nalgota redonda y dura.
Sus gemidos respondían a cada mordisquito que le daba en los pezones y a cada cachete en su nalga cuando otra vez el ruido del romper de ramas me molestaba.

No se preocupe, no vamos a dejar de oírlos. ¿Le gustan mis dulces?. Me preguntó para que olvidara el ruido tan molesto.
Espectaculares patrón. Sentémonos en el suelo, quiero disfrutarlos con paciencia. Le apremié.

Se sentó en la hierba y su espalda se apoyó sobre el gran tronco muerto, esperó a que yo hiciese lo mismo para con su mano izquierda bajar la parte delantera de la pantaloneta que me dejaba ver su gorda verga totalmente empalmada con ese par de dulces cargados de toda la adrenalina acumulada por nuestro juego de todo el día.
Sin dudarlo agarré la verga acariciándola suavemente destapando el fruto que escondía, un glande rojo-amoratado enorme que ya estaba húmedo y desprendía un olor inconfundible a excitación. No era una poya bonita, ni mucho menos, muy gorda e igualada pero de tamaño medio, unos 14 cm calculé y unas venas demasiado pronunciadas. Aún así para mí se veía muy apetitosa pero quise excitarlo aún más antes de comerme ese tesoro.
Estuve un ratito masturbándolo muy suavemente mientras miraba su expresión de placer que le impedía abrir los ojos y no paraba de relamerse hasta que directamente fui a besarle el rudo cuello.
Se estremeció de tal manera que pensaba que iba a correrse ya, pero con su mano intentando entrar en mi trasero por debajo de la pantaloneta me apretó hacia el y con una voz desgarbada susurró a mi oído; ¡cómetela papi!.

Me acomodé boca abajo perpendicular a su lado y frente a mi ya solo tenía esa bicha que me miraba llamándome impacientemente. Quería mantener el ritmo suave que don Wilson impuso al encuentro y con mi lengua fui saboreando lentamente el principio de una mamada que quería que mi anfitrión recordara siempre.
Chupar solo su glande y juguetearlo con mi lengua era mi comienzo hasta que pidiese más, y con un suave empujón de su mano, que tocaba dulcemente mi cabeza, bajé suavemente hacia el final.
Me cabía toda en la boca a pesar de su grosor, lo que a mi compañero le producía un placer indescriptible cuando mis labios tocaban la carne del comienzo de la verga. Cuando llegaba hasta el final jugueteaba con su escaso vello igual que su rudo dedo buceaba por mi ano con movimientos lentos y circulares como pretendiendo abrir el orificio, lo que me provocaba unos gemidos silenciosos que por inercia hacían empinar mis nalgas para facilitarle el trabajo.
Duré una eternidad besando y lamiendo sus huevos, me explayé con mi lengua recorriendo cada centímetro de esos hermosos óvalos morenos y grandotes que abarcaban toda mi boca.
Intenté volver hacia arriba buscando de nuevo su glande pero me frenó dulcemente con su mano y mirándolo directamente a lo ojos comprobé que estaba humedeciéndose los dedos para proseguir con su trabajo en mi culo.

- ¿Móntate encima y te culeo rico, ok?. Me pregunto mientras sus dedos ya estaban lubricándome.

Frente a frente nos observamos a los ojos con infinito placer e hizo ademán de intentar quitarse esa pantaloneta para estar más cómodo. Ascendí para facilitarle el trabajo no sin ponerle mas “guinda al pavo” rozando mi poya por toda su barriga y su pecho hasta que después de conseguir quitarse lo que le molestaba dirigió su boca directamente a mi poya tragándosela toda de una. Mientras estaba dentro su lengua no paraba de juguetear con mi glande cuando sus manos empujaron mis nalgas mas adentro, parecía que quería que entrara toda mi persona en su boca. Tuve que frenarle con una sonrisa pues si seguía así sería yo el que descargara antes de que mi culo probara ese dulce dentro de el.

Con maestría separó mis nalgas y mientras su poya iba rozando mi agujero creí venirme, pero rápidamente me levantaba haciéndole saber que estaba a punto.

- Yo estoy igual, me va a explotar enseguida, pero quiero sentirla dentro de ti. Quiero entrar hasta que mis huevos toquen tus nalgas.

Esa última frase me puso de un modo salvaje y me mentalicé para dirigir la operación yo mismo. Conforme su verga entraba la cara de don Wilson abría los ojos mas intensamente demostrando su placer, sus manos cacheteaban mis nalgas cada vez mas fuerte y a ese ritmo conseguí que entrara completamente sin apenas notarlo, pues mi excitación estaba a un nivel que ni yo recordaba.
No dio tiempo para mucho, apenas tres o cuatro bombeos y “el patrón” me apretó contra él por mi cintura y no pudo ni avisar. Una corriente de calor intenso sentí dentro de mí mientras hacía unos movimientos suaves para que disfrutara más su abundante corrida.

Durante al menos cinco minutos estuvimos abrazados e inmóviles con su cabeza en mi pecho y su verga dentro de mi, cuando de repente su cabeza se levantó y una mirada de agradecimiento apareció mirándome fijamente; gracias papito, ahora te toca a ti, ¡levántate!.

Yo estoy ya “patrón”, con poquito me vengo.

Mientras se lo comentaba ya tenía mi poya dentro de su boca haciendo movimientos bruscos y rápidos mientras sus manos seguían manoseando mis nalgas, y cuando me llegó el espasmo de correrme quise sacarla de su boca pero presionándome las nalgas no me dejó.
Llene su boca de mi esencia, pues yo también llevaba mucho acumulado, y por sus comisuras no dejaba de brotar mi esperma, una imagen que me sobreexcito y volví a soltar mas sin ni siquiera yo esperarlo. La carcajada de don Wilson le provocó el derrame de todo el contenido sobre su pecho y en vez de limpiarse como yo hubiese hecho se lo restregó por sus pezones con verdadera solemnidad e idolatría.

- Así me acuerdo todo el día de este rato don Nico.

Extrañamente su trato había vuelto a ser como antes de pasar nuestro ratito íntimo, algo que me descontroló por un momento pero me aclaró la conversación que tuvimos mientras volvíamos a la caseta donde seguramente ya estaría el almuerzo preparado.

- Don Nico estoy seguro que esto quedará entre usted y yo. El pueblo es muy pequeño y yo estoy casado.
- No lo dude, no me gusta propagar mis buenos ratos con nadie, despreocupese. Además si me gano su confianza con esto seguro algún día querrá que lo repitamos.

La cara de don Wilson no salió de su asombro al oír mis palabras.

¿Querría usted repetir conmigo? Me dijo asombrado.
Por supuesto que sí, usted me gusta físicamente y he disfrutado muchísimo. No le mentí.
En el momento que lo quiera vuelvo a ser su patrón.
- Y yo su papazote. Apostillé con la aceptación de mi compañero.

Me desconcertó la sorpresa que mostró al demostrarle que yo repetiría encantado y durante nuestra vuelta no dejaba de pensar en el porqué de esa sorpresa mientras el no paraba de indicarme sitios, plantas, árboles, frutos…

Don Wilson disculpe, pero antes de que lleguemos me gustaría saber porque se extraña tanto de que quiera volver a tener un buen rato como antes con usted. De una vez me atreví a tocar el tema.

Hombre don Nico, sinceramente creo que para usted yo soy uno mas de los muchos que puede conseguir culearse en el pueblo, pero usted a mi me atrajo desde el principio. Un extranjero aventurero, joven, bien parecido, homosexual aceptado y orgulloso… créame, es usted un gancho en el pueblo para muchos como yo. La gente desde que vinieron hablan don Nico, y al enterarme de ustedes quise entablar amistad para ver si habría posibilidad de alguna aventura pero al conocerlos les tomé bastante cariño aunque usted nunca daba ninguna señal que me diera esperanzas, por eso hoy le he disfrutado como si fuese el último.
No se equivoque conmigo don Nico, yo adoro a mi mujer, adoro a mis hijos, me gusta el sexo con mi mujer, pero sobre todo me gusta el sexo, con mujer o hombre me da igual, lo disfruto mucho en cuanto tengo la mínima oportunidad y usted me provocó mucha excitación desde que lo ví, pero lógicamente aquí no puedo demostrarlo y ha sido un gran placer conseguir que usted tuviese sexo conmigo. Es como una meta conseguida y si realmente quiere repetir conmigo estoy encantado.

Sinceramente me abrumó su elocuencia, aunque la última parte la ví innecesaria lo que me creó un sentimiento de compasión difícil de explicar. Yo jamás me he tenido en tan alta estima, todo lo contrario. Nuria era la que me levantaba la moral y me enseñó a quererme a mi mismo.

Cogiendo a mi acompañante sobre el hombro quise explicarle que a mi los hombres como el me encantaban sexualmente, pero el miedo a que lo tomara como algo sentimentalmente comprometedor me aterró. En eso si tenía claro que si algún día tuviese pareja jamás sería un hombre casado y con problemas de aceptación con su condición sexual.

Don Wilson me gustaría repetir con usted y cuanto antes. Esas ricas nalgotas también quiero probarlas.

Los ojos del “patrón” se iluminaron al oír mis palabras y me regaló una sonrisa de agradecimiento que no creía merecer. Lo decía con toda sinceridad, yo quería volver a estar con el.

Sólo tiene usted que decírmelo, siempre será un placer volver a verle degustar unos dulces andinos. Comentó volviendo a poner su mano sobre una de mis nalgas.

Ahí fuimos caminando en silencio hasta llegar al borde del arbolado, mi brazo seguía sobre su hombro y su mano seguía acariciando dulcemente mis dos nalgas uniformemente cuando un brusco chasquido de ramas rotas nos sobresalto.
Los dos nos separamos instintivamente buscando el motivo de dicho ruido y del centro de la arboleda apareció uno de los muchachos que nos ayudó a cargar cuando llegamos.

Don, estaba buscándolos para que vinieran a almorzar, los muchachos ya descansaron y están esperándolos.

El muchacho de tez bien morena por el sol durante el trabajo venía con la camiseta quitada y recogida en un hombro, con la respiración agitada y sin mirarnos a la cara, su mirada se dirigía al camino de vuelta para que nos apresuráramos.

Mi estómago empezó a revolverse de nervios y vergüenza. Don Wilson me leyó el pensamiento; seguro que no nos vio, y si lo ha hecho disfrutó mas que nosotros, créame. 

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador




0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright © -2012 Relatos Gay de Paca Oros All Rights Reserved | Template Design by Favorite Blogger Templates | Blogger Tips and Tricks