Twitter Facebook Google Plus LinkedIn RSS Feed Email

El rugby y yo. Íntimos amigos

domingo, 23 de marzo de 2014

De Alicante a Las Palmas de Gran Canaria sólo hay dos horas y media de vuelo pero se me hicieron eternas, las turbulencias me aterrorizaban y mi miedo a volar me provocaba una sudoración enorme que una de las azafatas del avión estaba casi exclusivamente a mi servicio para lo que necesitase, pero al fin aterrizamos y muy atentamente la señorita fue a interesarse por mi estado.

- Ya pasó, muchas gracias, disculpe el viaje que le he dado.. Tocar suelo ya me había relajado.
- No se preocupe, le pasa a mas gente de la que se imagina. Tengan una buena estancia en las islas afortunadas. Su sonrisa complaciente me ayudó a pasar el mal trago.

Doy fe de que en esos momentos me arrepentí de haber invitado a mi madre a visitar a su prima Candela, ella vivía en Canarias desde que se separó hacía unos cuantos años huyendo de su pasado para empezar una nueva vida, pidió el traslado para que la recolocaran en otra tienda de la marca y la primera plaza que salió libre la cogió, pues no soportaba trabajar en el mismo sitio que su expareja.

Mi madre y ella a pesar de la distancia mantenían el contacto regularmente, desde niñas eran inseparables y recuerdo su preocupación cuando su prima pasó por todo el trauma de la separación, aunque siempre sospeché que lo pasó peor que su propia prima.
Candela era una mente abierta para su época, mi madre siempre le decía cariñosamente “la hippie” por su apertura mental, no entendía como vivió varios años con su pareja sin casarse pero aún así se adoraban.

La “tía Cande”, como yo siempre la llamaba, se presentó en la sala de llegadas con un verdadero mastodonte de compañero, sobre unos treinta y largos años, sobre el 1.80 de altura, de aspecto bruto pero tierno a la vez con una perilla que no se recortaba desde hace días.

- ¿Has venido con escolta?. Le comentó mi madre después de fundirse en un abrazo con ella.
- ¡No seas mala nada mas llegar!, es Pancho, un amigo del trabajo, compite en lucha canaria, así que lleva cuidado cuando lo saludes que te espachurra. La mirada de tía Cande le dejó entrever que luego le contaría más.
- Encantada Pancho, disculpa el comentario que le hice a Candela, soy muy bromista.
Mi madre, tan estupenda ella, se hizo con él a la primera.
Con una gran sonrisa la recibió entre sus brazos como si la conociese de siempre y dándome la mano a mí le comentó que Candela le había hablado mucho de ella.

-¡Joder David, estas guapote!, lo de la natación te está poniendo hecho un hombretón.

La tía Cande estaba puesta al día de mis logros deportivos en el equipo de natación de mi ciudad, a mis 17 años entrenaba cuatro horas diarias y mi cuerpo estaba muy fibrado.

- Ja ja tía, entreno mucho ahora por los campeonatos de verano, se me tiene que notar.

Noté que Pancho me repasaba atentamente mientras hablaba con mi tía pero no le di mucha importancia, yo estaba concentrado en ella. Hacía como cuatro años que no la veía y su aspecto era el mismo. Sin duda sabía mantenerse muy bien.
Recorrimos toda la cinta costera de Las Palmas hasta llegar a la pequeña propiedad donde nos alojaríamos por una semana, una casa vieja de ladrillo visto a medio arreglar, con una pequeña alberca adaptaba para servir como piscina en un rincón bastante coqueto que la tía había acomodado. Se veía muy acogedor y muy propio de ella, conociendo a la prima de mi madre me imaginaba la casa decorada muy en plan rural y por supuesto todo manual, como realmente era.

Descansar toda la tarde después del martirio de viaje que pase me cargó las pilas, pues a la mañana siguiente estaba totalmente recuperado y con ganas de hacer cosas.
Llegando a la cocina mi madre y tía Cande no paraban de ponerse al día hablando bien bajito por lo que esperé en el resquicio a que terminara esa confidencia que se contaban. Poniendo el oído me dí cuenta de que hablaban de Pancho, era de esperar, mi tía le explicaba esa amistad con derechos que mi madre jamás entendería y mas cuando oí que le decía “es un buen amigo, de los primeros que hice aquí, pasa conmigo mucho tiempo y duerme aquí la mayoría de días, nos lo pasamos muy bien juntos, pero no quiero nada de compromisos”.

La cara de mi madre era un puro poema, no lo lograba entender.

- ¡No vas a cambiar nunca!. Le dijo entre risas.
- Cariño, he aprendido a disfrutar mi vida, ahora estoy genial. Mi tía hablaba con sinceridad.
- Quien me iba a decir a mi que mi compañero con quien mejor estoy le da a los dos palos.

La confesión de mi tía me dejó helado a mi igual que a mi madre, ya sabía el porqué de su repaso a todo mi cuerpo en el aeropuerto. Pero empezaron a atacarme las dudas… ¿estaría bien entrarle siendo el compañero de mi tía?, ¿si nos pillaba se liaría la gorda en la casa?, y lo mas importante: ¿le gustaría yo a Pancho para que mi estancia todavía fuese mejor en la isla?.
No era mi tipo de hombre, pero podría adaptarme. Después de los entrenos, en los vestuarios, había tenido sexo con varios de los cursos abiertos de natación. Me gustaba mucho jugar en las duchas, siempre caía alguno… flacos, gordos, osos, jóvenes, viejos. Mi edad era para disfrutar y eso pensaba hacer.

- ¿David te gusta el rugby?

Panchito durante la comida empezó una pequeña conversación conmigo al ver el silencio que había. Realmente teníamos hambre y su forma de romper el hielo dejó sorprendidas a mi tía y a mi madre.

- Me gustan todos los deportes. El rugby no especialmente, no se las reglas y me cuesta trabajo seguirlo. Pero sí me gusta verlo… Lo que mas gustaba obviamente eran esos enormes tipos con ropa ajustada y sobándose los paquetes cuando hacían “meles”.

- Yo te lo explico, es fácil, cuando lo entiendes te apasiona. Esta tarde televisan el Gales-Irlanda del V Naciones.

- Sí David, interrumpió la tía Cande, quedaos y esta tarde me llevo a tu madre de compras, necesitamos pasar tiempo solas para ponernos al día. Mañana nos vamos todos y os enseñamos la ciudad. ¡Tarde de hombres! Pancho no hay mucha cerveza, compra si queréis para el partido.

Lógicamente no puse ningún impedimento, la idea de quedarme sólo con Pancho empezaba a gustarme. Lo tantearía para ver si habría posibilidades.

La mezcla del rugby y la cerveza empezaba a desinhibirme comentando el partido haciendo reír a Pancho varias veces al demostrar mi desconocimiento sobre el juego. Intentaba explicarlo pacientemente pero mi ojos solo se iban a esos cuellos gruesos y a esos pantalones tan apretados.
No pude callarme cuando uno de los jugadores apareció en primer plano con excesivos pelos en la espalda.

- Eso le afea mucho, el tío es guapo y ese vello lo jode. Por inercia daba por echo que Pancho no se extrañaría de mi comentario, aunque claro, yo jugaba con ventaja, ya sabía que le iban los tíos.

- ¿No te gusta el vello?. Siguió la conversación pues parecía haberle gustado lo que dije.
- Sí, claro que sí, pero en su debido sitio. Noté que ya no me cortaba al ver su interés.
- Tú parece que no tienes nada, estás limpito.
- Ahora sí, cuando empezamos a entrenar fuerte tenemos que depilarnos para poder deslizar mas fácilmente. Parece una tontería pero se mejoran las marcas.
- ¿Pero en todo el cuerpo?
- Yo sí, ya me he acostumbrado y se está cómodo sin vello.

Pancho puso cara de incomodidad al pensar en depilarse, soltó un risotada al imaginarse en una camilla puesto de espaldas depilandose.

- Uff, creo que jamás podría.
- Pero tú los tienes en su sitio, el vello exagerado es lo que me da asco. Asentí provocándole una sonrisa de agradecimiento.
- ¿Y dices que no hay nada de vello en tu cuerpo, ni en el culo tio? Suena morboso… su expresión cambió a una sonrisita picarona y se empinó el resto que le quedaba de la cerveza.

Al levantarme para ir a por otra cerveza observé como debajo de su bañador amarillo su polla empezaba a levantarse ligeramente. Mi risa condescendiente se cruzó con su mirada brillante.

- ¿Te importa?. A la vuelta de la cocina con dos cervezas en la mano comprobé que se había quitado la camiseta de tirantes que lucía.
- Para nada, estás en tu casa. Di mi aceptación sin dudarlo.

El partido continuaba y nuestro pulso por ver quien daba un primer paso se hacía cada vez mas largo para provocarme una erección debajo de mi chándal blanco que intentaba ocultar con un pequeño cojín forrado en seda.
Estaba claro que tenía que ser yo el que pusiese el pie para que surgiera algo, el no lo iba a hacer, no se si por respeto a mi tía, porque era menor o porque realmente era bastante corto. Me inclino mas por esta última opción.

- Pero pica mucho cuando empieza a salir el vello otra vez. Retomé la conversación metiéndome la mano bajo el pantalón rascándome sin disimular.

La sonrisa de Pancho ya se tornaba inquieta sin parar de mirar mi entrepierna.

- ¡A ver! Déjame ver todo eso lisito de pelo, tengo curiosidad. Al fin daba algún paso…

Bajé mi pantalón hasta donde justo empieza mi verga, dejando ver el comienzo del tronco. Reconozco que calzo bastante bien, al menos todos me lo dicen, 19 cm y no muy gruesa.

Los ojos de Pancho al ver el comienzo de mi polla se encendieron con su marrón intenso, notaba que esto estaba a punto y con una naturalidad pasmosa le cogí la mano y se la puse en el final de mi barriga.

- No ves, ya está saliendo el vello y por eso es lo que pica. Era ahora o nunca me dije.

Su mano fue acariciando y su dedo meñique como el que no quiera la cosa rozaba el principio de mi verga a lo que reaccionó con un movimiento instintivo de empezar a empalmarse.
Mirandome pidió su aprobación y su tremenda mano fue entrando bajo mi pantalón agarrando todo el tronco de mi verga. Sin abrir la boca estuvo bastante tiempo acariciándomela sin que fuese exactamente una masturbación, se le notaba disfrutando de ese momento pero su dulzura a mi me estaba provocando que me molestasen los pantalones. La erección ya era regia y dolía tenerla dentro del calzón.
Con un experto movimiento me ví con los pantalones quitados y con Pancho arrodillado frente a mi con su boca besándome el glande.

- ¡Que pedazo de polla gastas chico!

Su boca comenzó el trabajo muy dulcemente succionando en mis ingles, lo que me hacía jadear, recorría todo el tronco hasta terminar lamiendo mis huevos mientras con la mano hacía movimientos mas bruscos para masturbarme.
Después de diez minutos en éxtasis mis ojos se abrieron para comprobar que se levantaba del suelo y me levantó del sofá.

- No me entra entera tu polla en la boca, pero si sé de un sitio donde va a entrar completa. Su actitud ya era morbosa, los pezones los tenía como piedras, se le notaba con vicio.

La hamaca del porche se notaba reforzada para el peso de Pancho, no creo que bajara de 120 kg de hermosa carne bien maciza.
Se sentó a caballo sobre la hamaca ordenándome que me sentara detrás. Su bañador ya había desaparecido postrándose ante mí unas tremendas nalgotas con algo vello que me ofrecía ese lindo ano para follarlo.
Entró de una sin pausa, ese culo estaba dado por el uso y sus manos dirigían las mías por sus pezones y su abundante pelo del paquete.
Culeaba con fuerza, le mordía la espalda, pellizcaba sus pezones, besaba su nuca… un no parar de vicio me recorrió la espalda, me volví loco por momentos. Nunca me había follado un culo tan grande y duro.

- Estoy a punto, ¿me corro dentro?. Le susurré al oído.
- Que no se te escape ni una gota. Me dijo en plan paternal.

Me corrí con mi boca jadeando sobre su espalda y mis manos agarrando con ansiedad su verga y uno de sus pezones.

- ¡Sigue un poquito mas que ya me corro!

Apenas lo dijo sentí en mi mano su leche ardiendo de placer y fui masturbándolo suavemente rociando toda su polla de su propio esperma.

Nos anocheció sentados en la hamaca sin parar de sobarnos hasta que oímos la llegada de las mujeres de nuestra vida.

Ese día definitivamente el rugby y yo comenzamos un idilio.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Copyright © -2012 Relatos Gay de Paca Oros All Rights Reserved | Template Design by Favorite Blogger Templates | Blogger Tips and Tricks