- Ya pasó, muchas gracias, disculpe el
viaje que le he dado.. Tocar suelo ya me había
relajado.
- No se preocupe, le pasa a mas gente de la
que se imagina. Tengan una buena estancia en las islas afortunadas. Su sonrisa complaciente me ayudó a pasar el mal trago.
Doy fe de que en esos momentos me arrepentí de
haber invitado a mi madre a visitar a su prima Candela, ella vivía en Canarias
desde que se separó hacía unos cuantos años huyendo de su pasado para empezar
una nueva vida, pidió el traslado para que la recolocaran en otra tienda de la
marca y la primera plaza que salió libre la cogió, pues no soportaba trabajar
en el mismo sitio que su expareja.
Mi madre y ella a pesar de la distancia
mantenían el contacto regularmente, desde niñas eran inseparables y recuerdo su
preocupación cuando su prima pasó por todo el trauma de la separación, aunque
siempre sospeché que lo pasó peor que su propia prima.
Candela era una mente abierta para su época,
mi madre siempre le decía cariñosamente “la hippie” por su apertura mental, no
entendía como vivió varios años con su pareja sin casarse pero aún así se
adoraban.
La “tía Cande”, como yo siempre la llamaba, se
presentó en la sala de llegadas con un verdadero mastodonte de compañero, sobre
unos treinta y largos años, sobre el 1.80 de altura, de aspecto bruto pero
tierno a la vez con una perilla que no se recortaba desde hace días.
- ¿Has venido con escolta?. Le comentó mi madre después de fundirse en un abrazo con ella.
- ¡No seas mala nada mas llegar!, es
Pancho, un amigo del trabajo, compite en lucha canaria, así que lleva cuidado
cuando lo saludes que te espachurra. La mirada de tía
Cande le dejó entrever que luego le contaría más.
- Encantada Pancho, disculpa el comentario
que le hice a Candela, soy muy bromista.
Mi madre, tan estupenda ella, se hizo con él a
la primera.
Con una gran sonrisa la recibió entre sus
brazos como si la conociese de siempre y dándome la mano a mí le comentó que
Candela le había hablado mucho de ella.
-¡Joder David, estas guapote!, lo de la
natación te está poniendo hecho un hombretón.
La tía Cande estaba puesta al día de mis
logros deportivos en el equipo de natación de mi ciudad, a mis 17 años
entrenaba cuatro horas diarias y mi cuerpo estaba muy fibrado.
- Ja ja tía, entreno mucho ahora por los
campeonatos de verano, se me tiene que notar.
Noté que Pancho me repasaba atentamente
mientras hablaba con mi tía pero no le di mucha importancia, yo estaba
concentrado en ella. Hacía como cuatro años que no la veía y su aspecto era el
mismo. Sin duda sabía mantenerse muy bien.
Recorrimos toda la cinta costera de Las Palmas
hasta llegar a la pequeña propiedad donde nos alojaríamos por una semana, una
casa vieja de ladrillo visto a medio arreglar, con una pequeña alberca adaptaba
para servir como piscina en un rincón bastante coqueto que la tía había
acomodado. Se veía muy acogedor y muy propio de ella, conociendo a la prima de
mi madre me imaginaba la casa decorada muy en plan rural y por supuesto todo
manual, como realmente era.
Descansar toda la tarde después del martirio
de viaje que pase me cargó las pilas, pues a la mañana siguiente estaba
totalmente recuperado y con ganas de hacer cosas.
Llegando a la cocina mi madre y tía Cande no
paraban de ponerse al día hablando bien bajito por lo que esperé en el
resquicio a que terminara esa confidencia que se contaban. Poniendo el oído me
dí cuenta de que hablaban de Pancho, era de esperar, mi tía le explicaba esa
amistad con derechos que mi madre jamás entendería y mas cuando oí que le decía
“es un buen amigo, de los primeros que hice aquí, pasa conmigo mucho tiempo
y duerme aquí la mayoría de días, nos lo pasamos muy bien juntos, pero no
quiero nada de compromisos”.
La cara de mi madre era un puro poema, no lo
lograba entender.
- ¡No vas a cambiar nunca!. Le dijo entre risas.
- Cariño, he aprendido a disfrutar mi vida,
ahora estoy genial. Mi tía hablaba con sinceridad.
- Quien me iba a decir a mi que mi
compañero con quien mejor estoy le da a los dos palos.
La confesión de mi tía me dejó helado a mi
igual que a mi madre, ya sabía el porqué de su repaso a todo mi cuerpo en el
aeropuerto. Pero empezaron a atacarme las dudas… ¿estaría bien entrarle siendo
el compañero de mi tía?, ¿si nos pillaba se liaría la gorda en la casa?, y lo
mas importante: ¿le gustaría yo a Pancho para que mi estancia todavía fuese
mejor en la isla?.
No era mi tipo de hombre, pero podría
adaptarme. Después de los entrenos, en los vestuarios, había tenido sexo con
varios de los cursos abiertos de natación. Me gustaba mucho jugar en las
duchas, siempre caía alguno… flacos, gordos, osos, jóvenes, viejos. Mi edad era
para disfrutar y eso pensaba hacer.
- ¿David te gusta el rugby?
Panchito durante la comida empezó una pequeña
conversación conmigo al ver el silencio que había. Realmente teníamos hambre y
su forma de romper el hielo dejó sorprendidas a mi tía y a mi madre.
- Me gustan todos los deportes. El rugby no
especialmente, no se las reglas y me cuesta trabajo seguirlo. Pero sí me gusta
verlo… Lo que mas gustaba obviamente eran esos enormes
tipos con ropa ajustada y sobándose los paquetes cuando hacían “meles”.
- Yo te lo explico, es fácil, cuando lo
entiendes te apasiona. Esta tarde televisan el Gales-Irlanda del V Naciones.
- Sí David,
interrumpió la tía Cande, quedaos y esta tarde me llevo a tu madre de
compras, necesitamos pasar tiempo solas para ponernos al día. Mañana nos vamos
todos y os enseñamos la ciudad. ¡Tarde de hombres! Pancho no hay mucha cerveza,
compra si queréis para el partido.
Lógicamente no puse ningún impedimento, la
idea de quedarme sólo con Pancho empezaba a gustarme. Lo tantearía para ver si
habría posibilidades.
La mezcla del rugby y la cerveza empezaba a
desinhibirme comentando el partido haciendo reír a Pancho varias veces al
demostrar mi desconocimiento sobre el juego. Intentaba explicarlo pacientemente
pero mi ojos solo se iban a esos cuellos gruesos y a esos pantalones tan
apretados.
No pude callarme cuando uno de los jugadores
apareció en primer plano con excesivos pelos en la espalda.
- Eso le afea mucho, el tío es guapo y ese
vello lo jode. Por inercia daba por echo que Pancho no
se extrañaría de mi comentario, aunque claro, yo jugaba con ventaja, ya sabía
que le iban los tíos.
- ¿No te gusta el vello?. Siguió la conversación pues parecía haberle gustado lo que dije.
- Sí, claro que sí, pero en su debido sitio. Noté que ya no me cortaba al ver su interés.
- Tú parece que no tienes nada, estás
limpito.
- Ahora sí, cuando empezamos a entrenar
fuerte tenemos que depilarnos para poder deslizar mas fácilmente. Parece una
tontería pero se mejoran las marcas.
- ¿Pero en todo el cuerpo?
- Yo sí, ya me he acostumbrado y se está cómodo
sin vello.
Pancho puso cara de incomodidad al pensar en
depilarse, soltó un risotada al imaginarse en una camilla puesto de espaldas
depilandose.
- Uff, creo que jamás podría.
- Pero tú los tienes en su sitio, el vello
exagerado es lo que me da asco. Asentí provocándole
una sonrisa de agradecimiento.
- ¿Y dices que no hay nada de vello en tu
cuerpo, ni en el culo tio? Suena morboso… su expresión
cambió a una sonrisita picarona y se empinó el resto que le quedaba de la
cerveza.
Al levantarme para ir a por otra cerveza
observé como debajo de su bañador amarillo su polla empezaba a levantarse
ligeramente. Mi risa condescendiente se cruzó con su mirada brillante.
- ¿Te importa?. A
la vuelta de la cocina con dos cervezas en la mano comprobé que se había
quitado la camiseta de tirantes que lucía.
- Para nada, estás en tu casa. Di mi aceptación sin dudarlo.
El partido continuaba y nuestro pulso por ver
quien daba un primer paso se hacía cada vez mas largo para provocarme una
erección debajo de mi chándal blanco que intentaba ocultar con un pequeño cojín
forrado en seda.
Estaba claro que tenía que ser yo el que
pusiese el pie para que surgiera algo, el no lo iba a hacer, no se si por
respeto a mi tía, porque era menor o porque realmente era bastante corto. Me
inclino mas por esta última opción.
- Pero pica mucho cuando empieza a salir el
vello otra vez. Retomé la conversación metiéndome la
mano bajo el pantalón rascándome sin disimular.
La sonrisa de Pancho ya se tornaba inquieta
sin parar de mirar mi entrepierna.
- ¡A ver! Déjame ver todo eso lisito de
pelo, tengo curiosidad. Al fin daba algún paso…
Bajé mi pantalón hasta donde justo empieza mi
verga, dejando ver el comienzo del tronco. Reconozco que calzo bastante bien,
al menos todos me lo dicen, 19 cm y no muy gruesa.
Los ojos de Pancho al ver el comienzo de mi
polla se encendieron con su marrón intenso, notaba que esto estaba a punto y
con una naturalidad pasmosa le cogí la mano y se la puse en el final de mi
barriga.
- No ves, ya está saliendo el vello y por
eso es lo que pica. Era ahora o nunca me dije.
Su mano fue acariciando y su dedo meñique como
el que no quiera la cosa rozaba el principio de mi verga a lo que reaccionó con
un movimiento instintivo de empezar a empalmarse.
Mirandome pidió su aprobación y su tremenda
mano fue entrando bajo mi pantalón agarrando todo el tronco de mi verga. Sin
abrir la boca estuvo bastante tiempo acariciándomela sin que fuese exactamente
una masturbación, se le notaba disfrutando de ese momento pero su dulzura a mi
me estaba provocando que me molestasen los pantalones. La erección ya era regia
y dolía tenerla dentro del calzón.
Con un experto movimiento me ví con los
pantalones quitados y con Pancho arrodillado frente a mi con su boca besándome
el glande.
- ¡Que pedazo de polla gastas chico!
Su boca comenzó el trabajo muy dulcemente
succionando en mis ingles, lo que me hacía jadear, recorría todo el tronco
hasta terminar lamiendo mis huevos mientras con la mano hacía movimientos mas
bruscos para masturbarme.
Después de diez minutos en éxtasis mis ojos se
abrieron para comprobar que se levantaba del suelo y me levantó del sofá.
- No me entra entera tu polla en la boca,
pero si sé de un sitio donde va a entrar completa. Su
actitud ya era morbosa, los pezones los tenía como piedras, se le notaba con
vicio.
La hamaca del porche se notaba reforzada para
el peso de Pancho, no creo que bajara de 120 kg de hermosa carne bien maciza.
Se sentó a caballo sobre la hamaca ordenándome
que me sentara detrás. Su bañador ya había desaparecido postrándose ante mí
unas tremendas nalgotas con algo vello que me ofrecía ese lindo ano para
follarlo.
Entró de una sin pausa, ese culo estaba dado
por el uso y sus manos dirigían las mías por sus pezones y su abundante pelo
del paquete.
Culeaba con fuerza, le mordía la espalda,
pellizcaba sus pezones, besaba su nuca… un no parar de vicio me recorrió la
espalda, me volví loco por momentos. Nunca me había follado un culo tan grande
y duro.
- Estoy a punto, ¿me corro dentro?. Le susurré al oído.
- Que no se te escape ni una gota. Me dijo en plan paternal.
Me corrí con mi boca jadeando sobre su espalda
y mis manos agarrando con ansiedad su verga y uno de sus pezones.
- ¡Sigue un poquito mas que ya me corro!
Apenas lo dijo sentí en mi mano su leche
ardiendo de placer y fui masturbándolo suavemente rociando toda su polla de su
propio esperma.
Nos anocheció sentados en la hamaca sin parar
de sobarnos hasta que oímos la llegada de las mujeres de nuestra vida.
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