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Un cuarteto de tres*

miércoles, 26 de marzo de 2014

Ya estaba funcionando nuestro cyber-bar un par de meses con más o menos éxito en Catamayo. Se convirtió en un lugar de reunión de unos cuantos hombres del pueblo, donde terminaban su jornada laboral tomando una cervecita con nosotros.
Nos gustaba el círculo diario de gente que estábamos consiguiendo, te hacía sentir bien que los demás vieran nuestro local como un sitio para relajarse charlando un rato.

Don Wilson, mi estimado amigo que me dio a probar sus "dulces andinos", seguía visitándonos frecuentemente y el fue quien nos llevó varia de la clientela, siempre le tendremos infinito aprecio por eso. Como bien dijo en su momento, había varios en el pueblo que querían hacer “amistad” con nosotros, igual que él, y poco a poco fueron dejándose ver la mayoría de nombres que nos comentó.
Tener en el pueblo a dos extranjeros que vivían juntos pero no eran pareja y uno de ellos era homosexual que no le daba ningún reparo en reconocerlo aunque no lo aparentaba, según los cánones que imperaban en esta ciudad, era un verdadero enganche para hacer nueva clientela.

Así llegó Don Rafael Quichimbo, hombre poderoso del pueblo, dueño de varios negocios no todos limpios, según las malas lenguas que en todo pueblo pequeño abundan, que con su gran corpulencia no musculada, la excelsa barriga y su ridículo bigote imponía en la primera presencia. No era nada guapo, pero su color de piel morena-dorada  y sobre todo sus grandes labios carnosos le hacían algo atractivo, tampoco mucho, no nos engañemos.
Hombre bonachón y bueno con los que le rodeaban no dudaba en pagar la cuenta de cuantos en nuestro local había pues a todos les conocía, y sinceramente una cuenta de 20 o 25 dólares en cerveza para él no suponía nada en absoluto.
Muy respetado y querido por la gran mayoría tenía algún que otro enemigo en la sombra que le hacía la vida imposible, pero jamás se le notaba. Sólo hasta esa noche que demostró su vulnerabilidad confesándonos su preocupación con Nuria y conmigo.

Una primera botella de Johnnie Walter nos tomamos entre los tres mientras se desahogaba contándonos toda clase de problemas de sus negocios, con sus hijos y sobre todo con su mujer… “el problema de haberme casado tan joven”, solía decir frecuentemente.
Cuando terminábamos la botella llegó Luchito y Rommel Correa ha unirse a la reunión, dos clientes bien conocidos que era rara la noche que no se dejaban caer por aquí a tomar su cervecita antes de llegar a casa.
Don Rommel sucumbía a la presencia de tan poderosa figura casi postrándose a sus pies, realmente daba vergüenza ajena el “peloteo” exagerado con el que lo trataba.
Ya se le notaban algunas copas como buen viernes que era y no dudó en intentar ponerse a la altura de don Rafael invitando a otra botella.

Nuria ya dijo que por ella era suficiente de trago, pero “quédate tú que este hombre nos interesa que sea amigo nuestro”, teníamos pensamientos de venderle a él nuestro cyber cuando pensáramos marcharnos para continuar con nuestro periplo andino, o al menos ser al primero en ofrecérselo.

El alcohol ya me empezaba a hacer efecto cuando el tema de conversación empezaba a tornarse sexual entre ellos y el final sabía cual sería. Se irían a cualquiera de los prostíbulos de la vía a Cariamanga, eran el lugar favorito de finalización de las borracheras de los viernes en la noche.

- Véngase don Nico, le invito a que descargue con una buena hembra. Don Rafael quería agradecerme a su manera mi paciencia en escuchar sus problemas.

Todos sabían de mi condición pero creo que el alcohol afectaba también su razonamiento o quisieron ponerme a prueba esperando expectantes mi respuesta:

- Le agradezco don, pero yo no pago por sexo, aunque me invite, en todo caso yo cobraría. Sentencié con una sonrisa picarona en mi rostro no sin antes ver que don Rommel y don Rafael se miraban cómplicemente.

Lo dije realmente convencido y dejé abierta la puerta a la ambigüedad para crear dudas en mis acompañantes. Nunca había hablado abiertamente de mi orientación sexual con nadie en el pueblo, pero eso no quería decir que no lo supiesen con certeza, de ahí su expectativa ante lo que respondería a la sincera invitación.

Ya con el local cerrado la segunda botella estaba agonizando cuando Luchito, el fiel escudero de don Wilson, cayó sobre la mesa con sus brazos haciendo de almohada ante la risa de los demás, aunque el nivel de borrachera ya estaba en el punto de “querer a todo el mundo” en los restantes miembros de la reunión, incluido yo.
Con disimulo fui dando tragos cortos y negándome a que rellenaran mi vaso, jamás me ha gustado llegar al punto de ponerme verdaderamente borracho, era una de las cosas a las que no conseguía acostumbrarme en Ecuador.
Don Rafael ya estaba en la etapa de cogernos a todos por el hombro y contarnos confidencias de ebrio, cuando me tocó a mi me resultó desagradable el escuchar cosas sin sentido que apenas entendía, pero lo único que entendí es que con sus tremendos labios rozando mi oreja y notando su respiración me estaba poniendo cachondo.
Con ciertos niveles de alcohol mi libido se dispara con cualquiera que me resulte algo atractivo, y los labios de ese magno hombre lo eran, aunque para nada acompañaba el resto.

Sentados los cuatro ante la tercera botella que volvió a pedir don Rafael, aunque con uno no se contaba pues Luchito seguía su sueño profundo, fue pasando la noche entre cualquier tema de conversación de borrachos poco interesante hasta que cada vez con mas frecuencia el pagador de la última botella se apoyaba en mi muslo para dirigirse a nuestro tercer tertuliano sentado a mi derecha.
En una de esas veces la mano se quedó a medio muslo mientras con la otra no soltaba el vaso de whisky. En cada uno de los momentos que se dirigía a don Rommel mi estimado iba subiendo más la mano y ahí se quedaba hasta la siguiente acometida.
Cuando su mano llegó cerca de la ingle mi verga ya empezaba a reaccionar posándose en los nudillos de éste, pero no hubo reacción por parte de mi acompañante de la izquierda. Parecía que lo hacía por inercia y no le daba ninguna importancia pues seguía la acalorada conversación sobre si a Catamayo le convenía o no la reciente ampliación de su aeropuerto.

Entre los mas disparatados y variopintos argumentos la mano de don Rafael comenzaba a moverse entre el final de mi muslo e ingle haciéndome perder por un momento el sentido de la cordura, quise cogerle la mano y colocarla directamente sobre mi polla, pero pensé que no sería buena idea. Estaba borracho y no podía imaginar como respondería, además don Rommel a mi derecha no parecía darse cuenta del toqueteo que éste  me estaba proporcionando y que estaba provocando una ya vistosa erección que me tenía realmente caliente a pesar de mi mareo debido al whisky.

En el mismo momento en que don Rafael empezó a juguetear con su dedo gordo sobre mi glande don Rommel apartó la mirada de su interlocutor y la fijó donde estaba la acción. No pudo evitar bajar su mano y tocar sus partes intentando acomodar la pequeña erección que experimentó.
Don Rafael seguía tomando whisky mientras sus dedos ya se posaban sin remilgos en  mi glande acariciándolo sin disimulo, a lo que reaccione con toda naturalidad pasándole mi brazo sobre su hombro y haciéndome hacia atrás presentándole todo mi aparato para su disfrute, y el mío claro, aunque reconozco que la borrachera no me dejaba disfrutar como yo hubiese querido.

Mi gesto hizo que su mano recorriera todo mi miembro con suavidad hasta mis huevos, que sobó muy lentamente, aunque él no le daba importancia pues seguía la conversación con don Rommel que sí estaba sin parar de dirigir su mirada a la mano de don Rafael.
Estaba confundido con la situación y por la indiferencia que mostraba mientras me tocaba cuando me dirigió su vaso de whisky hacia mi boca sin dejar de mirar a nuestro otro compañero.
Nada más comprobar que ya no quería mas apartó el vaso y sin dejarlo en la mesa se me acercó y con su lengua limpió el resto de bebida que quedaba en mis labios, no pude hacer otra cosa que abrirla y tocar su lengua con la mía hasta que definitivamente la amarró con sus hermosos labios. Mientras sentía que su mano ya quería entrar por debajo de mi pantalón abrí los ojos y observé que don Rafael no paraba de besarme pero con sus ojos entreabiertos miraba a don Rommel, no se lo que pretendía pero a mi me estaba poniendo tremendamente cachondo.
La situación se estaba convirtiendo en bastante morbosa y mi inercia empezó a funcionar sin que yo la dirigiese dado que instintivamente con mi mano derecha bajé mi pantalón dejando al descubierto todo mi paquete.

La mirada de don Rafael seguía fija en don Rommel mientras su mano bajaba lentamente por mi tronco dejando al descubierto mi glande en todo su esplendor. Éste atónito no perdía detalle de todo el espectáculo gratis que estaba presenciando cuando con una pequeña señal de don Rafael se acercó y también empezó a masturbar mi verga mientras él volvía a mordisquear mis labios y mi lengua.

- Apóyese en la mesa. Me dijo susurrando el oído.

En pié y apoyando mi trasero sobre la mesa le presentaba mi armamento apuntándole directamente a la cara cuando con sumo cuidado regó lo que quedaba del vaso de licor por toda la punta de la polla. Me estremecí cuando sentí sus labios succionando mi miembro tan suavemente y repitió la operación del whisky varias veces hasta que me dio la vuelta para comenzar a regarlo desde el principio de mi trasero lo que empapó todas mis nalgas.
Las fue secando con sus labios calientes rematando con su lengua en mi ano que ya hacía  estragos, movimientos tan rápidos me provocaban unos espasmos de placer que no creía que podría aguantar mucho tiempo mientras sus manos abrían mis nalgas con robustez.

Don Rommel ya había sacado su miembro y no paraba de masturbarse sin perder detalle de la excelsa comida de trasero que su compañero me realizaba. Una polla realmente larga con un glande a punto de eyacular, pero yo fui más rápido.
Me dio la vuelta para con su mano coger mi polla y masturbarla rápidamente sólo frotando la parte alta, apretando mi glande impidió que mi esperma saltara por los aires para caer por todo el miembro dejándolo empapado con todo mi esperma.
Lo observaba como el que observa un dulce antes de comérselo, con deseo y paciencia para que no se acabara nunca.
Agarró a don Rommel del brazo para colocarlo justo enfrente de el y los dos comenzaron a limpiar mi polla con sus labios, uno a cada lado.
Mis manos acariciaban sus cabezas como agradecimiento a la rica mamada que me estaban proporcionando mientras notaba como don Rommel se retiraba pues estaba acelerando el ritmo para eyacular. Fue cuando don Rafael tomo el relevo y devoró todo el resto de mi verga que desapareció entres sus labios a la misma vez que sus ojos miraban los míos y succionaba todo lo que quedaba.

El último trago de whisky fue entre don Rafael y yo, dado que don Rommel quedó después de eyacular apoyado en la mesa imitando a Luchito, cayó rendido con la borrachera y la corrida.

- ¿Usted no quiere correrse mi don?. Rompí el silencio.
- No don Nico, he tomado y se me hace imposible cuando estoy borracho, ya tengo una edad y mis excesos de juventud ya empezaron a pasarme factura.
- Pues otro día, cuando usted quiera le pago el favor, pero prefiero que estemos sobrios para hacerle disfrutar conscientemente. Mi sonrisa la agradeció correspondiéndome con la suya.
- Sí estoy sobrio jamás haría algo así mi amigo. No se me moleste. Sentenció.

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador





2 comentarios:

  1. muy buen blog, espero que el mio sea igual con el pasar del tiempo:(

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    1. Muchas gracias!!! Pondrás tu direccción del blog para leerlo. Saludos

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