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Dulces Andinos (y VI)*

miércoles, 9 de abril de 2014



Dormíamos los dos en la única cama de la cabaña que Don Wilson me había enseñado, Nuria estaba rendida con la recogida del maíz y yo de haber probado los ricos “DulcesAndinos” que tan gustosamente me habían ofrecido por la mañana cuando nuestro anfitrión con cara de malas pulgas irrumpió en el porche maldiciendo al encargado de moler el maíz en Opoluca, donde pensaba trasladarlo en la tarde para terminar entregándolo en Loja previamente vendido.
Nuestra pequeña siesta fue muy reparadora a pesar del despertar a base de chillidos de don Wilson, nos acostamos recién almorzados cuando los demás se fueron a seguir con la labor de la recogida. Doña Teresa había preparado en nuestro honor una fritada realmente exquisita que entre el cansancio de la mañana y el empacho de comida con cerveza nos dejo fuera de combate.

- Se jodió la planificación Lucho, ahora veremos si da tiempo a entregarlo mañana. Tendré que llamarlos para que no cuenten con ello para curarnos en salud.,  Nuestro anfitrión hablaba con su ayudante todavía con un humor de perros.

Cambiando el tono a más amable se dirigió a nosotros, que ya nos levantamos por la bulla, para explicarnos lo que pasaba, aunque ya habíamos oído todo.

- Como ya no hay prisa por la entrega, si quieren y no tienen prisa por llegar a Catamayo podemos quedarnos aquí a pasar la noche y mañana temprano salir, pues hasta las nueve el señor de la moledora no va a estar.

- Por nosotros no hay problemas Don Wilson, por un día mas que no trabajemos en la obra no pasa nada, nos viene bien este par de días de desconectarnos. Nuria ni pidió mi aprobación, sabía que iba a estar de acuerdo, y realmente lo estaba, más oportunidad de volver a verme a solas con nuestro amigo pensé.

Ya mas distendidos y con los ánimos calmados nos reunimos en el pórtico con una charla bastante amena sobre como era el proceso de molido, aunque hablamos de todo un poco. Anochecía lentamente y los muchachos que recogían el maíz comenzaron a llegar a cuentagotas a la cabaña con su tarea terminaba, doña Teresa fue de las primeras en llegar para preparar un excelente reconstituyente a base de humitas y bolón de queso, regado con café y horchata con limón.
El grupo de muchachos no pasaba de los 20 años, pero la mayoría parecían aún mas joven por la constitución de su físico, era una verdadera visión de efebos caminando hacia nosotros. Casi todos, según me explicó don Wilson, eran de Lauro Guerrero y Yamana, chicos que terminaron en algunos casos el bachiller y empezaban a trabajar, y otros que dejaban los estudios temporalmente para sacarse el sustento.
Entre ellos el hijo de doña Teresa, quien fue a avisarnos en la mañana a don Wilson y a mí para ir a almorzar. Estaba totalmente convencido de que nos había visto en nuestro “affaire” pues jamás me miraba a la cara y muy pocas veces se dirigió a mí para nada, a pesar de que se veía dicharachero y de los que más hablaban durante la cena.

- Vayan a bañarse al río después de cenar, es rico después del día de trabajo, se relaja uno muy bien para poder dormir, aunque con lo cansada que estoy no creo mi que me haga falta. La señora nos invitó dando por hecho que los muchachos irían y sería rico acompañarlos.

- Yo si voy a ir, vente conmigo Nico. Nuria adoraba todas esas pequeñas aventuras.

Con dos humitas y un bolón de queso en mi estomago no me agradaba mucho la idea de ir al río pero al ver que todos los muchachos nos acompañarían me animé. Ya de camino los chicos departían amistosamente con nosotros sobre el duro día de trabajo cuando Aron, el hijo de doña Teresa, llegó apresurado al grupo para directamente dirigirse hacia Nuria y a mi e indicarnos que durante el baño nos mantuviésemos siempre al lado de ellos, pues el río tenía unas corrientes traicioneras y ellos se limitaban a darse el baño en una pequeña poza que hacía el meandro mas adelante de la curva de entrada a la hacienda.

- Ok Aron, no nos retiraremos de ahí. Eran las primeras palabras que cruzaba con el y su voz sonaba a responsable del grupo.

Aron no tendría mas de 18 años, pero su carácter se advertía muy extrovertido con todos. Vivía con su madre en la hacienda de don Wilson desde que éste la heredó, lo que ya iba para tres años y casi era él, mas que su madre, el que se encargaba del mantenimiento y el cuidado de todo.
Se veía fuerte por el trabajo de campo, con una piel trigueña sin vello que realmente apetecía probar, pero lo que más resaltaba eran sus labios grandes y carnosos que seguro traerían a más de una por la calle de la amargura. El calzón que traía no paraba de imaginármelo mojado cuando estuviésemos bañándonos y mi impaciencia me hizo acelerar el paso…

- ¡Es aquí! El guía nos frenó con sus manos por la oscuridad que reinaba, estaba nublado y las nubes apenas dejaban pasar un pequeño hilo de luz lunar.

Nuria sentada dentro de la poza no paraba de repetirme que era un autentico lujo, y en verdad lo era. Disfrutamos del baño durante más de media hora totalmente aislados de los muchachos en silencio, eran esas cosas que nos hacía ser tan amigos, nos gustaba lo mismo y no nos importaba lo que los demás pensaran, nos regocijamos en el momento todo lo que pudimos.
Varios de los muchachos ya iban saliendo del río para regresar y esperaban en la orilla sentados sobre la hierba, de verlos me dio frío, pero la temperatura era verdaderamente sofocante a pesar de estar de noche, según nos dijo Luchito mas adentrada la oscuridad la temperatura baja y se puede dormir bien, a eso de las once de la noche se mueve una brisa muy agradable, pero aún eran como las nueve de la noche aunque se apreciaba ya una noche cerrada.

- Nosotros nos quedamos, gritó Aron a los compañeros, está el agua muy rica como para irse ya, comentó mientras su mirada se dirigía hacia nosotros.

- Yo me voy con ellos Nico, ya tengo bastante de agua para dormir en la gloria. ¿Te quedas?. La mirada de Nuria sabía la respuesta, aún así quería mi confirmación que con un gesto afirmativo de mi cabeza apareció.

Ella ya sabía de mis intenciones, vio que no paraba de observar a Aron durante todo su baño y con su claridad meridiana de siempre junto a mi oído se expresó: Ya puede salir la zorra que llevas dentro.

Aron y Kevin se quedaron acompañándome y sin dejar de mirar como la oscuridad hacía perder de vista al grupo que se retiraba cuando se acercaron a mí para sentarse justo enfrente iniciando conversación.

- Estamos acostumbrados a bañarnos sin ropa don Nico, ¿a usted le importa?. Aron fue directo y sin dudas.
- No hombre, todo lo contrario. Estoy acostumbrado a ver hombres desnudos. Mi promiscuidad siempre ponía las palabras exactas en mi boca.

La sonrisa de Kevin, el compañero que se quedó con nosotros, era muy esclarecedora lo que me hizo empezar a ver que realmente podría pasar algo grande esta noche. Sin espera los dos quitaron su calzón por debajo del agua dejándome chafado con las esperanzas de verlos totalmente desnudos y tirándolos hacia la hierba se veían aliviados.

- ¡Así se está mejor! Aron estaba sentado estirando sus manos hacía atrás mirando a Kevin.

Durante unos pocos minutos el silencio se hizo incómodo pero de sólo imaginarme lo que había debajo del agua hizo que mi miembro empezara a despertar. No tuve reparos en quitarme yo también el bañador, pero lo hice de una manera que me permitiría comprobar si realmente había posibilidad de algo.
Poniéndome en pié, lo que dejaba sólo hasta mis muslos dentro del agua, bajé mi calzón dejando a la vista mis 17cm semierectos delante de ellos mientras mi mirada repasaba sus movimientos.

- Si que se está rico desnudo en el agua, comenté con total naturalidad para romper el hielo de la impresión que mis acompañantes habían experimentado. Los dos quedaron boquiabiertos al verme desnudo, y no por mi tamaño ni mucho menos, sino por la erección que no me dio ninguna vergüenza en mostrar. Era hora de avanzar y si no iba a pasar nada mejor irnos a dormir.

- El agua es que me excita mucho y más por la noche, a mí se me pone dura enseguida. ¿A vosotros no? Solté una risa nerviosa al ver que mis acompañantes continuaban mudos.

Aron se levantó y sonriendo dejó ver su esplendida verga bien erecta.

- Yo llevo un rato ya así.
- Vaya! Es bien grande Aron, déjame que la toque. No pensaba dar marcha atrás, ya se estaba haciendo tarde y la situación no avanzaba nada por lo que iba directo al grano.

Aron avanzó hacia mí y cogiendo su verga la llevé directamente hacia mi boca, no opuso ninguna resistencia, todo lo contrario, sus manos se apoyaron en mi cabeza mientras la suya se dirigía a Kevin invitándole a adelantarse y ponerse de pié.
A las dos pollas, una en cada mano, iba masturbándolas y jugueteando con ellas, juntándolas y metiéndolas en mi boca uniformemente.
Las caras de placer de los muchachos se cortaron en seco cuando oímos un brazear de agua más abajo del río. Venía don Wilson nadando desde la oscuridad hacia nosotros. Los muchachos instintivamente habían vuelto a sentarse dentro del agua pero su mirada se relajó cuando vieron que era el patrón, quien nadaba torpemente llegando desde la otra entrada a la pozeta donde nos encontrábamos.

- ¿Todavía están aquí? Ya es tarde muchachos, mañana hay que trabajar de nuevo.

La frase fue efectiva para que los chicos se levantaran y se fuesen a descansar refunfuñando entre ellos, se habían perdido un buen rato con el extranjero, el patrón había aparecido en el momento justo.

- ¿Se los estaba trabajando? La sonrisa de don Wilson mientras se sentaba a mi lado jadeando del esfuerzo natatorio era evidente.
- Se hacía lo que se puede patrón. No hay que desaprovechar las oportunidades.
- Le dije que el muchacho seguramente disfrutó más que nosotros…pero a usted lo quiero disfrutar yo. La mirada de mi “patrón” ya era irresistible.

Su brazo pasó por mi hombro y los labios se dirigieron hacia los míos con su boca entreabierta dejándome ver el blanco de sus dientes. Nos fundimos en unos besos largos y morbosos con su lengua muy activa dentro de mi boca.
Mis manos ya no podían estar quietas y entraron bajo la pantaloneta sobando sus testículos dulcemente cuando me agarró la mano bajándola directamente hacia sus nalgas.

- Házmelo con el dedo. Su voz sonaba apasionada y dulce, no era como en la mañana con esa ansiedad tan a flor de piel.

Mientras mi mano iba destapando ese gran trasero besaba su pecho con verdadera dulzura, el “patrón” entre gemidos mordisqueaba mi lóbulo y jugueteaba con su lengua en mi cuello. Mi boca después de un gran recorrido se detuvo en su oído susurrándole obscenidades que lo ponían aún más cachondo mientras ya eran dos los dedos que no paraban de entrar y salir del orificio cada vez mas dilatado.

- ¡Cógeme suave papazote¡ que ya estoy a punto de venirme. Reconozco que me gustaba mucho cuando me llamaba así.

Con sus piernas sobre mis caderas fue entrado mientras las manos en mis nalgas iban marcando la intensidad que quería. Su boca no paraba de jadear a la vez que chupaba mi lengua con una dulzura extrema pidiéndome con la  mirada que fuésemos despacio.

- No puedo mas “patrón” ¡voy a correrme!.

Mientras me corría dentro de él su verga escupió semen tan fuerte que traspaso el agua y no pudimos mas que reírnos al ver que la salpicadura llegó a mi rostro.

- No salgas, quédate un rato así. Me abrazó contra el y durante mas de 10 minutos estuvimos inmóviles disfrutando el momento.

Ya se levantaba la suave brisa que Luchito me comentó en la tarde, el frío dentro del agua se notaba mucho cuando estabas quieto pero el patrón parecía inmune.

- Vamos rápidos que va a coger frío, nos quedamos en la caseta de los víveres. De nuevo su trato volvía a ser como antes de haber tenido sexo.

Una fina manta tirada en el suelo nos serviría como cama durante toda la noche pero lo que mas calentaría sería dormir pegados por la estrechez del habitáculo.

- Apóyese en mi si tiene frío don Nico, no le de vergüenza después de todo lo que hemos hecho. La amabilidad de don Wilson no tenía parangón.

Directamente me eché sobre su barriga con mi boca al lado de la suya, no pudimos reprimirnos y comenzamos de nuevo a besarnos, aunque esta vez no era para iniciar el cortejo sexual, había algo mas que me ponía nervioso.

Entre beso y beso sus manos acariciaban mi espalda dándome calor y lo siguiente que recuerdo fue abrir los ojos ya de mañana con sus ojos clavados en mí. ¡Que buen despertar!

* Integran la serie Crónicas Andinas: Ecuador

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