¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!: Reencuentro con mi amor adolescente
Ni me lo pensé,
había estado varias veces en la ciudad de Panamá y mantenía buenos contactos
aún por allá por lo que sin dudarlo me fui dos días después de salir de
vacaciones.
Ramiro Costa me
recibió en el aeropuerto de Tocumen, estaba al día de toda mi odisea con la
disolución de mi estado en pareja y su abrazo de acogida lo agradecí en forma
de lágrimas. Era la primera vez que alguien me abrazaba intentando decirme
“aquí estoy para lo que necesites” y realmente se sentía bien.
Ramiro era un
periodista, especializado en cultura, que trabajaba para la mayor agencia de
noticias de Panamá, todos sus artículos me llegaban al mail por lo que estaba
puesto totalmente al día de la cultura de la ciudad.
Su blog cultural de
la ciudad es uno de los más leídos en todo el país y mediante él nos pusimos en
contacto hace varios años para una colaboración sobre una exposición de artistas
panameños que mi empresa se encargó de producir. Hicimos buenas “migas” y
siempre mantuvimos el contacto, cada vez que me escapa a su ciudad siempre me
dejaba su casa para hospedarme.
- Kike necesitas
estar unos días sólo y limpiándote esa mala energía que te inunda, vete dos o
tres días al Archipiélago de San Blas sólo. Es un paraíso solitario que te va a
venir muy bien. Asentí la recomendación sinceramente
pues había oído mucho hablar del sitio y seguro me vendría genial perderme.
- Descansa toda
la tarde en casa mientras yo trabajo y en la noche te recojo para llevarte con
unos amigos a cenar, y tomamos unas copas que tienes que alegrar esa cara.
En la noche Ramiro
apareció con un billete de avión y una reserva de hotel para que fuese a pasar
cuatro días en las islas residencia de los indios Kuna.
- Sales a las
seis de la mañana, por lo que esta noche una copita rápida que te espabiles y a
dormir, en la madrugada te llevo al aeropuerto de Albrook que desde allí salen
las avionetas para San Blas, ¡te va a encantar!.
Sobrevolando la
inmensa selva del Darién y después de unos 50 minutos de incómodo vuelo ya se
distinguían el conjunto de islas en un mar tan azul que parecía postal. Nos
dirigíamos hacía una de ellas y me parecía imposible que pudiésemos aterrizar
en una pista tan pequeña, pero con una maniobra magistral el piloto dejó la
avioneta justo al filo del final de la isla.
Una barca a motor
de madera del hotel nos recogió a los cinco pasajeros que íbamos a la misma
isla, la mayoría de pasajeros eran turistas que nos distribuimos por las
diferentes islas, por eso estaba el embarcadero lleno de barcazas con los
nombres de los hoteles bien visibles en sus cascos.
No pude más que
sonreír al ver mi hotel justo en la orilla de la playa, una fila de 20 cabañas
hechas con caña de gadua recorrían todo el margen con un pequeño porche que
casi entraba en el mar y donde residía una hamaca que invitaba nada más llegar.
- A las 9 en
punto sale la barca para hacer el recorrido por las islas. Estén preparados en
el embarcadero los que quieran hacer la excursión. La
señora ataviada con los típicos ropajes de los indígenas nos avisó después de
darnos la llave de nuestras cabañas a cada uno de nosotros.
No tuve fuerzas
para nada, recién llegado a mi chozuela de suelo de arena de playa que relajaba
mucho los pies, dejé mi pequeña mochila y colocándome un bañador pasado de moda
me tiré en plancha en la hamaca para un sueño delicioso durante mas de cuatro
horas. No pensaba ir el primer día al recorrido de las islas, tenía 3 días
todavía y preferí descansar y aclimatarme al lugar.
Durante el almuerzo
fue cuando apareció Berto, era el nombre que usaba en castellano pues el nombre
en idioma Kuna fui incapaz de retenerlo, un oriundo trabajador del hotel que
entraba de turno sustituyendo a nuestro anterior manejador de la barca. Desde
servir la comida, lavar la ropa, hasta pasear en barca a los residentes del
hotel, hacía de todo con una energía propia de quien entra a trabajar recién.
Sus 1.60 de
estatura y su robusto cuerpo se movían ágilmente por las cinco mesas llenas de
clientes deseosos de degustar la rica fritura de pescado que la señora había
preparado, llegó a mi mesa donde estaba yo solo y su mirada se cruzó con la mía
dejando ver unos ojos avellana intensos que atraían. Una pequeña sonrisa de
agradecimiento le entregué cuando con total familiaridad apoyó su mano sobre mi
hombro para preguntarme si había venido solo.
- Sí, estoy de
relajación unos días en este paraíso. Contesté sin dar
mucha importancia a la conversación.
- Cualquier cosa
que necesite me avisa, me llamo Berto y voy a ser su guía durante su estancia,
estoy toda esta semana trabajando.
- Gracias Berto,
me llamo Kike y ahora que lo dice me gustaría dar un paseo por la isla esta
tarde para conocer.
- Claro que sí,
a las 6 les espero aquí para quien quiera conocer la isla. Dijo vociferando a todos los comensales.
El islote tenía
poco territorio y en menos de una hora ya estaba todo recorrido cuando
empezaron a desaparecer los asistentes hasta quedarnos sólo una pareja de
italianos que iban de luna de miel, Berto y yo.
Nuestro guía nos
llevó a un rincón de la playa donde atendía dentro de una cabaña un adorable
señor rechoncho muy moreno y con los mismos rasgos maorís que Berto mostraba.
- Prepáreles
algo bueno de esas mezclas tan ricas que usted sabe hacer. Nuestro guía aduló al mesero que correspondió con una sonrisa
cómplice.
Una mezcla de
diferentes licores de fruta muy subida de alcohol nos sirvió de apertura para
una conversación con la pareja italiana que apenas hablaban castellano pero se
hacían perfectamente de entender. Al terminar la primera copa ya notaba la
subida del trago a mi cabeza y la conversación, el lugar y la compañía se tornó
en muy agradable animándome a repetir el trago.
- Se sube mucho
a la cabeza Kike, llevará usted cuidado. Berto me
avisó con una sonrisa de oreja a oreja.
- Mañana tengo
todo el día para dormir, no hay problema. Contesté
seguro de mis palabras.
- ¿No va a ir
mañana a ver las islas pequeñas para bañarse? Preguntó
extrañado mi acompañante.
- Si me levanto
sí. Aunque tampoco soy mucho de playa y arena, si me quedo durmiendo no pasa
nada.
La pareja de
italianos se levantó entre arrumacos para irse a su cabaña que estaba a unos
quince minutos dejándonos solos a Berto y a mi con el mesero que limpiaba
obsesivamente la arena que no paraba de caer en la barra y las botellas.
- Éstos si que
lo van a pasar bien ahora. Dijo Berto con una sonora
carcajada e intentando comenzar una conversación al respecto.
- ¿Si no lo
hacen ahora cuando lo van a hacer? Correspondí a su
comentario sin ningún interés.
La mano de Berto se
apoyaba en mi rodilla sin intención aparente pero a mi me despertó el apetito
que por tanto tiempo estaba dormido y no podía dejar de mirar su obsceno
paquete que sobresalía con la luz de las antorchas que iluminaban el trocito de
playa donde residía el bar-cabaña. El alcohol empezó a pasar factura y decidí
que ya era hora de marcharme, me estaba calentando mirar el tremendo bulto de
mi acompañante y lo último que quería era liarme con nadie por ahora, aún tenía
ese estúpido pensamiento de creer que estaría haciendo algo malo coqueteando
con alguien, mi necia forma de pensar me impedía tener sexo con cualquiera para
pasar un buen rato, siempre tenía que sentir algo para entregarme al placer. Un
pensamiento tan retrasado por mi educación, demasiada influida por el
conservadurismo a pesar de ser homosexual totalmente convencido, lo que produjo
un autentico cisma en mi familia excesivamente entregada a la retrógrada religión.
- Te acompaño al
hotel. Con el trago te puedes desorientar.
- Sí, mejor.
Porque esto se ha subido a la cabeza muy rápido. Dije
con mis manos apoyadas en mis mejillas.
Su pequeña estatura
sólo alcanzaba a cogerme por la cintura para dirigir mis pasos, que aunque no
eran de borracho si se asemejaban mucho.
- ¿Has sufrido
mucho últimamente verdad? Me preguntó a medio camino.
- ¿Tanto se me
nota? Sí, estoy en una época de recuperación sentimental. He venido a pasar un
tiempo sólo y a reflexionar. Abrí mi corazón al ver la
real preocupación que mostraba.
- Ten paciencia,
el tiempo pone cada cosa en su sitio y tapa las heridas, que aunque siempre estarán
ahí se aprende a vivir con ellas.
- Gracias Berto,
lo sé. Eso es lo que estoy esperando; que pase el tiempo.
- Mañana ven a
la excursión de las islas, te va a venir muy bien, son unas vistas
espectaculares que te van a hacer olvidar por un rato, salimos a las 9 y si
quieres te llevo a unas islas a las que nadie se suele llevar, son las mas
bonitas pero están mas alejadas y nunca hay nadie. Su
invitación sonaba apetitosa y acepté con gusto.
Me levanté
dispuesto a dejar de lado mi amargura que se notaba demasiado y a aprovechar
las oportunidades que se me presentaban, sobre todo a de una vez por todas aprender
a tener sexo esporádico sin sentimientos por el medio. Era hora de empezar a
vivir como realmente pensaba pero no practicaba.
- ¿Mejor esta
mañana? Berto con su amabilidad natural se preocupó
por mi estado.
- Hoy sí, ya me
he levantado hoy con otro ánimo.
La barca ya estaba
casi repleta de viajeros sentados proporcionalmente para equilibrarla y tuve
que sentarme justo enfrente de Berto en una de los bidones de gasoil que
llevaba de repuesto. El panorama era alentador, mis vistas eran su imponente paquete
apretado en un bañador rosado descolorido tipo boxer que dejaba asomar por un
lado una pequeña muestra de vello muy morboso.
Su sonrisa al ver
mi situación le agradó y el paseo fue discurriendo entre las maravillosas
vistas del mar y su bulto moviéndose descontroladamente mientras manejaba el
motor de la barcaza en lo alto del cajón donde iba sentado.
Isla Perro, Isla
Pelícano, Isla Chichime… en cada una iba dejando pasajeros hasta que quedamos
los dos solos en el bote para dirigirnos a una de las islas mas lejanas donde
el día anterior me prometió llevar.
- Ya pareces mas
contento que ayer, tienes que disfrutar del sitio donde estas, ¿las vistas son
impresionantes verdad?. La sonrisa de Berto, mientras
sus piernas se abrían para dejarme ver en todo su esplendor ese jugoso paquete,
se hacía irresistible.
- Ni que lo
digas, me gustan una barbaridad. Obviamente me refería
a las dos vistas, la del mar con las idílicas islas y a su persona.
Mientras
continuábamos el paseo hasta la nueva isla su mano desocupada del motor tocaba
sus huevos despreocupadamente con las yemas de los dedos de una forma
provocadora mientras me miraba para invitarme a disfrutarlos y no pude aguantar
mas, mis manos fueron directas a palpar con suavidad ese dulce paquete que no
paraba de llamarme.
Mi boca encima de
su bañador fue besando cada centímetro para regocijo de mi guía que con su mano
apretaba mi cabeza hacia su entrepierna empezando a despertar un sabroso pene
que deseaba tanto como yo disfrutar.
- Haz lo que
quieras conmigo. Berto me invitó a no reprimirme.
Mis labios
recorrían sus muslos con sabor a mar hasta llegar a las ingles tan suavemente
que los escalofríos de mi entusiasta compañero le hacían gemir forzadamente,
sin descuidar el motor de la lancha retiró un poco el bañador mostrando su
glande que fue directo hacia mis
labios.
-
¡Diossssssssssssssssss! Cómo me gusta tu lengua.
Ese pene
enormemente gordo cabía en mi boca como si estuviese hecho para ella y lo
disfruté lentamente, parecía que era el último que me iba a comer.
- ¡Ya llegamos!
Dejo la barca y nos metemos al agua. Berto me avisó
pues yo estaba totalmente absorto en mi labor.
Nada mas dejó la
barca bien varada se quitó el bañador y la camiseta apurándome para hacer lo
mismo y entrar al agua con él. La pasión se desató en el mismo momento que
nuestras lenguas se juntaron y mis manos con las suyas apretaban ansiosamente mis
nalgas. Sus dedos empezaban a urgar en mi trasero a lo que mis brazos
respondieron instintivamente sobre su ancho cuello para abrazarle y montarme
sobre el.
Salimos del agua
después de apagar la ansiedad inicial para dirigirme boca abajo sobre la arena
ofreciendo mi trasero a Berto. Con sus manos rodeando mi cintura apretaba mi
ano contra su boca en una lucha donde su lengua acaba ganadora una y otra vez
con unas revoluciones de movimiento que me impedían abrir los ojos por el
placer.
Encima de mí, Berto
se divertía frotando su miembro lentamente entre mis nalgas parando una y otra
vez en la entrada, apretando suavemente pidiendo un permiso que ya tenía desde
hace un buen rato. Empiné el trasero en cuanto noté que su miembro se disponía
a no parar en el camino que había comenzado para notar como entraba hasta
golpear con sus testículos mis nalgas. Berto se echó sobre mí y con sólo movimientos
de cadera fue culeandome suavemente mientras su boca se fundía con mi nuca. Su
respiración sobre mi cuello se aceleraba a la misma vez que apremiaba el ritmo
de las embestidas hasta que no pudo más y disfruté su líquido inundándome.
- No salgas, sigue
follándome que estoy a punto de terminar. Le rogué.
Obediente, Berto
continuó en cuanto se recuperó para hacerme ver las estrellas mientras mi semen
anegaba la arena justo debajo de mí.
Increíblemente no
tuve ningún sentimiento de culpa durante nuestra charla mientras nos
recuperábamos del trajín anterior, no quise preguntarle nada sobre su vida, no
quería interesarme por el y cometer el mismo error de siempre. Sólo eran unas
vacaciones de cuatro días y no las iba a joder por mi tonta manía de no ser
realista enamorándome del primer idiota que me gustaba físicamente. Quizás
estaba empezando a aprender a vivir la vida tal como quería.
Las visitas
frecuentes de Berto a mi cabaña durante las noches que me quedaban hicieron de
mi estancia en San Blas una verdadera cura que funcionó, pues al llegar a
Panamá Ramiro con su sonrisa eterna exclamó: “dejé a un cadáver amargado
hace cuatro días y me llega una persona viva”.
- Ya te contaré
Ramiro, pero gracias por mandarme allá. Ha sido una liberación.
¡¡¡¡NUEVO RELATO!!!!: Reencuentro con mi amor adolescente
muy buea esa cogida
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