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Mi querido Oriente (I)

martes, 8 de abril de 2014



El mundo de los festivales folklóricos me apasionaban desde siempre, con mi agrupación recorrimos varios por casi toda Europa y alguna salida esporádica a América, pero el gran viaje de la época fue al Festival Mundial de Folklore de Manila, en las islas Filipinas.

De todos es sabido que en los ambientes folklóricos se refugian muchos gays y las interrelaciones entre grupos son muy fructíferas en todos los aspectos, pero ese año 2003 concretamente nuestro grupo se hizo famoso por las fiestas y escándalos que protagonizamos en el circuito europeo que realizamos durante un mes y medio en Alemania, Bélgica, Holanda, Hungría e Italia.

Éramos una pandilla de seis amigos de toda la vida que difícilmente coincidíamos en viajes del grupo, pero ese verano pudimos arreglar nuestras vacaciones de trabajo para hacer la gira completa. Jamás hubo sexo entre nosotros y por separado éramos de las personas mas normales del mundo, pero todos juntos formábamos un autentico terremoto, la pluma salía de forma descontrolada, pero siempre en cuestión de risas y entretenimiento.

En Italia un grupo folklórico de Argelia mandó una queja oficial a la dirección del festival, en Bélgica la policía irrumpió en una fiesta que organizamos en el hotel diciendo que en esa fiesta se consumían drogas, en Hungría nos cambiaron de día para actuar porque un grupo de Albania no quería actuar con nosotros por frívolos e inmorales…

Y llegamos a Manila después de un viaje maratoniano desde Ámsterdam. Nuestra fama nos precedía y se comprobó nada mas llegar al aeropuerto. Nos recibió todo el género masculino de nuestro grupo anfitrión, con sonrisas que rozaban lo ridículo, para llevarnos a una especie de colegio mayor donde nuestra estancia por siete días estaría bien cómoda. Con habitaciones de ocho personas cada una era perfecto para estar nosotros solos, sobraban dos camas que seguro se le darían el uso indicado.

- A las 17.00 horas es la recepción oficial en la municipalidad para después ir a cenar con el grupo anfitrión y autoridades, después hay una fiesta organizadaza por el festival en una discoteca de moda en la ciudad. Por favor estén todos preparados a las 16.30 para que les recoja el autobús.

Nuestro guía en un perfecto español nos dejó las órdenes de nuestro programa tan solemnemente que nuestra risa era imposible ocultarla, comprobamos que éramos la atracción del festival por ser la agrupación del país más lejano junto con el ballet folclórico de Panamá, aunque todos sabíamos que era por otra cosa.

Se esperaba con expectación nuestra entrada en la discoteca en pleno centro de Manila, la gente se agrupaba por afinidad territorial y nosotros llegábamos con el grupo de Panamá junto con nuestros anfitriones los cuales iban excesivamente maquillados, que todo hay que decirlo.
Durante la cena ya habíamos echado el ojo a más de uno que resultaba bastante apetitoso, sólo era cuestión de esperar que pasaran los días para ir haciéndonos con nuestro nuevo hábitat.

Iba pasando la noche de baile en baile, de copa en copa, de mirada en mirada y el alcohol ya empezaba a desinhibir a más de uno cuando empezamos a hacer de las nuestras en medio de la pista, nuestras coreografías dislocadas eran un puro éxito al comprobar que la mayoría de gente que estaba en la pista nos seguía. Nos miramos los seis aceptando que la gente estaba esperando locura de nosotros y había que darle lo que querían, y lo tuvieron.
A pesar del cansancio acumulado por el viaje Alfredo subió al escenario para entrar en la pequeña jaula para gogos dispuesta en la orilla y comenzó su espectáculo.
El alborotado público no paraba de jalearle cuando Luis subió a acompañarle haciendo movimientos mas sensuales que enloquecieron al aforo, sobre todo a nuestro grupo anfitrión que no paraban de gritarles totalmente fuera de sí.

No pudimos más que hablar con el dj, chapurreando un inglés medio,  para pedirle una canción de ABBA, Dancing Queen, para hacer en el escenario de la discoteca una pequeña coreografía de las miles que nos inventábamos en los ratos de asueto.
La canción era la más apropiada, según nuestro parecer, para la congregación de tanta pluma suelta que debido al alcohol ya no se escondía para nada.
Nuestro auditorio enloqueció en un éxtasis incomprensible para nosotros, jamás habíamos tenido un público tan entregado y realmente estábamos encantados, aunque nuestras miradas se sorprendían cada vez más de ver lo que se vivía en la pista.

En el mismo momento que el grupo de filipinos empezó a quitarse prendas superiores y a quedarse a torso descubierto revolando sus camisas varias personas de los grupos de los países mas conservadores fueron desfilando para retirarse, ya estábamos acostumbrados a estas situaciones por lo que no nos afectó para nada, al contrario, mejor vamos quedando la gente divertida nos dijimos.

Bajar del escenario después de tanta locura provocó las felicitaciones efusivas, a todas luces exageradas, de nuestros anfitriones, aunque también se unieron la de los demás grupos que acompañaban en el divertimento. En un medio español, medio inglés recogíamos nuestros ases del triunfo besando y abrazando entre risas a cualquiera que se nos pusiera por delante. Era como que realmente comprobaron todo lo que se decía de nosotros y para ellos fue como una liberación.

No dábamos crédito, ya sentados los seis en una mesa descansando, de la locura que se había provocado, aunque sí éramos conscientes de ser el centro de atención cada vez que algo se nos ocurría para pasarlo bien.
Nuestros anfitriones llegaron con copas de invitación lo cual agradecimos sinceramente abriendo nuestro círculo para que departieran con nosotros en una mezcla de idiomas y gestos que se veía ridículo pero bastante gracioso.

- Do you like asians? Pude entender en medio del barullo.

Uno de los componentes del grupo fue bien directo al grano abriéndose la camisa que traía desastrada después del loco baile anterior.

- Of course. Mi inglés se limitaba a algunas frases de bachillerato.

No era real, pues sabía que mis compañeros no eran muy orientales en sus gustos, pero acompañaron en la conversación diciendo que a quien mas les gustaba eran a mí. Y era cierto, me apasionan los chicos orientales desde joven aunque no se porque.

Automáticamente sus miradas se dirigieron hacia mí interrogándome que cual de ellos me gustaba, era un poco intimidatorio pero verme rodeado de mis amigos me envalentonó. Fui sincero y con displicencia dije claramente que todos, aunque no era cierto, pero no quise ser descortés. La verdad es que con toda esa adulación mi ego estaba por los aires y tendría sexo en eso momento con cualquiera que fuese medianamente atractivo y los muchachos, más guapos unos que otros, para mi gusto tenían todos unos cuerpos muy trabajados del ballet.

Pasamos la noche de diversión conociendo y bailando con todo el mundo cuando la cosa empezó a ponerse caliente con bailes de mas rozadura lo que me puso realmente caliente y en un descuido de mis compañeros fui al baño mas que nada para descansar de tanto jolgorio.
Al entrar a los baños uno de los amigos filipinos estaba echándose agua en el cuello, el también notaba los estragos de la fiesta. A su lado me sonrió como el que quiere entablar conversación pero no puede por el impedimento del idioma, además era una de los más calladitos.

- I tired, travel very long. Me atreví con mi inglés barriobajero.

Se limitó a reír y a agachar su cabeza sinónimo de que tampoco me entendió, era de los pocos que sólo hablaba tagalo, lengua filipina. El muchacho se veía bastante bien, morenito, ojos oscuros achinados, tez perfecta y cuerpo trabajado de ensayos de baile, sabíamos por referencias que todos tenían en torno a los 25 años, pero no aparentaban, al menos de cara, mas de 18 para nuestros cánones occidentales.
Siguió lavándose las manos sin perder su sonrisa eterna y aproveché para retirarme hacia atrás con un poco de disimulo, no mucho, para observarle bien el trasero, cuando por el espejo me miró extrañado por mi licencia. Mi señal de aprobación le gustó y después de secarme las manos tuve el gran descaro de entrar al inodoro que estaba justo enfrente para sentarme con la puerta abierta y mis ojos puestos fijos en él.

Hasta yo me sorprendía de lo lanzado que estaba, sin duda la adulación anterior y mi estado de euforia contribuían a ser tan sumamente desvergonzado.
Ronie, como bauticé a mi compañero de aseo, miró para todos lados asegurándose que no había nadie y entró sin dilación en mi baño para sentarse sobre mis piernas, con una rapidez endiablada metió sus manos bajo mi bragueta y comenzó a masturbar mi verga, sin dejar de mirarla, que ya estaba dispuesta para todo.
Mis manos no dejaban de manosear su trasero metiendo las manos bajo el pantalón con una dirección clara.
Cada vez que mi dedo entraba en su ano gemía unas palabras que no entendía, pero no había que ser muy listo para darse cuenta que eran de un placer que ansiaba tener, pues en muy poco tiempo se levantó para darse la vuelta y sentarse directamente sobre mi polla de una manera tan rápida que me hizo daño cuando llegué hasta el final.
Los movimientos tan culebríticos que hacía con su trasero hicieron correrme en muy poco tiempo mientras mis manos recorrían su pecho y su boca que no paraba de chupar mis dedos con un vicio verdaderamente inspirador.

- ¡En éste festival te hinchas maricón! Antonio dio de pleno en su comentario cuando salía del baño.¿Ya has empezado?

No tuve que decir nada en cuanto llegué al corrillo donde mis compañeros bailaban animosamente con varios chicos de los diferentes grupos, mi cara lo decía todo y la cara de Ronie también… en su corrillo se notaba las habladurías sin parar de mirarme, estaba claro, se lo estaba contando a todo el grupo. Yo como quien termina una buena faena subí mi dedo pulgar dirigiéndome a ellos al ver que no paraban de sonreírme.




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